Jiang Zemin, presidente de la República Popular de China entre 1993 y 2003, murió a los 96 años de edad en Shanghái, según informaron medios oficiales chinos. El gigante chino pierde así a una figura clave de la gran pujanza económica nacional de la década de los 90 del siglo pasado producida justo después de la polémica que se generó con la matanza de la Plaza de Tiananmen, acaecida tras las protestas protagonizadas en 1989 en esta zona de Pekín por estudiantes chinos que denunciaban la corrupción y opresión reinante y que estaban contrariados por las radicales reformas económicas que llevaron a una fuerte inflación y al crecimiento del desempleo. Unas manifestaciones que desembocaron en una brutal represión decretada por las autoridades chinas que acabó con centenares de muertos, según diversas estimaciones.
Los dirigentes chinos ordenaron numerosos arrestos contra los responsables de las protestas, expulsaron a la prensa extranjera del país y controlaron estrictamente la cobertura de los acontecimientos por parte de la prensa nacional. Todo esto generó la fuerte repulsa de la comunidad internacional debido a la actuación del Gobierno chino.
Tras este episodio negro, Jiang Zemin se convirtió en una persona fundamental en la China posterior al suceso de Tiananmen, y en protagonista del fuerte crecimiento económico del país asiático en los años 90. Aunque siguieron persistiendo episodios negros en su trayectoria como la persistencia de las desigualdades sociales acrecentadas por las reformas económicas, la represión en la región del Tíbet y la pugna contra la organización Falun Gong, tachada de sectaria por las autoridades chinas.
En el caso del Tíbet, durante casi 40 años disfrutó de una independencia en la práctica, pero la llegada al poder del comunismo en China en 1949 puso fin a esta etapa en la región del Himalaya. Hace más de 70 años, miles de tropas enviadas por el líder Mao Zedong entraron al Tíbet, acorralaron a sus autoridades y finalmente tomaron la ciudad fronteriza de Chamdo el 19 de octubre. Bajo presiones por parte de China, el dalái lama firmó el polémico Acuerdo de los 17 Puntos tras ocho meses de ocupación por el Ejército chino, un documento que oficializó la anexión del territorio.
Por otro lado, la entidad Falun Gong tiene que ver con una práctica espiritual ancestral china relacionada con la meditación y que tuvo gran aceptación en un principio. Pero a partir de la década de los 90 comenzó la persecución por parte del Partido Comunista de China que veían a la organización como un peligro por la dimensión que había tomado, por su independencia del poder y por las enseñanzas espirituales que llevaban a cabo que no cuadraban con los preceptos ideológicos proyectados por el Gobierno chino.
En este escenario se movió la figura de Jiang Zemin, nacido en Yangzhou en 1926 y quien se hizo con el puesto de secretario general del Partido Comunista en 1989 en una época difícil marcada por las críticas internacionales y las protestas sociales, marcando un punto de inflexión que se caracterizó sobre todo por el crecimiento económico del país. Zemin se afilió al Partido Comunista de China siendo muy joven y tuvo una formación como ingeniero en Shanghái que le llevó a desarrollar su carrera profesional en China y Moscú en el sector de la automoción. Precisamente en la ciudad moscovita tuvo una importante aproximación con responsables de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
La personalidad de Jiang Zemin fue importante porque ofreció una cara más amable y complaciente, sobre todo de cara al exterior, haciéndose muy popular y cambiando bastante la imagen de China. Una postura política menos agresiva respecto a la que está mostrando otro sucesor suyo como el actual presidente Xi Jinping, protagonista de políticas más expansionistas y amenazadoras, sobre todo en la zona del Indo-Pacífico.
Zemin tenía un carácter pragmático y moderado que ayudaba en sus relaciones políticas y era visto como alguien afable por parte de otros líderes internacionales. Incluso protagonizó anécdotas cantando, bailando o bromeando en actos públicos con otros dirigentes políticos, imagen muy alejada de otras más serias y frías ofrecidas por líderes comunistas chinos a lo largo de la historia.
Fue en Shanghái donde desarrolló de manera importante su carrera política, llegando a ser alcalde y secretario general del Partido Comunista en esa ciudad y logró acceder a la Presidencia de la República Popular de China en 1993 tras los sucesos de Tiananmen debido a la purga que hubo en el seno del Partido Comunista para eliminar a aquellos que habían intentado simpatizar con los manifestantes contrarios a las políticas de régimen. En este escenario, Deng Xiaoping, que ejercía el poder de facto, y otros veteranos del poder comunista eligieron a Jiang Zemin como relevo para no caer en un reformismo aperturista como el que estaba protagonizando Mijaíl Gorbachov en la URSS, aunque sí continuar con el liberalismo económico que iba a permitir al país despegar financieramente. También tuvo que ver en su elección el hecho de que logró acallar y disolver las protestas en Shanghái sin llegar a la violencia desplegada por la Policía y el Ejército en Pekín en 1989.
Así, en junio de 1989 llegó a ser secretario general del Partido Comunista sustituyendo al purgado Zhao Ziyang y posteriormente presidente de China en 1993 sucediendo a Deng Xiaoping como líder absoluto de China.
Visto en los primeros años como un líder de transición supeditado a Deng Xiaoping, Jiang Zemin se generó su propia imagen de estadista y se afianzó como líder político nacional. Ya una vez como presidente del país, estableció una importante red de influencias que alcanzó al estamento económico e incluso militar.
Su mandato estuvo marcado principalmente por el auge económico nacional que llevó a la nación a crecer a tasas anuales en torno al 10%, lo que llevó a China a entrar en la Organización Mundial del Comercio en 2001. Todo representado por un modelo político-económico marcado por el férreo régimen del Partido Comunista de China ligado a un liberalismo económico alejado de la ortodoxia que fracasó en otras naciones de la órbita comunista. Un sistema que hizo despegar económicamente al país, pero que ahondó en las desigualdades sociales entre ricos y pobres y que derivó en críticas por supuesta corrupción y desvío de dinero.
En 2003 llegó la sucesión de Jiang Zemin al frente del país y le sustituyó Hu Jintao, quien precisamente fue apartado supuestamente tras el último Congreso del Partido Comunista de China que entronizó definitivamente con plenos poderes este año al actual presidente Xi Jinping, quien ha tenido siempre un marcado discurso contrario a la corrupción en el seno el partido y quien ha querido romper también con todo rastro del pasado y apartar a colaboradores vinculados a Jiang Zemin y al propio Hu Jintao.
Por lo tanto, llega ahora el adiós a Jiang Zemin, quien se hizo con las riendas de una China marcada por las protestas y las críticas internacionales para transformarla en una potencia económica mundial y en un país bien visto internacionalmente con una cara más amable, que llegó incluso a poder organizar unos Juegos Olímpicos en 2008.
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