Datos y gráficos: primeros trazos del papado de León XIV

NOTI-AMERICA.COM | ESPAÑA
En las pocas horas que han transcurrido desde la elección del nuevo papa, León XIV, apenas se han dibujado los primeros trazos de la nueva etapa que se abre en la Iglesia católica, la del papa número 267. Pero todo lo sucedido en estos días, desde el cónclave solventado con rapidez tras la incertidumbre y los primeros gestos en el balcón de la basílica de San Pedro, muestra los primeros datos que fijan las coordenadas de origen del nuevo papado.
Poco más de un día para elegir al nuevo papa
Solo pasaban siete minutos de las seis de la tarde cuando el humo blanco salía por la chimenea de la Capilla Sixtina para anunciar al mundo que la Iglesia tiene un nuevo papa. El cónclave para la elección de León XIV ha durado 24 horas y 23 minutos, una hora y dos minutos menos que el que proclamó a Francisco y tan solo 27 minutos más corto que el de Benedicto XVI.
Aunque en las dos últimas décadas los cardenales han elegido al sucesor de san Pedro en la segunda jornada de deliberación, de media en el último siglo la elección ha llegado al tercer día de cónclave. El cambio se observa a partir de la elección de Pío IX, en 1846, una reducción drástica en comparación con los 50 días y 83 escrutinios que hicieron falta para consensuar el nombre de Gregorio XVI tan solo 15 años antes. Y nada que ver con los 1.006 días que duró el cónclave más largo y accidentado de la historia, en el siglo XIII, para elegir a Gregorio X.
El papa más joven desde Juan Pablo II
Robert Prevost es un cardenal relativamente joven dentro del Colegio Cardenalicio y, en concreto, de este cónclave. Nacido el 14 de septiembre de 1955, tiene 69 años, cuando la media de edad de los electores es de 70 años, y cuatro de cada diez cardenales tenía más de 75 años de edad.
Teniendo en cuenta que Francisco fue elegido con 76 años y Benedicto XVI con 78, Prevost parece un papa joven, aunque en realidad sea el cuarto pontífice de más edad en el momento de su elección de los últimos 150 años, precisamente desde León XIII.
La relativa juventud del nuevo papa le sitúa más cerca de Juan Pablo II -que fue elegido con 58 años y estuvo al frente de la Iglesia durante 27 años- que de su antecesor inmediato. Teniendo en cuenta los antecedentes, su pontificado podría llegar a las dos décadas.
El primer papa estadounidense, de nuevo un papa americano
La elección de Robert Francis Prevost supone profundizar en una anomalía reciente en la historia de la Iglesia: de nuevo un papa no italiano, 48 años después de la elección de Juan Pablo I. Aunque lo cierto es que se ha vuelto tendencia en las últimas décadas.
El cardenal Robert Prevost ya es continuador de Francisco desde el mismo momento de su elección, al menos en lo geográfico. El argentino Jorge Mario Bergoglio, quien dijo tras ser elegido que sus hermanos cardenales le “vinieron a buscar al fin del mundo”, fue el primer papa americano de la historia. León XIV será el segundo, y el primer estadounidense. De Latinoamérica a Norteamérica.
Y, de nuevo, un papa no italiano, a pesar de que los italianos continúan siendo la nacionalidad mayoritaria entre los cardenales electores y de que el 80% de los pontífices (213 de los 267 papas desde Pedro) nacieron en Italia.
Juan Pablo II (1978-2005), el polaco Karol Wojtyla, el primer papa no italiano en 455 años, fue quien abrió una tendencia, sostenida por Benedicto XVI (2005-2013), Francisco (2013-2025) y que ahora continuará León XIV. La anomalía puede haberse convertido en norma en la Iglesia contemporánea.
León, y van XIV: el mensaje detrás del nombre
Siguiendo la tradición, el cardenal Prevost adoptó un nuevo nombre como papa, y tomó el de León, el cuarto nombre más usado por todos sus antecesores, por detrás de Juan (21 pontífices adoptaron ese nombre), Gregorio y Benedicto, y empatado con Clemente.
Esta primera decisión de todo pontífice dice mucho sobre sus referentes y sus intenciones. En el cristianismo, el león es símbolo de fuerza, coraje, liderazgo. Es el animal que representa al evangelista San Marcos en el tetramorfos del arte medieval, se vincula al poder regio de Cristo como “León de Judá”.
