¿Desde cuándo se condena la eficiencia?
REDACCIÓN NOTI-AMÉRICA (ECUADOR)
En todas las actividades de la vida se premia la eficacia; tanto en las diversas expresiones del arte, como de la ciencia y el deporte. Igual sucede en el mundo animal, en el vegetal, y hasta en la política, aunque en este último esa habilidad se ha declarado “desierta”. Pero la pregunta inicial es válida cuando los Gobiernos deciden que sus errores financieros sean cubiertos por aquellos que manejan con éxito las finanzas personales y/o corporativas.
La mayoría de los ecuatorianos respaldamos la iniciativa presidencial y su esfuerzo para financiar la urgencia económica del Gobierno, por eso apoyamos el incremento del IVA, que se percibe más justo por afectar a todos con el mismo porcentaje. Pero no se puede decir lo mismo de las cargas discriminatorias gravadas a las personas naturales o jurídicas, tan solo por haber sido capaces de generar utilidades y pagar responsablemente sus impuestos.
Los pueblos tienen que ser solidarios y contribuir con sacrificios económicos cuando la situación lo requiere, eso es cierto, justo y saludable; pero esa solidaridad debe darse en doble vía, y como contraparte los Gobiernos deberían asumir su responsabilidad para buscar eficiencia en su gestión y en sus gastos. No es justo que el pueblo sacrifique su raída condición económica mientras el Gobierno sigue manteniendo un estado obeso e ineficiente, permitiendo que se sigan pagando sueldos a “pipones” en entidades y empresas públicas innecesarias. Sin comprometerse a cambatir la corrupción en instituciones como la de Adquisiciones y Contratación Pública. Sin interesarse en investigar los costos reales de la producción y comercialización petrolera. Sin intentar parar esa lacra de la minería ilegal. Sin decidirse a corregir cabalmente los subsidios de los combustibles, conformándose con solo tímidos cambios. Sin siquiera pensar en la rehabilitación del agro aún cuando la producción para consumo interno está al borde de la quiebra, a pesar que es el sector con mayor capacidad para generar empleo y multiplicar oportunidades laborales, y que además carga con la responsabilidad de la soberanía alimentaria.
Celebramos los aciertos del Gobierno, pero el ruído de los aplausos no debe encubrir los tropezones y desatinos. Una buena intención como la cooperación economica generalizada, pierde su relevancia al ensañarse con una parte de los aportantes.
Señor Presidente, desvirtúe el equivocado mensaje que nos encasilla en un mundo raro, donde hacer bien las cosas no merece ser elogiado… pero sí castigado.
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