Francisco, «un líder moral» que apostó por los vulnerables y despertó el rechazo de la Iglesia más conservadora

NOTI-AMERICA.COM | ESPAÑA
A su llegada al Vaticano, Francisco no tardó en plantar la semilla de un pontificado muy diferente a los anteriores. Desde su nombramiento rechazó el coche oficial, regresó en autobús junto al resto de cardenales y eligió alojarse en la Residencia de Santa Marta y no en el habitual Palacio Apostólico. Ahora, 12 años después, su funeral tendrá un marcado carácter austero, en la línea de un pontificado enfocado en los más vulnerables que, si bien para muchos ha sentado un precedente, también ha sido objeto de duras críticas dentro de la institución, al igual que las numerosas reformas impulsadas en su búsqueda de una Iglesia más social, transparente y universal.
«Nunca los verdaderos santos han recibido la unanimidad, es más fácil obtenerla cuando eres un hombre sin grandes pretensiones», ha asegurado a RNE el teólogo e historiador Juan María Loboa al ser preguntado sobre la figura del papa Francisco, que ha muerto este lunes a los 88 años. El experto asegura que el pontífice ha sido «muy especial» y un «profundo creyente del evangelio» y que, por serlo, ha sido «muy divisivo» y «revulsivo» en el seno de la Iglesia.
El teólogo Juan José Tamayo define a Francisco como «un líder moral internacional de los que estamos poco sobrados» y destaca de él «la coherencia entre su mensaje y su práctica de vida». «El papa Francisco no solamente ha sido esta figura de relevancia internacional a nivel ético […], su vida ha sido de una ejemplaridad extraordinaria, rompiendo con una serie de herencias que no se corresponden con el evangelio de los papas anteriores», ha explicado en RNE.
Francisco ha abordado temas que sus predecesores no se habían atrevido a tratar, o al menos no de manera tan abierta. Se ha mostrado más dispuesto que otros papas a la ampliación del papel de la mujer en la Iglesia, a la acogida de homosexuales o la posible revisión del celibato. Defendió «una iglesia pobre para los pobres», pero también habló sin tapujos de la guerra en Ucrania y Gaza, pidiendo su fin, y puso el foco en la acogida y la protección de migrantes.
En su viaje a Lampedusa, una isla donde llegaban cada año miles de inmigrantes ilegales desde las costas africanas y uno de los primeros destinos de su pontificado, Francisco criticó la «globalización de la indiferencia». «La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles a los gritos de los demás», dijo el papa, que habló de los «traficantes» que se aprovechan de la «pobreza de los demás» y hacen de ella «una fuente de beneficios».
Uno de los legados que deja «es una actitud diferente en su pontificado, que tiene que ver con un movimiento de salida, como decía él, hacia los lugares fronterizos del mundo, en los que hay mucho sufrimiento», ha afirmado en el Canal 24 Horas la teóloga Silvia Martínez Cano. Ha escuchado y se ha acercado «a lugares que están lejanos de esa gobernanza de la Iglesia» y ha dado «protagonismo a la comunidad cristiana», asegura la experta, que añade que Francisco ha apostado por el diálogo frente a la crispación y la polarización que vemos «constantemente» dentro y fuera de la institución eclesiástica.
«Ha puesto su papado en los más marginados. Ha ido a contracorriente y sin miedo», asegura Laboa, que explica que Francisco ha priorizado el planteamiento de que «debemos perdonar porque permanentemente somos perdonados» y que, por ello, se ha mostrado «muy acogedor con todos y muy valiente».
El papa de la transformación que generó oposición
Francisco encarnó muchos hitos. Fue el primer papa en elegir ese nombre (en honor a San Francisco de Asís), el primer jesuita, el primer latinoamericano y el primero que fue elegido cuando aún seguía vivo su predecesor. Escribió la primera encíclica sobre medioambiente, nombró por primera vez a mujeres en altos cargos del Vaticano y, además, ha acudido a lugares que nunca antes había visitado un pontífice, como Irak —donde mantuvo un histórico encuentro con el Gran Ayatolá Al-Sistani, líder espiritual del islam chiita— Mongolia o Emiratos Árabes, país al que acudió en plena guerra de Yemen.
