Sin adornos y al ras del suelo, la tumba de Francisco resalta por su humildad: «Agradezco la Iglesia que nos deja»

NOTI-AMERICA.COM | ESPAÑA
Una cadena humana rodea la basílica de Santa María la Mayor, donde miles de fieles se han congregado desde el alba para ser los primeros en ver la sepultura del papa Francisco. «Es sencilla y humilde, como era él», repiten los que ya la han visto. Es una tumba discreta y elegante, al ras del suelo y de mármol blanco procedente de la región italiana de Liguria —lugar de origen de sus antepasados—. Pasaría casi desapercibida en la nave lateral izquierda de la basílica entre la fastuosa decoración del primer templo mariano de la cristiandad, de no ser por el cordón de seguridad que la rodea, el continuo desfile de gente y la presencia de personal de seguridad, que no permite a los asistentes pararse ante ella más allá de unos pocos segundos.
Su nombre de papa en latín, Franciscus, en letras grandes, es su único ornamento. Una pequeña cruz cuelga de la pared y una rosa blanca yace a su lado. «Es tal cual su reflejo: simple, sencilla», asegura María Eugenia Peña, una misionera argentina, nativa de Mendoza, pero que vive en el norte de Italia. «La sepultura nos habla de él y de su legado, nos enseñó a ser siempre portadores de la humildad, del amor de Cristo y de promover una Iglesia abierta a todos», agrega emocionada tras visitar la tumba.
Lo mismo opina María Mendoza, hija del fundador de la Universidad Católica de Murcia, que ha viajado exprofeso a Roma para asistir a las exequias papales con otros ocho de sus catorce hermanos. Desde Juan Pablo II han mantenido una estrecha relación con todos los pontífices, también Francisco. «Es muy bonita», asegura. Para ella, «es un regalo» haber tenido la oportunidad de estar en Roma para su funeral y visitar su sepultura, a pesar de la fugacidad de ese momento. «Te obligan a pasar muy rápido, tan solo unos segundos, me hubiera gustado rezar por él», lamenta.
La Iglesia que deja Francisco
El cardenal salvadoreño Gregorio Rosa Chávez también ha sido de los primeros en visitar la tumba de Francisco. Pero él sí ha podido orar ante él «una media hora». «Fui con una larga lista de agradecimientos, pero sobre todo, le agradecí la Iglesia que nos deja», confiesa a RTVE.es. Este cardenal, que fue íntimo amigo de Óscar Romero, arzobispo de San Salvador asesinado en 1980, destaca su legado como pontífice centrado en «los pobres, la paz y la ecología». «Cuando fue elegido papa en 2013, los miles de periodistas que había en Roma le preguntaron qué tipo de Iglesia quería construir; y él respondió con mucha claridad: una Iglesia pobre para los pobres. Y así es la Iglesia que nos deja», explica. «Ahora nos toca a nosotros asumir esa tarea», reitera.
Tiene 82 años, por lo que no puede votar ni salir elegido sumo pontífice, pero confía en que el rumbo que tome la Iglesia tras al cónclave que debe celebrarse en los próximos días, será la continuidad. «Puedo garantizar que el espíritu predominante es el de continuar su obra, ahora solo falta que se nos revele el nombre de la persona indicada para esa misión», subraya.
El trasiego de gente para entrar a la Basílica es constante, aunque dista de las aglomeraciones de los últimos días en la plaza de San Pedro del Vaticano, que el sábado congregó a más de 250.000 personas para el funeral de Francisco, y otras 150.000 siguieron el cortejo fúnebre hasta Santa María la Mayor, donde Bergoglio decidió que sería enterrado tras una revelación mariana en 2022. Tras una despedida multitudinaria en el Vaticano, la ceremonia de inhumación en la basílica mariana fue íntima y a puerta cerrada. Unos pocos cardenales y personas de su confianza fueron los invitados, una lista que se amplió a un grupo de pobres, transexuales y presos, colectivos vulnerables a los que Francisco abrió las puertas del Vaticano.
