CAMINANDO EN LA SOMBRA: EL IMPACTO DEL ACOSO CALLEJERO EN PERÚ Por: Estefany Vasquez
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CAMINANDO EN LA SOMBRA: EL IMPACTO DEL ACOSO CALLEJERO EN PERÚ
Para millones de mujeres en el mundo, caminar por la calle no es solo un acto cotidiano, sino una experiencia cargada de temor e incertidumbre. En Perú, el acoso callejero es una forma de violencia de género que, aunque muchas veces minimizada o normalizada, tiene consecuencias profundas en la vida de quienes lo padecen. Desde comentarios lascivos hasta agresiones físicas, el espacio público se ha convertido en un lugar de constante vigilancia y alerta para las mujeres.
El acoso callejero no es un fenómeno nuevo. Durante décadas, las mujeres han tenido que soportar miradas incómodas, silbidos y frases que pretenden disfrazarse de halagos. Sin embargo, lo que muchos consideran un simple «cumplido» es en realidad una muestra de poder y dominación. La posibilidad de que un piropo se transforme en una agresión física es real, y esa incertidumbre genera un miedo que condiciona la forma en que las mujeres se mueven en el mundo.
En el Perú, las cifras son alarmantes. Según estudios recientes del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), más del 90% de las mujeres han experimentado algún tipo de acoso en espacios públicos. El transporte público, las calles y los mercados son los lugares donde con mayor frecuencia se presentan estas situaciones. A pesar de la magnitud del problema, las denuncias siguen siendo escasas debido a la falta de confianza en el sistema judicial y a la normalización de estas conductas dentro de la sociedad.
El impacto psicológico del acoso callejero es innegable. Las mujeres aprenden desde pequeñas a modificar sus conductas para reducir el riesgo de ser acosadas: evitar ciertas calles, cambiar su forma de vestir, fingir llamadas telefónicas, caminar más rápido o incluso portar objetos de defensa personal. Esta constante adaptación limita su libertad y afecta su bienestar emocional. El miedo deja de ser un episodio aislado para convertirse en un sentimiento permanente.
Las redes sociales han sido una herramienta clave para visibilizar este problema en Perú. Movimientos como #NiUnaMenos han dado voz a miles de mujeres que han compartido sus experiencias y han exigido cambios reales. En Lima y otras ciudades, se han llevado a cabo manifestaciones para exigir mayor seguridad en el espacio público y un compromiso más firme por parte de las autoridades.
A pesar de estos esfuerzos, la respuesta del Estado ha sido lenta. En 2015, se aprobó la Ley N° 30314, que reconoce y sanciona el acoso callejero como una forma de violencia de género. Sin embargo, su aplicación ha sido deficiente. Muchas mujeres desconocen sus derechos o temen represalias si denuncian. Además, las sanciones suelen ser leves y no generan un impacto real en la erradicación de esta problemática.
El papel de la educación es fundamental para cambiar esta realidad. Es necesario un cambio cultural en el que se deje de justificar el acoso como parte de la «naturaleza masculina» y se eduque desde la infancia en el respeto y la igualdad. Campañas de concientización en colegios, universidades y espacios laborales pueden contribuir a transformar la mentalidad de la sociedad y prevenir futuras agresiones.
El acoso callejero no es una cuestión de «sensibilidad excesiva», como muchos argumentan. Es una forma de violencia que priva a las mujeres de su derecho a moverse libremente sin miedo. La lucha contra esta problemática no puede recaer únicamente en las víctimas. Es tarea de la sociedad en su conjunto, desde las autoridades hasta los ciudadanos, construir espacios seguros donde todas las personas puedan transitar sin sentirse amenazadas.
Hoy más que nunca, es necesario seguir alzando la voz y exigir cambios estructurales. El acoso callejero no es inevitable, y erradicarlo debe ser una prioridad. La seguridad de las mujeres en los espacios públicos no debería ser un privilegio, sino un derecho garantizado. La historia ha demostrado que ninguna opresión es eterna y que, con la determinación de quienes se niegan a ser silenciadas, el cambio es posible.
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