«La luz nos mantiene vivos»: los colectivos vulnerables recuerdan su situación de indefensión ante los apagones

NOTI-AMERICA.COM | ESPAÑA
Sin luz, sin señal, sin comunicación, sin compañía. El apagón generalizado que afectó a la península ibérica dejó aislados durante varias horas a los colectivos más vulnerables, como las personas mayores, con patologías médicas o en situación de dependencia. Mientras residencias y hospitales contaban con generadores y otras fuentes alternativas que permitían soportar el corte de luz sin grandes incidencias, aquellos que viven solos tuvieron que poner a prueba la resistencia de sus baterías y la amabilidad de su entorno.
«Estoy vivo. He sobrevivido sin luz durante nueve horas con las baterías de mis máquinas de soporte vital. No sé lo que ha pasado, estoy en shock, pero estoy bien», escribía a las 21.45 horas del lunes en sus redes sociales Jordi Sabaté, enfermo de ELA. Para él, la luz supone la vida o la muerte. «Nos mantiene vivos al seguir respirando y al utilizar las máquinas de soporte vital para no morir asfixiados», cuenta en una entrevista a Las Mañanas de RNE, en la que califica de «terrible pesadilla» y «tortura psicológica» el apagón.
Tras la experiencia del lunes, Sabaté ha pedido a Endesa la instalación de un generador en su piso que permita mantener activas sus máquinas de soporte vital, incluso ofreciéndose a asumir el coste él mismo. «Tengo miedo de morir asfixiado si hubiera otro apagón», reconoce, «amo la vida y no quiero morir por un corte de luz».
«Ayer fue un día muy complicado para muchos enfermos de ELA. Algunos oímos las alarmas de los aparatos que nos mantienen con vida», ha explicado también Urbano González en sus redes sociales. El exjugador de baloncesto ponferradino ha confesado públicamente su «angustia» durante el corte eléctrico, que afectó al aspirador de flemas, al tosedor, la grúa, el colchón antiescaras y la silla eléctrica: «Sin ellos en buen funcionamiento no podemos vivir».
Ante situaciones como estas, los centros hospitalarios habilitaron espacios para atender a pacientes dependientes de la electricidad o para quienes necesitaran ventilación asistida o diálisis. Sin embargo, aquellos que viven en plantas altas y que no pueden subir ni bajar por las escaleras se vieron atrapados en sus casas, a veces incluso sin opciones de pedir ayuda.
Es en casos como esos en los que los lazos familiares y vecinales se convierten en un arma fundamental para afrontar las emergencias, como ya quedó demostrado en la pandemia o con la dana que asoló la Comunidad Valenciana el pasado 29 de octubre. Ayudar a moverse, conseguir alimentos o simplemente ir a verles para comprobar que está todo en orden son algunos de los gestos que hicieron más llevadera la espera de muchos.
María Martín, vecina de Madrid y con una enfermedad pulmonar crónica, cuenta a TVE, algo angustiada, las horas de incertidumbre a las que se vio expuesta por la falta del servicio eléctrico en toda la provincia. Con su condición, ella tiene que estar 16 horas al día conectada a un respirador artificial y, ante la falta de energía, sus vecinos salieron a las calles a buscar a un policía que pudiera atenderla.
Dos horas después de que notificaran su situación, las autoridades llegaron con un equipo que funcionaba sin conexión eléctrica. «Yo no sabía si llegaría alguien», comenta Martín, que agradece la implicación de los otros residentes: «Se portaron superbién».
Eduardo estaba a punto de salir de casa cuando le sorprendió el corte de luz. «Me di cuenta de que no solo la nevera y la luz no funcionaban, sino que tampoco tenía internet ni comunicación telefónica. Me empecé a preocupar porque pensé que esto era algo más gordo que un apagón de barrio», explica a RTVE.es.
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