«La Iglesia recibió hace más de una década a un papa de una megalópolis del sur, a un papa de una ciudad con villas miseria, con situaciones complicadas, con la dificultad que ya entonces se expresaba del cambio de época que el propio papa desde el principio ha anunciado», explica el presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, que añade que Francisco «nos ha invitado a vivir lo esencial del Evangelio». Es decir, «el perdón y la misericordia» con los más pobres. «Eso ha provocado en la Iglesia Europea, en la Iglesia del Norte, pues a veces sentirnos descolocados», afirma.
De hecho, como explica Tamayo, «el frente de oposición más fuerte a las reformas del papa Francisco lo ha tenido dentro de la propia Iglesia y en su propia casa, dentro de la Curia romana». El experto señala que existe «un sector muy importante de la jerarquía católica a nivel mundial que ha sido claramente anti-Francisco», más allá del «sector duro de la institución que se ha confrontado con él de una manera extrema, calificándolo de hereje o acusándolo de que va en contra de la tradición doctrinal de la Iglesia».
Durante su pontificado, Francisco estableció una comisión para reformar la estructura económica y «favorecer la transparencia» en el seno de la Iglesia y creó la Secretaría de Economía, con el mismo fin. Además, nombró a mujeres en puestos de alto rango en el Vaticano—como la secretaria general de Gobernación— y actuó con firmeza para acabar con la «lacra» de los abusos en la Iglesia. Instituyó una comisión para prevenir los casos de pederastia, obligó a los clérigos a denunciar y a no encubrir y se reunió con víctimas de manera habitual.
«Es un papa que ataca más hacia el interior de la Iglesia, que hacia afuera. Critica el clericalismo, la riqueza de la institución y sus fallos, en lugar de pelearse con el mundo», explica a RTVE.es el periodista de Religión Digital, Jesús Bastante, que también señala la apertura desarrollada por Francisco hacia otras culturas y religiones. «Estábamos demasiado acostumbrados, al menos en España, a que solo había una Iglesia que era la católica, pero hay gente que cree en otras cosas y mucha gente que no cree y que pueden ser buenas personas igual o incluso mejores», añade.
Francisco creó cientos de nuevos cardenales, entre los que apostó por religiosos de países procedentes de países como la India, donde la Iglesia católica está creciendo, o como Singapur, Ghana o Mongolia, donde los cristianos son minoría.
«Un antes y un después»
Su pontificado, dice Bastante, «va a marcar un antes y un después en la Iglesia, porque es es un papa que se ha hecho mucho más accesible que el resto». «Necesita que salgamos al mundo, pero no para convertirlo en nada, ni para que todo el mundo sea católico, sino para que entre todos podamos trabajar para construir un mundo mejor para todos», señala.
La iglesia que deja el papado de Francisco es una iglesia «muchísimo más moderna”, asegura a RNE la embajadora de España ante la Santa Sede, Isabel Celaá, que destaca la incorporación de mujeres a puestos de responsabilidad, «aunque no sean diaconisas». «Hay cambios que, aunque no ha habido tiempo de llevarlos hasta la última gota, es verdaderamente difícil que vuelvan al estado en el que estaban», afirma.
«Tenemos que empeñarnos desde los sectores de las bases cristianas por continuar reclamando que el futuro papa, el futuro responsable del Vaticano, siga esa dirección» marcada por Francisco, dice Tamayo, que cree que es «muy difícil» que el sucesor de Francisco «tenga esa radicalidad […] que consiste en ir a las raíces evangélicas de la opción por las personas más vulnerables, por los colectivos más marginados y por los pueblos oprimidos». «Es muy difícil, pero creo que ese camino que él ha iniciado tiene que continuar», asegura.
Las incógnitas se despejarán en las próximas semanas, cuando arranque el cónclave que designará al próximo sucesor de San Pedro. Mientras tanto, el mundo despide a Francisco en un rito mucho menos ostentoso que con otros pontífices para un papa que deja una huella profunda cuya permanencia está aún por determinar.
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