Las banderas de México, Estados Unidos y Canadá envolvían el imponente patio del Palacio Nacional, la residencia presidencial. Desde allí comparecieron en la tarde del martes los jefes de Gobierno de estos tres países para hacer balance de la Cumbre de Líderes de América del Norte (NALS, por sus siglas en inglés), conocida popularmente como la cumbre de los Three Amigos, que ha tenido lugar esta semana en Ciudad de México, una megaurbe que supera los 22 millones de habitantes.
La sede del Poder Ejecutivo mexicano ha acogido la décima edición de un foro trilateral que echó a rodar en 2005 con el propósito de entrelazar sus economías y hacer de la región una potencia comercial a escala global.
No hubo grandes anuncios, pero tampoco se esperaban. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, aterrizó el domingo en el recién estrenado aeropuerto Felipe Ángeles de México, convirtiéndose de paso en el primer inquilino de la Casa Blanca en visitar el país vecino en casi una década, para “impulsar la competitividad económica de América del Norte y promover el crecimiento inclusivo y la prosperidad”. “Los tres países profundizarán nuestra cooperación económica, promoverán la inversión y reforzarán la competitividad, la innovación y la resiliencia”, recogía la Administración Biden en un extenso comunicado.
El propio Biden, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, mantuvieron una intensa sesión diplomática a tres bandas acompañados de sus respectivos equipos para hacer frente a los seis dosieres que estaban puestos encima de la mesa: diversidad, equidad e inclusión; cambio climático y medioambiente; competitividad; migración y desarrollo; salud y seguridad.
En realidad, el eje temático que vertebró la conversación se basó en cuatro puntos: relaciones comerciales, crisis migratoria, amenaza del narcotráfico e inestabilidad regional.
Antes de que los tres líderes estuvieran reunidos en el Palacio Nacional, un grupo de manifestantes en defensa de los derechos humanos organizó una concentración en las inmediaciones del Centro Histórico de Ciudad de México, en el Zócalo, lugar por donde pasó La Bestia, el búnker con ruedas que transporta al presidente de Estados Unidos. Protestaban por las leyes migratorias puestas en marcha bajo su Administración y exigían la exoneración del activista australiano Julian Assange, detenido en Reino Unido, que enfrenta una acusación por cargos de espionaje —entre otros— en Estados Unidos por sus filtraciones en WikiLeaks. López Obrador ofreció asilo al hacker en 2021 y el año pasado aseguró que negociaría con Biden poner fin a su persecución judicial.
La rueda de prensa de los tres líderes en el patio del Palacio Nacional dejó un reguero de titulares, a pesar de que la reunión trilateral, celebrada a puerta cerrada, se sucediera sin alcanzar acuerdos de calado. Había pocos avances que anunciar, pero la capacidad de López Obrador para extender cada respuesta dilató la comparecencia.
El mandatario mexicano, que ha depositado una importante dosis de optimismo en la Administración Biden, empezó agradeciendo al demócrata que fuera “el primer presidente de Estados Unidos en mucho tiempo que no ha construido ni un metro del muro”.
AMLO, como es conocido, pidió a Biden que medie con la Cámara de Representantes para regularizar la situación de los aproximadamente 11 millones de mexicanos que residen de forma ilegal en Estados Unidos. El Congreso no pasa precisamente por su mejor momento después del bloqueo del ala radical del Partido Republicano al candidato de su propia formación para presidir la Cámara baja, Kevin McCarthy. Hasta la fecha, ningún presidente mexicano lo ha conseguido, y será complicado que López Obrador se cuelgue esa medalla.
Eso no le eximió de sacar pecho y defender otros logros de su mandato. Según el presidente, son menos los mexicanos que dejan el país. No aportó datos que corroboren esta afirmación, pero basó sus palabras en las prestaciones sociales que ofrece su Gobierno. La realidad es que, pese a la reducción de estas cifras a nivel mexicano, los niveles de migración están batiendo récords. Decenas de miles de personas se arrojan cada año sobre la frontera estadounidense en búsqueda de una vida mejor.
“Ya no puede haber ninguna duda, ninguna, en el mundo interconectado de hoy —remarcó Biden en contraposición con su predecesor, Donald Trump—. No podemos amurallarnos frente a problemas compartidos”.
El presidente de Estados Unidos, que definió a México como un “verdadero socio”, agradeció por su parte a López Obrador el recibimiento de México de aquellos migrantes que, a partir de ahora, crucen la frontera de Estados Unidos sin la autorización legal correspondiente. Washington planea recibir 30.000 inmigrantes mensuales, procedentes de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela. A cambio, México se hará cargo de los que no sigan los cauces administrativos.
Justin Trudeau fue el tercero en discordia en intervenir. El premier canadiense, que había aprovechado la jornada del martes para reunirse con líderes empresariales e inversores mexicanos en Canadá, hizo referencia a la convulsa situación de Haití, pero insistió precisamente en la cooperación económica regional en un contexto en que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que une a sus economías, está tensionado a cuenta de las medidas proteccionistas de López Obrador en el sector energético, que han otorgado ventajas a las compañías estatales —Comisión Federal de Electricidad (CFE) y la empresa petrolera y gasística Pemex— por delante de las privadas de origen canadiense y estadounidense.
Biden abandonó México en la noche del martes después de discutir con su homólogo mexicano sobre la crisis migratoria, la plaga de fentanilo en Estados Unidos y los efectos del cambio climático, que afectan por igual a ambos lados del Río Bravo, e intervenir en la reunión a tres bandas.
Pero la cumbre finaliza formalmente este miércoles con el cara a cara entre López Obrador y Trudeau. El primer ministro canadiense también tuvo el martes la oportunidad de dialogar con Biden. “Discutieron oportunidades para fortalecer las cadenas de suministro de materias primas, vehículos eléctricos y semiconductores”, trasladó la Casa Blanca.
Ambos cerraron un acuerdo para la compraventa del sistema de misil antiaéreo avanzado NASAM, para que Canadá se lo cediera a Ucrania. “Canadá se solidariza con los ucranianos en su heroica lucha contra la invasión ilegal e injustificable de Rusia. Hoy estamos avanzando con la primera donación canadiense de sistemas de defensa antiaérea a Ucrania”, declaró la ministra de Defensa canadiense, Anita Anand, en una entrevista en la CNN. Esta misma semana, Ottawa adquirió además una flota de 88 cazas F-35, fabricados por la contratista estadounidense Lockheed Martin. Casi como contraprestación, Biden prometió a Trudeau visitar Canadá en marzo.
Coordinador América: José Antonio Sierra
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