Los primeros apartamentos del total de 95 deben ser entregados este año. Son dos estructuras de seis plantas ya levantadas, aunque aún faltan los acabados.
Las trabajadoras llevan uniformes color pizarra con cascos rojos. Hace ocho años, cuando ubicaron el terreno para construirlo, ninguna de las 75 sabía de plomería o albañilería, mucho menos de lectura de planos y materiales de construcción. Les tocó formarse.
«Lo mío eran las manualidades y la pastelería», cuenta sonriente Guaramato, de 49 años, viuda de un albañil, sin interés en ese oficio hasta que salió este proyecto. Ahora mide un pedazo de tubo de PVC antes de aplicarle soldadura líquida.
La mayoría de estas familias no tiene casa propia y algunas viven «arrimadas» en viviendas de familiares. El colectivo evalúa a las familias preinscritas para recibir estos apartamentos, así como su involucramiento en la construcción para asignar las unidades.
«Me siento orgullosa de ver aquí tantas mujeres aprendiendo, todos estamos aquí no solamente haciendo viviendas, sino una comunidad», dice Tisoy, artesana y ama de casa de 43 años, que vivirá allí con sus cuatro hijas y un nieto de un año.
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