En las colas para ver por primera vez su sepultura, hay fieles católicos, peregrinos, muchos grupos de estudiantes que están en Roma para asistir al Jubileo de los Adolescentes, pero también abundan los religiosos: misioneros, curas, sacerdotes y monjas de todas partes del mundo. El sentir general es también el deseo de continuidad, de seguir el rumbo que alumbró Francisco.
«El principal don que Francisco entregó a la Iglesia fue la encarnación de la misericordia. Ahora nos toca a nosotros continuar ese legado», indica la hermana argentina Florencia, que pertenece a las Siervas de la Misericordia de Dios, una misión de religiosas que promulgan el voto de pobreza. Esa monja bonaerense de 42 años tuvo ocasión de conocer a Jorge Bergoglio cuando era cardenal en Argentina, donde ya llevaba «la vida austera» que promulgó como papa. «Siempre fue totalmente coherente con lo que promulgaba, como jesuita, como cardenal o como papa», recuerda de Francisco, que desde hoy «yace a los pies de la virgen».
Legado de alegría y esperanza
Florencia viajó hace unos días a Roma para acudir a un encuentro de varias órdenes religiosas de la misma congregación. Allí ha conocido a la salvadoreña Loyda Saraí, de 30 años. Ambas lucen un sencillo hábito gris marengo, una camisa blanca y de su cuello cuelga una sencilla cruz de madera. Loyda confiesa tener «sentimientos encontrados». «Siento alegría y gozo de poder estar aquí, cerca de él en este momento, pero también tristeza y nostalgia», explica. Para esta religiosa, el testamento de Francisco como papa es «la alegría y la esperanza» y valora especialmente la defensa que el primer papa latinoamericano de la historia, que tanto se acercó a las periferias, hizo del papel más preponderante que la mujer debe desempeñar en la Iglesia.
«A ambos lados de su tumba, hay dos confesionarios, y no he podido dejar pasar la oportunidad de confesarme allí, al lado del papa. He tenido esa dicha, sentí que él me estaba escuchando también, él que ahora está al lado de Dios, y claro, es Dios quien nos perdona», relata esta salvadoreña, para quien visitar la sepultura de Francisco ha sido una experiencia «mística e inolvidable».
Desde Texas (EE.UU.), ha llegado a Roma hace 48 horas al frente de un grupo parroquial el padre Juan Pablo Orozco, de origen mexicano. No pudo ir al velatorio público, pero sí asistió ayer al funeral. «Fue muy hermoso, consolador, impactante. Estamos tristes por su pérdida, pero también alegres por la oportunidad de participar en un evento como este», señala conmovido.
Aún se emociona cuando recuerda el momento, cuando el pasado lunes, se enteró de la muerte del papa. «Hasta me enojé y grité: ¿por qué señor te lo llevas ya? Sabíamos que estaba delicado, yo pensaba que este sería su último año, pero sí confiaba en al menos verlo estos días en los eventos del jubileo», cuenta a RTVE.es.
Como muchos de los religiosos que este domingo visitan su tumba, Orozco destaca del papado de Francisco su «enfoque hacia la misericordia», que incluye la atención a los pobres, los necesitados, los vulnerables, y los migrantes. «Pero creo que también debemos recordar su mensaje en defensa de la alegría, lleno de amor», añade.
A este sacerdote chicano no se le ha olvidado la impresión que le causó conocer a Francisco en 2023, en una audiencia privada en su casa de Santa Marta. «Era alguien magnético, no podías dejar de escucharlo. Fue una experiencia maravillosa», recuerda.
Sobre su sucesor, no quiere mojarse: «Te contestaré como un cardenal, solo Dios sabe». Pero reconoce que hay que profundizar las reformas que inició Francisco. «Muchos de los cambios que imprimió han sido positivos, las reformas son necesarias», asegura, aunque reconoce que hay tensiones dentro del seno de la Iglesia entre el sector reformista y el conservador. «Pero esa tensión, las diferencias, no tienen por qué ser malas. Creo que nos enriquecen», asevera.
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