El hierbatero don Camilo, cura de todo, menos a los políticos con mal corazón
REDACCIÓN NOTI-AMÉRICA (ECUADOR). Por Memo Domínguez Mejía
El hierbatero don Camilo, es un viejo amigo que conocí cuando llegué a la parroquia Chillogallo y al que desde entonces visito cuando me aqueja algún dolor del cuerpo o del corazón.
Es muy conocedor de la naturaleza y los misterios que guardan las diferentes plantas que crecen en los páramos, laderas y bosques cercanos a los volcanes Atacazo y Pichincha.
Muchas veces me ha contado que ha tenido que subir hasta la misma boca de estos volcanes, ya que sólo allí crecen ciertas plantas medicinales y sus raíces son verdaderamente milagrosas.
Comenta que es uno de los pocos que quedan con los conocimientos ancestrales y que conocen el poder que tiene la naturaleza y las plantas para curar las enfermedades de los seres hunanos y animales.
Lo único que lamenta Don Camilo, es no haber aprendido a curar males arraigados en la sociedad, como robar, mentir o traicionar; ya que todo lo demás lo puede sanar.
Me explicaba que identifica a las plantas generalmente por su aroma, su forma y color; muchas de ellas crecen en lugares de difícil acceso para los humanos y muy pocos se han atrevido a ir a recogerlas.
Cuenta que sus pacientes son, por lo general, gente muy pobre que no conoce lo que es un seguro médico y que nunca ha tenido un trabajo fijo que no sea de ayudante de albañil o de peón en las épocas de sembríos y cosechas.
El hierbatero don Camilo, a pesar del paso de los años, que lleva marcados por su cabello escaso, sus arrugas y la curvatura en la espalda, se lo ve fuerte. En su rostro no pierde la sonrisa y cuando conversamos, siempre es positivo y hace bromas que me causan gracia. Conoce al detalle a todos los políticos, quien es el honesto o el ladrón, y hasta predice quién va a ganar las elecciones.
Siempre me habla de un bigotudo, que junto a un expresidente, son los que tienen el control electoral, por ejemplo.
Lastimosamente, a su criterio, en los próximos años nada va cambiar. El robo y la impunidad seguirán igual o peor.
Don Camilo, mi amigo, el hierbatero de mi parroquia, siempre sonriendo se despide, diciéndome: seguiré hasta el último de mis días de la mano de la naturaleza curando los males que nos aquejan, aunque está claro que las verdaderas plagas a sanar, son los políticos y su corazón.
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