Fumata negra, plácida incertidumbre: «Es mejor que una final de la Champions porque sin ganar nos vamos felices»

NOTI-AMERICA.COM | ESPAÑA
La chimenea de la Capilla Sixtina es uno de esos atractivos turísticos que suelen decepcionar al visitante, como el Manneken Pis de Bruselas o la Sirenita de Copenhague. «Pensaba que sería más grande», «la esperaba más alta», se oye repetidamente a quienes acuden a San Pedro para seguir el ritual de la fumata.
Pero en cuanto sale el humo no hay decepción. Incluso aunque sea negro, como ha ocurrido este jueves tras la segunda y tercera votación del cónclave. «Es espectacular, pero nosotras venimos muy concienciadas de que no venimos a ver la fumata blanca, venimos a rezar para que salga el papa que la sociedad necesita», cuenta Dolores, una barcelonesa que ha acudido junto a miembros de su parroquia en un viaje exprés a Roma.
Han llegado por la mañana y se van por la noche, por lo que tienen pocas oportunidades de asistir a este ritual, que pone «la carne de gallina». «Para mí venir aquí es mucho mejor que llegar a la final de la Champions, porque aquí sin ganar nos iremos felices», dice.
Al contrario que el miércoles, la fumata no se ha hecho esperar y de hecho ha salido antes de lo previsto, en un momento algo anticlimático. En la plaza había mucha menos gente, 15.000 personas frente a las 45.000 de la víspera, según la oficina de comunicación del Vaticano, y apenas se han escuchado gritos ni aplausos al ver el humo, como sí ocurrió el primer día del cónclave.
Para algunos, el hecho de que fuera negra no solo no es negativo, sino que contribuye a crear algo de expectación. Así lo cree Sandra, una turista polaca que ha venido específicamente para el cónclave y se quedará aquí una semana, con tal de no perderse el «Habemus papam».
«Está bien prolongar un poco la espera», señala. El ambiente en la plaza ha sido mejor este jueves, continúa, ya que el día previo había más nervios por el retraso de unas dos horas que empezó a disparar las conjeturas.
Ahora se cree que la tardanza pudo deberse a que el número de cardenales es mayor que en los anteriores cónclaves (133 frente a los 117 que votaron en la elección de Francisco) y la mayoría de ellos nunca habían participado en uno, lo que pudo ralentizar las dinámicas de votación en un principio. De aquí en adelante, todo parece que va más rápido.
Coincide con Sandra otro fiel, Riccardo, italiano, quien ha valorado que el ambiente hoy ha sido «mucho más tranquilo». «Ayer había mucha más gente y más nervios porque no salía el humo», relata. Tampoco siente ninguna decepción porque el humo haya salido negro: «Forma parte del rito».
Beatrice, también italiana, ha venido específicamente a Roma para el cónclave. «Es un sueño estar aquí, se siente una grandísima emoción», afirma. Cuenta que lo esperaba «más caótico», por la cantidad de personas que se concentran aquí, pero se genera un «clima de recogimiento muy bello», de intimidad dentro de la multitud.
Aunque muchos no se atreven a dar nombres de favoritos, siguen las quinielas, y aquí la nacionalidad pesa mucho. Los que han venido de la parroquia de Barcelona barren para casa y apuestan por el cardenal de su ciudad, Juan José Omella, al que algunos de ellos conocen personalmente.
Riccardo, que carga con una bandera italiana en el hombro, apuesta por el «frente italiano», y Sandra se inclina por un cardenal polaco, Grzegorz Ryś.
Montse, también de Barcelona, no pone un nombre sobre la mesa pero lanza su petición: «Que sea la suma de la sonrisa de Juan Pablo I, la capacidad de atracción de Juan Pablo II, la intelectualidad de Benedicto XVI y la cercanía de Francisco». Ahí queda.
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