Vivir de alquiler pasados los 35, una realidad cada vez más frecuente: «Todo ha subido, lo que no sube son los sueldos»
NOTI-AMERICA.COM | ESPAÑA
Carme, nombre ficticio para mantener el anonimato, debe dejar el piso en el que ha vivido los últimos ocho años a finales de noviembre. La mala noticia se revuelve con la difícil búsqueda de otra casa en alquiler. «No encuentro nada que se pueda adaptar a mis ingresos», nos cuenta esta mujer de 60 años, a pesar de que trabaja en las oficinas de un supermercado y estaría dispuesta a vivir en Tarragona u otras localidades de los alrededores como Reus, Valls o Cambrils.
Vivir de alquiler es mayoritario entre las personas jóvenes, pero no exclusivo. Según la Encuesta de Condiciones de Vida, son inquilinos el 34% de los hogares cuya persona de referencia tiene entre 30 y 44 años, y el 16% entre 45 y 64 años. El porcentaje casi se ha duplicado en las últimas dos décadas y —los estudios avanzan— seguirá en aumento en los próximos años, dado el bajo porcentaje de jóvenes que está pudiendo comprarse una casa.
«Te ves toda la vida trabajando, pagando religiosamente, no debiendo nada a nadie… y te encuentras en esta situación. Intento llevarlo como puedo, porque tengo un trabajo que tampoco me puedo permitir el lujo de perder», relata. Carme, como otras personas en su situación, se pregunta por qué no existen ayudas a la vivienda más allá de las destinadas a jóvenes.
El Bono de Alquiler Joven de 250 euros al mes está destinado a personas de menos de 35 años que ganen menos de 1.800 euros al mes. La medida, acordada por el Gobierno y las comunidades autónomas, está cuestionada por análisis económicos que apuntan a que son cuantías que suelen trasladarse al precio y, por lo tanto, al bolsillo de los caseros.
El centro de política económica EsadeEcPol es una de las voces que ha esgrimido ese argumento, al tiempo que considera que los 200 millones de euros de dotación aprobados pueden quedarse cortos para cubrir a todos los potenciales beneficiarios. No obstante, su director adjunto, Jorge Galindo, nos explica el porqué de la medida:
«Entre las capas más jóvenes hay más personas que viven de alquiler y hay más riesgo de pobreza. Si lo combinas, el resultado es que la incidencia del problema de las subidas del alquiler es diferencialmente mayor entre los hogares más jóvenes. Pero también es cierto que la situación de oferta y demanda [que provoca la subida de las cuotas] es una realidad para todo el mundo, más cuando los tiempos de adquisición de vivienda se están alargando considerablemente», elabora.
De hecho, el Instituto de Investigación Urbana de Barcelona (IDRA) ha avisado recientemente de la «alta probabilidad» de que la vida en alquiler se prolongue hasta la vejez para muchas personas en España. Según una encuesta realizada a 2.200 inquilinos de Madrid y Barcelona, el 70% no espera heredar una vivienda y, entre el 30% de las personas que sí, la mayoría (80%) deberá compartirla con otros herederos.
El informe destaca que las personas de más de 35 años y las de origen extranjero son quienes tienen expectativas más bajas de que les leguen una casa o piso. En concreto, el 30% de las personas entre 35 a 64 años espera heredar, frente al 40% de los menores de 35 años. Por nacionalidad, solo dos de cada 10 personas extranjeras espera heredar vivienda frente a las cuatro de cada 10 españolas.
La nacionalidad también atraviesa los datos de vivienda en alquiler o propiedad. Son inquilinos el 14% de los españoles, pero el porcentaje se eleva al 61% en el caso de la población extranjera de la Unión Europea y hasta casi el 72% de los residentes con nacionalidades extracomunitarias. Estos últimos tienen más a menudo empleos precarios, debido a los obstáculos para homologar sus títulos y otras discriminaciones que penalizan a los trabajadores migrantes.
«Mi hijo empezó a trabajar y ahora compartimos los gastos del piso y las compras, porque no puedes hacerlo sin dos o tres trabajos», cuenta Alexandra, que vive en un barrio del sur de Madrid junto a su hijo de 20 años y su hija de 15. «Y no hay ahorro. La comida, la luz, el alquiler, todo ha subido, lo que no sube son los sueldos. Vamos al día».
A sus padres, les subieron el alquiler más de 100 euros al mes de un momento a otro, pero reconoce que es complicado que se planteen un cambio de piso: un nuevo contrato conlleva adelantar al menos «dos o tres meses» por las fianzas y, a veces, otros conceptos, a pesar de que el cobro de comisiones a los inquilinos por parte de las agencias inmobiliarias ya es ilegal.
También Juanma, que tiene 54 años, vive de alquiler desde hace décadas y ha visto depredada su capacidad de ahorro en los últimos años. Trabaja en una conocida cadena de libros, música y electrónica, con un contrato fijo y años de antigüedad, pero la vivienda se ha convertido en una preocupación desde que se tuvo que ir del piso en el centro de Valencia, en el que pagaba por debajo del mercado, porque el propietario lo reconvirtió en un piso turístico. Para poder seguir viviendo solo, se mudó entonces a un barrio menos céntrico.
«El alquiler se lleva como el 55% de la nómina. No es muy caro, de 550 euros, pero mi nómina no llega 1.100. En cuanto pagas el alquiler, la luz, el agua, el teléfono, los gastos fijos y quitas la comida, pues es muy justito. Lo comido por lo servido», resume. Reconoce que aprovecha las pagas extras para tener algo de «desahogo» y recurre a la familia si hay imprevistos.
El Banco de España define el «sobreesfuerzo» para pagar la vivienda cuando se destina más del 40% de la renta bruta disponible. En su último informe, concluye que están en esa situación casi cuatro de cada 10 hogares que viven de alquiler en España, lo que supera con creces a países del entorno, Italia (28%), Francia o Alemania (17,5%), según el promedio del periodo 2015-2023. El estudio revela también que un 45% de la población que vive en alquiler a precio de mercado se encuentra en riesgo de pobreza o de exclusión social, 13 puntos porcentuales por encima del promedio de la Unión Europea.
En lo que respecta a dar una respuesta a las personas que viven en alquiler y ya no pueden acogerse a las ayudas dirigidas a jóvenes, Galindo previene de desplegar medidas que puedan aumentar la desigualdad que ya existe entre las generaciones. Lo que sí puede hacerse es aprovechar otras herramientas que ya existen, como el ingreso mínimo vital. En su opinión, sería más conveniente unificar las distintas ayudas posibles (bono social eléctrico, al alquiler) a mantenerlas por separado.
En cualquier caso, el director de EsadeEcPol prioriza resolver el problema de los precios del alquiler de forma general, incrementando la oferta de viviendas con «colaboración público-privada». En su opinión, no se trata solo de construir, sino también rehabilitar y poner a disposición viviendas que actualmente no están en uso.
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