La Navidad que Nos Hizo Familia: Recuerdos de una Infancia que Aún Nos Abraza

NOTI-AMERICA.COM

Hubo un tiempo —no tan lejano, pero infinitamente distinto— en el que la Navidad no se medía en likes, mensajes reenviados ni agendas apretadas. Para los niños de los 90, la Navidad era una pausa real en el mundo. Un paréntesis luminoso donde todo parecía alinearse: la familia, la mesa, la fe y la ilusión.

La casa se transformaba sin avisar. De pronto olía distinto. A comida que llevaba horas cocinándose, a dulces caseros, a café recién colado para los adultos que no paraban nunca. Las luces navideñas parpadeaban como si también estuvieran cansadas, y el árbol —siempre un poco torcido— se convertía en el centro de nuestras miradas y promesas.

La mesa era un acto solemne.

No importaba si era grande o pequeña, elegante o improvisada: ahí estaban todos. Abuelos, tíos, primos, vecinos que ya eran familia. Comer juntos no era una tradición, era una necesidad emocional. Nadie llegaba tarde, nadie se iba temprano. La Navidad exigía presencia.

Y nosotros, los niños, vivíamos en una espera constante.
Esperábamos la hora de cenar, la medianoche, el momento exacto en que el Niño Jesús “pasaba”. No sabíamos cómo ni cuándo, pero creíamos con una convicción que hoy parece un lujo. Esa fe sencilla hacía que los regalos fueran secundarios; lo importante era el misterio, la emoción, la sensación de que algo bueno estaba por ocurrir.

Los regalos no gritaban marcas ni excesos.

Eran sencillos, muchas veces compartidos, siempre celebrados. Lo que importaba no era lo que había dentro, sino para quién era. Abrirlos era un ritual lento, observado por todos, acompañado de aplausos, fotos borrosas y abrazos largos.

La Navidad de los 90 era imperfecta, ruidosa, desordenada… y profundamente humana. No había filtros, pero sí miradas. No había notificaciones, pero sí atención. Éramos niños rodeados de adultos que, por una noche, también volvían a serlo.

Hoy, cuando la Navidad parece correr más rápido que nosotros, esa memoria regresa como un susurro. Nos recuerda que alguna vez fuimos parte de algo más grande que nosotros mismos. Que alguna vez la Navidad no se organizaba: se sentía. 🎄✨

Maria Valentina Noguera Medina

Periodista - noti-america - Promar Community Manager - Talento Plus Diseñadora/ creadora de contenido...

También te podría gustar...