HABLEMOS DE LOS AVANCES LABORALES DE LA MUJER EN AMÉRICA LATINA Por: ESTEFANY VASQUEZ ROJAS
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HABLEMOS DE LOS AVANCES LABORALES DE LA MUJER EN AMÉRICA LATINA
Por: ESTEFANY VASQUEZ ROJAS
En la mayoría de los países latinoamericanos, la fuerza laboral sigue estando dominada por hombres, con alrededor del 80% de participación masculina en empleos remunerados, en comparación con apenas el 50% de las mujeres.
Esto indica que aún queda un gran potencial sin explotar en cuanto a la contribución de las mujeres al mercado laboral. Mientras que cerca de la mitad del potencial productivo de las mujeres permanece subutilizado, solo una quinta parte del de los hombres se encuentra en una situación similar.
A pesar de esta disparidad, en las últimas dos décadas, las mujeres latinoamericanas han desempeñado un papel cada vez más activo en la fuerza laboral, reduciendo la brecha entre hombres y mujeres en las economías avanzadas a un ritmo significativo.
Es alentador destacar que la participación de las mujeres ha mejorado notablemente. En 1990, solo el 44% de las mujeres en América Latina estaban empleadas, pero para 2014, este porcentaje había aumentado al 54%, casi equiparándose con los niveles observados en Estados Unidos y en los mercados emergentes de Asia. Sin embargo, es importante tener en cuenta que estas mejoras ocultan importantes diferencias regionales.
Históricamente, los países del Caribe han mantenido altas tasas de participación femenina y desde 2005 han superado a Estados Unidos en este aspecto. Por otro lado, en otras partes de la región, como las cinco economías más grandes de América Central y del Sur, la participación femenina ha estado por debajo del 40% a principios de los años 1990, con avances notables en América del Sur y un progreso más lento en América Central.
Es alentador observar que las mujeres más jóvenes en América Latina están ingresando al mercado laboral en mayor medida, especialmente aquellas con niveles más altos de educación. A edades más tempranas, la brecha de género en el empleo es más reducida en todos los niveles educativos, y en los grupos con algún nivel de educación universitaria, la brecha es prácticamente inexistente. Este fenómeno probablemente se debe a una combinación de tendencias temporales (las generaciones más jóvenes de mujeres tienen una mayor participación laboral) y factores relacionados con el ciclo de vida (muchas de estas mujeres aún no son madres).
Es esencial reconocer que a medida que este grupo de mujeres más jóvenes alcance la edad reproductiva, las políticas que promuevan su continuación en la fuerza laboral serán cruciales. Esto es especialmente relevante considerando que en varios países de América Latina las mujeres están superando a los hombres en términos de educación.
Para concluir, es fundamental comprender que el impacto positivo directo de la incorporación de la mujer en la fuerza laboral es solo el principio. Al adoptar políticas a favor de las mujeres trabajadoras, como garantizar la igualdad salarial por trabajo igual, se fortalece el poder de decisión de las mujeres en el hogar. Dado que las mujeres suelen destinar más recursos a la educación y la salud de los niños, los beneficios se extenderían a toda la familia, además de incrementar la productividad de la fuerza laboral y proporcionar un estímulo a la economía.
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