Las elecciones presidenciales y parlamentarias previstas para el próximo 18 de junio de 2023 en Turquía se presentan como las más determinantes de las últimas décadas. O el actual presidente, Recep Tayyip Erdogan consolida definitivamente su poder tras casi 20 años en el poder –de los cuales, los últimos cinco ha ejercido el doble cargo de jefe de Estado y jefe de Gobierno–; o el tablero político sufre uno de los mayores cambios desde principios de siglo, abriéndose, por primera vez, un espacio multipartidista donde los espectros políticos puedan alejarse del básico “a favor/en contra” de Erdogan.
A día de hoy, el periodista Amed Dicle, redactor del medio especializado en la causa kurda MedyaNews, afirma que el escenario político turco está dividido principalmente en tres bloques. Un primer bloque nacionalista de corte islamista de derechas, integrado por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco) del que forma parte el actual presidente, y su aliado en la coalición Alianza Popular, el Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), así como de otras formaciones minoritarias.
En segundo lugar, Dicle ubica a la oposición también nacionalista, pero de un marcado liberalismo laico, conformada por el Partido Popular Republicado (CJP) y el Partido İyi (también conocido Partido del Bien), entre otros. No obstante, y pese a su inclinación algo más progresista, el periodista especializado en la minoría kurda advierte de la tendencia de este segundo grupo a rechazar a los kurdos, del mismo modo que sucede con la Alianza Popular y las formaciones afines.
El bloque prokurdo liderado por el Partido Democrático de los Pueblos (conocido bajo sus siglas HDP) sería, por último, el tercer grupo que identifica Dicle, y –dado que ninguno de los tres bloques parece lo suficientemente fuerte para imponerse en las próximas elecciones de 2023 con un 50% de los votos, o más– este podría convertirse en un aliado fundamental para garantizar una mayoría parlamentaria. Y es que varias de las últimas encuestas afirman que los 15 millones de kurdos que habitan actualmente en Turquía (en torno a un 20% de la población total) podrían situar a la alianza prokurda con un 15% del respaldo popular en las urnas. Un volumen de votos que colocaría al HDP y a sus socios en el bando ganador, sea cual sea el bando en que se sitúen.
Por todo ello, el que fuera alcalde electo de la ciudad turca de Diyarbakır en 2019, Orhan Ayaz, candidato del Partido Democrático de los Pueblos (al que nunca se permitió asumir el cargo, a pesar de haber reunido más del 70% de los votos de la localidad) declaró: “tenemos más de seis millones de votantes [en un país de 85 millones] y queremos [presentarnos a las siguientes elecciones con] un candidato valiente que apoye la causa de los kurdos”.
Y es que según explica el analista kurdo y presidente del Centro de Investigación Social Tigris (DiTAM), Mesut Azizoğlu, para el medio Arab News, “todos los gobiernos desde el comienzo de la República turca hasta hoy tienen miedo de los kurdos, y casi todas sus políticas se han basado en ese miedo”. “No vamos a apoyar a un bloque que no nos apoye”, era la posición política del candidato de HDP, Ayaz, en la misma línea en que un empresario kurdo-turco local, que afirmó para Arab News que “los kurdos no votarán por su enemigo. […] Basta con que permanezcan neutrales, y eso ya es suficiente para que [el actual presidente] Erdogan prevalezca”.
El periodista Amed Dicle subraya que, para las formaciones prokurdas, las perspectivas de hacerse con un cargo ministerial son casi imposibles (algo que ya quedó de manifiesto cuando el Gobierno se opuso a las declaraciones de un parlamentario, que proponía entregar un ministerio al grupo HDP). Sin embargo, explica que su papel será clave. “El HDP ha anunciado que participará en las elecciones parlamentarias con sus propios aliados, pero que, de cara a las elecciones presidenciales, sí que apoyaría a un candidato unitario adecuado [para su causa]”, sostiene.
La situación de las formaciones políticas prokurdas en el escenario nacional turco ha estado marcada, casi desde los albores del nacionalismo kurdo, por la represión y la persecución del Gobierno de Ankara. Ya en la década de 1990, más de una decena de partidos kurdos fueron prohibidos u obligados a disolverse tras las condenas y encarcelamientos de sus dirigentes, a quienes se acusaba –y se acusa a día de hoy– de ser afines al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una formación política fundada por Abdullah Öcalan y considerada por Turquía y muchas otras potencias internacionales como un grupo terrorista, después de que en 1984 tomase las armas.
“El PKK fue un movimiento popular nacido de la presión sufrida por los kurdos”, apunta Orhan Ayaz, “no cayó del cielo”. Una afirmación que el presidente de DiTAM sostiene, entre otras cosas, debido a la ley de Ankara –todavía en vigor– que prohíbe la educación, la publicación y la difusión de textos en lengua kurda.
“Ahora lo que queremos es una solución pacífica y política. La forma militar no es una solución. Pero para ello necesita de un sistema democrático que pueda silenciar las armas”, dijo Ayaz, pues en los últimos años hasta 60 funcionarios electos del HDP han seguido los mismos pasos del alcalde: pese a ser elegidos mediante votación, son otros miembros del AKP (el partido dirigido por Erdogan) los que ocupan sus cargos debido a las acusaciones de colaborar con terroristas. “Todos estos cargos de terrorismo solo intentan criminalizar al HDP”, concluye Ayaz, mientras la fiscalía general de Turquía continúa trabajando por ilegalizar el partido prokurdo o, al menos, detener sus cauces de financiación y congelar sus cuentas.
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