Beneficiándose de un clima mediterráneo templado y cálido, Marruecos, acostumbrado a los episodios de sequía de los últimos años, acaba de sufrirlos gravemente. De hecho, la cosecha de cereales de Marruecos de este año se estima en 3,4 millones de toneladas – de las cuales se calcula que 2,5 millones de toneladas de producción de trigo – un 67% menos que el año pasado.

El Ministerio de Agricultura marroquí declaró que el valor añadido agrícola marroquí tendrá un déficit del 14% este año.

Según las cifras comunicadas por el Gobierno marroquí, sólo se han producido 34 millones de quintales para la campaña agrícola 2021/2022, es decir, un 55% menos que la media quinquenal y una de las cantidades más bajas jamás registradas por el Reino. La producción agrícola, esencialmente de secano, representa el 85% de la producción total, que se ha visto dificultada por la sequía.

Las prolongadas y generalizadas sequías que sufre el Reino alauí han dado lugar a una campaña agrícola marcada por una mala distribución temporal de las precipitaciones. El Sistema Mundial de Información y Alerta de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) informa de que “tras un buen comienzo de la temporada de lluvias, las cantidades de lluvia acumuladas entre noviembre de 2021 y febrero de 2022 fueron aproximadamente la mitad de la media, lo que provocó condiciones de sequía generalizadas en todo el país”. Las abundantes lluvias de marzo y abril, hasta un 40% por encima de la media en algunas zonas, llegaron demasiado tarde para iniciar la recuperación de la vegetación, ya que los cultivos de cereales habían alcanzado la fase de llenado del grano.

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Además, el contexto internacional marcado por la guerra en Ucrania, desde el pasado mes de febrero, ha agravado la situación cuando se sabe que Marruecos depende en gran medida de las importaciones de cereales para cubrir sus necesidades de consumo.

El resumen del informe del SMIA subraya la fuerte dependencia de Marruecos de las importaciones de cereales y energía. De hecho, “como principal exportador de fosfatos del mundo, el valor de las exportaciones de fosfatos de Marruecos se duplicó en el primer trimestre de 2022 en comparación con el mismo período de 2021, apoyado por los altos precios internacionales de los fertilizantes. Sin embargo, el aumento de la factura neta de las importaciones de alimentos y energía superó las ganancias derivadas de los altos precios de los fertilizantes, ampliando la balanza comercial”, señala el informe.

Además, el contexto internacional, marcado por la guerra en Ucrania desde el pasado mes de febrero, empaña el panorama cuando sabemos que Marruecos depende en gran medida de las importaciones de cereales para cubrir sus necesidades de consumo. El Sistema Mundial de Información y Alerta (SMIA) de la FAO señala que “en los últimos cuatro años, las importaciones de trigo procedentes de Ucrania y la Federación Rusa han representado alrededor del 20 y el 7%, respectivamente, del total de las importaciones”. Este año de escasez de alimentos, con el telón de fondo de la guerra de Ucrania, plantea también la cuestión de la seguridad alimentaria del país, para la que el portavoz del Gobierno y ministro delegado encargado de las Relaciones con el Parlamento, Mustapha Baitas, se muestra tranquilizador, confiando en que el Reino dispone de una reserva de cuatro meses de consumo y que, en caso necesario, podrían ponerse en marcha mecanismos de renovación de las existencias nacionales. Sensible a las variaciones del mercado internacional, Marruecos también había aumentado las subvenciones a la harina a principios de año y suspendido los derechos de aduana aplicables a las importaciones de trigo: “el Gobierno sigue resistiendo y subvencionando esta sustancia para ayudar a los ciudadanos y preservar su poder adquisitivo”, concluye Mustapha Baitas.

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Sin embargo, a pesar de la voluntad del Ejecutivo marroquí de ser tranquilizador, recientemente ha revisado a la baja sus previsiones de crecimiento del PIB para 2022, situándolas en el 1,5% en lugar del 3,2 respecto a las previsiones anteriores.

Según las estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, las necesidades de importación de cereales para 2022/2023 se calculan en 10,4 millones de toneladas, es decir, alrededor de un 35% más que las necesidades medias de importación en 2021/2022, destacando que el trigo constituye alrededor del 60% de las importaciones de cereales. La firma de dos acuerdos con Moscú sobre la exportación de productos agrícolas y fertilizantes al extranjero ha permitido una lenta reanudación de las exportaciones de grano de Ucrania, como demuestra la salida del primer barco del puerto de Odesa el 8 de agosto, pero Ucrania ha advertido que sus exportaciones de grano tardarán meses en volver a los niveles anteriores a la guerra.

Si la situación actual todavía permite al Reino satisfacer adecuadamente sus necesidades, las sequías, cada vez más frecuentes y graves, unidas al estancamiento de la guerra en Ucrania, plantean interrogantes sobre el futuro margen de maniobra, probablemente menos cómodo, que tendrá el Reino para hacer frente a esta situación.