¿Cuándo fue la última vez que te regalaste un viaje para conectar con vos?. Por: Cecilia Alvarez
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¿Cuándo fue la última vez que te regalaste un viaje para conectar con vos?.
Por Cecilia Alvarez – Luxury Nail Artist y Columnista de Belleza
📲 Instagram: @ceci.alvarez19 | @cecilia.nailartist
¿Hace cuánto no hacés algo por vos, solo por vos, sin pensar si está bien o mal?
¿Hace cuánto no te detenés a respirar sin tener que explicar por qué necesitás una pausa?
¿Hace cuánto no viajás sin agenda, sin deberes, sin la necesidad de cumplir con nadie más que con tu propio ser?
A veces creemos que amarnos a nosotras mismas es un acto egoísta.
Pero el verdadero egoísmo es no hacerlo nunca, y pretender seguir dando desde un lugar vacío.
Vivimos en una sociedad que aplaude el sacrificio, que glorifica el cansancio, que premia el hacer y olvida el ser.
Y cuando además sos madre, emprendedora o sostén emocional de tu entorno, ese mandato pesa aún más: parecer fuerte, estar disponible, resolverlo todo.
Hace poco sentí la necesidad de hacer algo distinto.
De salir del rol de empresaria, de mujer activa, de mamá que organiza todo… y volver, por unos días, a ser simplemente Cecilia.
Así que hice algo que hace unos años me habría dado culpa:
me regalé un viaje a Perú 🇵🇪.
Y no, no fue porque tuviera un problema.
No me fui para escapar, ni para buscar respuestas en la distancia.
Me fui porque estoy bien, porque tengo una familia hermosa, un amor que me acompaña, una hija que me inspira cada día…
Y justamente por eso sentí la necesidad de agradecerme, de recargarme, de seguir creciendo.
Pero en realidad, no estaba del todo sola.
En Perú me esperaba mi mejor amiga, Vero, mi compañera de vida desde hace veinte años.
Una mujer que me ama como soy, que me da mis espacios, que no exige ni juzga.
Con ella puedo hablar o simplemente quedarme en silencio.
Nos entendemos desde otro lugar, ese donde las palabras sobran y la presencia alcanza.
Esa conexión fue un regalo.
Porque los viajes no solo se tratan de los paisajes que ves, sino de las almas con las que te encontrás.
Y reencontrarme con Vero fue también reencontrarme con una parte de mí que necesitaba calma, risas sinceras y conversaciones profundas sobre la vida.
Recibí muchas miradas y comentarios:
«Qué suerte la tuya, poder irte sola.»
«Qué egoísta, dejar a tu familia por unos días.»
Y por dentro pensaba: si supieran que esto no tiene nada que ver con el ego…
Porque cuando una mujer se regala un tiempo para reencontrarse, no se está yendo de su familia: está volviendo a sí misma para poder volver mejor.
No me fui de ellos, fui hacia mí para regresar más plena, más centrada, más consciente.
En Perú sentí la presencia del silencio, de la montaña, del tiempo que no corre.
Caminé, medité, escribí, observé.
Y entendí que la conexión más profunda no necesita ruido ni compañía: solo espacio interior.
Mientras miraba el mar en Lima, sentí algo que hacía mucho no sentía: presencia.
No tenía que responder mensajes, no tenía que cumplir horarios, no tenía que ser nada más que yo.
Y en esa libertad apareció la claridad.
Comprendí que no se puede cuidar, crear ni amar de verdad si una misma está vacía.
Que la mejor versión de una madre no es la que se entrega hasta agotarse, sino la que sabe cuándo necesita volver a llenarse.
Y que la plenitud no se trata de tenerlo todo, sino de saber detenerse para agradecer lo que ya está.
Volví distinta.
No más fuerte, sino más suave.
No más perfecta, sino más consciente.
Volví con energía, con paz, con nuevas ideas, con más ganas de abrazar.
Y sobre todo, volví entendiendo que darme un viaje no fue quitarles tiempo a ellos, fue devolverles a su mamá entera, en equilibrio y feliz.
Hoy sé que no hay equilibrio entre familia, trabajo y vida personal: hay armonía.
Y la armonía se cultiva cuando cada parte tiene su momento, su pausa, su espacio para florecer.
Mi familia me apoya, me admira, me inspira.
Y creo que también aprendieron que cuando una mujer se elige desde el amor,
no se aleja: se expande.
Así que si estás leyendo esto y hace tiempo sentís la necesidad de regalarte unos días, no lo postergues por culpa.
A veces el acto más generoso que podés tener con los demás
es volver a casa siendo la mejor versión de vos misma.



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