LAS INVISIBLES DEL HOGAR: EL TRABAJO DOMÉSTICO Y SU FALTA DE RECONOCIMIENTO Por: Estéfany Vásquez Rojas
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LAS INVISIBLES DEL HOGAR: EL TRABAJO DOMÉSTICO Y SU FALTA DE RECONOCIMIENTO
Estéfany Vásquez Rojas
El trabajo doméstico no remunerado es una labor silenciosa que sostiene la economía y el bienestar de millones de hogares en América Latina. Sin embargo, a pesar de su importancia, sigue siendo una de las tareas más invisibilizadas y menos valoradas en la sociedad. La mayor parte de esta carga recae sobre las mujeres, quienes dedican horas a limpiar, cocinar, cuidar a sus hijos y familiares, sin recibir un sueldo ni el reconocimiento que merecen. En países como Perú, el trabajo doméstico no remunerado representa alrededor del 20% del Producto Bruto Interno (PBI), según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
A pesar de su impacto económico, estas actividades siguen siendo consideradas como «responsabilidades naturales» de las mujeres, perpetuando la desigualdad de género. El trabajo del hogar es una labor cotidiana que exige esfuerzo físico y mental. Según un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), las mujeres en América Latina dedican en promedio entre 22 y 42 horas semanales a tareas domésticas y de cuidado, en comparación con los hombres, que apenas superan las 10 horas. Esta diferencia no solo limita las oportunidades laborales y educativas de las mujeres, sino que también profundiza la brecha de género en el acceso a la independencia económica. En el caso de Perú, las cifras son alarmantes. Según el INEI, las mujeres peruanas dedican aproximadamente el doble de horas a las tareas del hogar que los hombres. Esta sobrecarga de trabajo no remunerado reduce sus posibilidades de participar en el mercado laboral en igualdad de condiciones y limita su tiempo para el descanso o el desarrollo personal. El trabajo doméstico es agotador y, en muchos casos, genera altos niveles de estrés y fatiga. La falta de reconocimiento y apoyo por parte de la sociedad hace que muchas mujeres sientan que su labor no tiene valor. Además, el esfuerzo constante, la carga mental de la planificación y la ausencia de descanso adecuado pueden derivar en problemas de salud física y emocional, como ansiedad, depresión y enfermedades musculoesqueléticas. A pesar de los avances en políticas de equidad de género, el trabajo doméstico no remunerado sigue siendo un desafío pendiente.
En algunos países, como México y Argentina, se han implementado medidas para reconocer y redistribuir las tareas del hogar, incluyendo políticas de licencias parentales compartidas y programas de educación en igualdad de género. Sin embargo, en Perú, aún falta un camino por recorrer para garantizar que las mujeres no carguen solas con esta responsabilidad. Una solución clave es la corresponsabilidad familiar. Es fundamental que los hombres asuman una mayor participación en las tareas del hogar, promoviendo una distribución equitativa de las responsabilidades. También es necesario que el Estado implemente políticas públicas que faciliten el acceso a servicios de cuidado infantil y programas de conciliación laboral y familiar. El reconocimiento del trabajo doméstico no remunerado es un paso crucial hacia la equidad de género. Valorar estas labores significa avanzar hacia una sociedad donde las mujeres tengan las mismas oportunidades de desarrollo que los hombres. La educación y la concienciación son herramientas fundamentales para erradicar la idea de que el trabajo doméstico es una obligación exclusiva de las mujeres y convertirlo en una responsabilidad compartida. Las mujeres han sostenido durante siglos los hogares y, con ello, a la sociedad misma. Es momento de que su esfuerzo deje de ser invisible y reciba el reconocimiento que merece. Solo así podremos construir un mundo más justo y equitativo para las futuras generaciones. Para lograrlo, es importante que se realicen estudios y diagnósticos más precisos sobre la distribución del trabajo doméstico en la sociedad y su impacto en el desarrollo económico y social. Además, es fundamental que se generen espacios de diálogo donde tanto hombres como mujeres puedan reflexionar sobre la necesidad de una redistribución equitativa de estas tareas.
Las campañas de sensibilización también pueden jugar un papel clave en transformar la percepción del trabajo doméstico y fomentar un cambio cultural que favorezca la equidad de género. El sector empresarial también tiene una responsabilidad en este proceso. La implementación de políticas de flexibilidad laboral, licencias parentales igualitarias y servicios de cuidado infantil accesibles para los trabajadores puede contribuir significativamente a reducir la carga desproporcionada sobre las mujeres. Asimismo, los medios de comunicación pueden contribuir a la visibilización de este problema mediante la difusión de historias reales, promoviendo una representación más equitativa de la distribución del trabajo doméstico en el contenido audiovisual y periodístico.
En el ámbito educativo, es necesario incluir la corresponsabilidad en los programas escolares desde edades tempranas, fomentando valores de igualdad y justicia en la distribución de las tareas del hogar. Este tipo de educación contribuirá a que las futuras generaciones crezcan con una visión más equitativa del trabajo doméstico y desarrollen hábitos de colaboración desde la infancia. Para avanzar en la erradicación de esta desigualdad, es imprescindible que la sociedad en su conjunto reconozca la importancia del trabajo doméstico y promueva cambios estructurales que permitan su valorización. Las mujeres que dedican su tiempo y esfuerzo a estas tareas merecen ser reconocidas no solo en sus hogares, sino también en el ámbito público y económico. La lucha por la equidad en el trabajo doméstico es una tarea de todos y todas, y solo con un compromiso conjunto podremos construir una sociedad más justa e inclusiva.
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