Yulimar Rojas guerrera, campeona del mundo por cuarta vez y voz del empoderamiento de la mujer deportista
NOTI-AMERICA.COM | VENEZUELA –Al llegar al aeropuerto de Budapest la semana pasada, Yulimar Rojas se encuentra con un grupo de venezolanos que la esperan y con ellos suena la música y con ellos baila feliz y se deja grabar en vídeos que publica en su Instagram.
En el estadio, Yulimar Rojas salta más que nadie, y baila y ríe, y se proclama diferente. “Yo soy especial”, dice. “Intento hacer especiales a los demás. Intento hacer especial el momento, y creo que este es mi momento”.
Se presenta en el pasillo, rock star, como una guitarrista de heavy metal, una Van Halen, y pide que la aclame el público, luego, hop, step, jump, Rojas, invencible aun saltando mal, aun estando lenta y sin fuerza, gana su cuarto Mundial consecutivo en triple salto (15,08m) en un estadio en el que durante toda la semana, brotan, impetuosas, imparables, campeonas únicas.
“Es el camino del empoderamiento. Todas las mujeres pueden llegar a donde deseen. No hay límites”, dice. “La mujer ocupa un espacio bastante grande en el deporte. Antes no se nos valoraba de la mejor forma. Antes eran pocas las mujeres que destacaban y bueno, ahora eso es una marea de atletas que, como yo, luchan diariamente por reivindicar, por demostrar que podemos lograr lo que queremos, que a través de lo que soñamos podemos incentivar a más personas a que se unan, a que colaboren y a que vean el deporte como un medio de vida, como un medio de ilusión, como un medio de superación personal. Creo que aún falta mucho por mejorar, pero nada, momentos como estos son los que inspiran a seguir trabajando, para seguir incentivando, para seguir dando ejemplo al mundo entero y que se siga respetando los derechos, los valores y a todas las mujeres del mundo”.
Es Rojas, 27 años ya, la mejor triplista de la historia, campeona olímpica también, y plusmarquista mundial (15,74 metros), que salió de Venezuela para hacerse campeona en Guadalajara con los entrenamientos de Iván Pedroso, y cada año que pasa regresa más veces a su tierra, pasa más tiempo con los suyos, sus raíces en el ranchito (vivienda precaria) de Pozuelos, en Anzoátegui, ayuda económicamente, generosa, a quien lo necesita, y recuerda su infancia, el bullying que sufrió en la escuela por ser tan alta como la luna, por ser lesbiana, y lo cuenta todos los días, y pide a todas las mujeres que reivindiquen su diferencia, su pareja, su vida, que sean como quieren ser. Cuando viaja a Venezuela nunca se sabe cuándo regresa, y siempre retrasa su fecha, y Pedroso, cubano, se desespera porque la campeona no se entrena lo suficiente. No hace invierno de atleta, como si hubiera olvidado su gran motivación, la de saltar más de 16 metros, ser la primera que lo hace.
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