Es también una evocación directa a los pontífices que usaron ese nombre antes. León I, también conocido como León Magno, 45º papa y doctor de la Iglesia (siglo IV), es recordado por su compromiso por la paz y su defensa de la fe católica. Y, por supuesto, apela a León XIII, autor de la encíclica social Rerum Novarum, que sentó las bases de la doctrina social de la Iglesia, y el giro de esta hacia la modernidad, y es conocido por ello como el “papa de los obreros”.
Además, se intuye un vínculo mucho más personal de Robert Prevost en el nombre de León. Considerado uno de los purpurados más próximos a Francisco -para el que tuvo palabras de recuerdo en su primera intervención ante los fieles-, su apelativo rememora al hermano León, el mejor amigo de Francisco de Asís, compañero y confidente del santo creador de la orden de los franciscanos.
En el escudo personal del nuevo papa aparecen el sello de la orden agustina, un corazón llameante que simboliza el amor a Dios, al hombre y al mundo, junto a un libro, símbolo de la ciencia y el conocimiento. Una búsqueda de sabiduría que queda plasmada en la flecha que atraviesa el corazón, como la revelación que le llevó a convertirse al cristianismo al santo tras conocer las Sagradas Escrituras.
La heráldica se completa con una flor de lis, símbolo mariano, y el lema «In illo uno unum», abreviación de una frase de un sermón de san Agustín (Sobre los salmos, 127): «Nos multi in illo uno unum» («Aunque somos muchos, en el único Cristo, somos uno»).
Robert Prevost usa este lema desde su nombramiento como Administrador Apostólico de la Diócesis del Callao. «Unidad no es uniformidad», decía el entonces obispo en una entrevista publicada en la web de la Diócesis del Callao (Perú) hace cinco años. «Escogí este lema porque encuentro gran importancia en la misión del obispo de promover auténtica unidad entre todos los fieles, todos los grupos, y que esta unidad puede lograrse solo cuando vivimos la verdadera comunión en Cristo», explicaba.
Presente en las listas de papables, las apuestas no lo vieron venir
El cardenal Prevost figuraba en las quinielas de los favoritos a cardenal, aunque no estuvo nunca en el top. En el panel de 20 medios internacionales y agencias de noticias analizado por DatosRTVE, Prevost aparecía en nueve listas de cardenales ‘papables’, el mismo número que el cardenal de Malta, Mario Grech.
Estaba entre los favoritos, pero en la segunda fila, un ‘tapado’ detrás de los recurrentes nombres de los cardenales Pietro Parolin, ex secretario de Estado del Vaticano, el filipino Luis Antonio Tagle, el húngaro Péter Erdö y otro italiano, Matteo Zuppi.
Pero su designación no era esperada por la gran mayoría y eso se reflejó en el mercado de los pronósticos. De Prevost no hay rastro en las principales casas de apuestas, que al fin y al cabo no manejan una información tan profunda como la de los mejores vaticanistas, sensibles a las crecientes posibilidades del cardenal de Chicago para reunir los 89 votos necesarios de los 133 cardenales electores.
En líneas generales, se mantenían las tendencias de los días anteriores, con Pietro Parolin como principal favorito (apuestas a 3,5 en Oddschecker y 2,4 en William Hill), seguido de Tagle (4,33 y 2,75) y Zuppi (7 y 4). Todos ellos, destacados sobre otros nombres como Pierbattista Pizzaballa (Italia), Peter Turkson (Ghana), Robert Sarah (Guinea) y Peter Erdö (Hungría). Mercados de predicción basados en criptomonedas, como Polymarket o Kalshi, manejaban los mismos pronósticos.
En pleno auge de la inteligencia artificial, los algoritmos también han jugado a predecir el nombre del papa. Uno de ellos, Papability Index, ha podido presumir de tener a Prevost en el cuarto puesto de sus favoritos (justo por detrás del eterno aspirante Tagle), e incluso de haberle tenido en primer lugar.
Pero este mismo algoritmo no fue capaz de prever la elección de Francisco en 2013 -como casi nadie en el mundo-. Después de todo, la naturaleza propia de un cónclave, una serie de votaciones secretas, con información escasa y opaca, factores de importancia variable a lo largo del tiempo -sin olvidar la influencia divina, con el soplo imprevisible del Espíritu, según la fe cristiana-, hace que la elección de un papa no sea un fenómeno predecible como puede serlo el tiempo atmosférico o el comportamiento de los consumidores. Así, su capacidad de acertar, al menos hoy por hoy, podría no ser diferente al azar.
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