Lo importante es el «acento» en la elección del nuevo papa

NOTI-AMERICA.COM | ESPAÑA
El mundo está en clave de cónclave desde que el pasado 21 de abril falleciera el papa Francisco. Y digo el mundo, no la Iglesia católica, porque el sucesor número 267 que salga elegido con la fumata blanca le tocará enfrentarse a una realidad escorada hacia los extremismos, poliédrica y compleja que nos afecta a todos.
Lo siento por las quinielas y casas de apuestas, colegas y tertulianos, pero ni los mecanismos partidistas ni las claves mundanas de la política funcionan con el actual colegio cardenalicio. Son muchas y variadas las sensibilidades, a veces incluso contradictorias, de los 133 electores venidos desde todos los rincones del planeta. Pueden ser conservadores en lo doctrinal, pero socialmente progresistas. O puede que viceversa. Llámelo, si quiere, diplomacia vaticana con más de 2.000 años de historia.
Yo lo llamo continuidad. Y unidad en la diversidad. Los cardenales electores tienen claro que deben remar «mar adentro», hacia adelante y no hacia atrás. Continuar con la misión emprendida no únicamente por Francisco, sino también, y antes que él, por Benedicto. En comunión con toda la tradición. Se llama sucesión apostólica.
Durante las 12 congregaciones generales los cardenales han hablado públicamente. Tanto los electores como los influencers purpurados que se quedarán a las puertas de la Sixtina. Cinco minutos cada uno para compartir inquietudes y tocar por encima algunos de los temas que deberá abordar el sucesor de Simón Pedro, en clave ‘bergogliano’ si me apuran.
Asuntos que nos afectan a todos, creyentes o indiferentes. La letanía es amplia. Guerra y paz, familia, economía, pobreza, papel de la mujer en la Iglesia, juventud, los abusos sexuales y de poder, entre otras muchas materias.
En definitiva, cuestiones claves para un futuro papa «urbi et orbi». Para la ciudad de Roma, como obispo que será de ella, y para todo el mundo. Sucesor de Pedro y primus inter pares de una fe que abarca desde el Oriente hasta el Occidente, donde el sol nunca se pone.
Lo importante de quien salga elegido está en el acento y, sobre todo, dónde lo pone. Da igual que sea italiano, argentino, alemán o andaluz de Sabiote. Es la acentuación que ponga en unos temas más que en otros. Que se entienda y no deje indiferente a nadie, empezando por la generación Alfa. Que saque los colores a quien haga falta para poner el bien común por encima de los intereses espurios de quien sea. Que aliente la fe de los más sencillos y alivie los sufrimientos de este mundo embargado por las guerras y los atropellos provocados por los hombres, que no por Dios.
Un verdadero pontífice, constructor de puentes. Cercano y dialogante con todos, pero que no claudique a las modas. Evangélico, porque pone a Jesús de Nazaret en el centro de su mensaje conciliador. Testigo esperanzado de que otro mundo es posible aquí en la tierra para preparar el otro que vendrá. Un jefe de Estado misionero que ponga su influencia al servicio de una Iglesia encarnada en la realidad. Que su programa de gobierno sea más el de un pastor bueno, creíble, y no tanto el de un soberano que esquive a la oveja perdida.
Un profeta que, aunque grite a veces en el desierto geopolítico, defienda a los que no cuentan para el voto. Que termine de abrir, de par en par, las puertas entrecerradas de una Iglesia lo suficientemente grande como para que quepamos todos. Un místico para una tierra sedienta de espiritualidad. Con inteligencia humana y emocional. Que cuide de lo sagrado, incluido lo más humano, sin dar la espalda a Dios y a su pueblo.
Lo que debe esperar esta Iglesia es, sin duda, un papa con acento propio. Da igual de dónde sea. Cuanto más diverso y plural, mejor. Esta sería la mejor fumata blanca para todos. Un líder universal que sea capaz de clamar sin miedo por la paz y que «rearme» a sus fieles con la fe, la esperanza y la caridad, sin caer en el asistencialismo espiritual.
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