La Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos, la NASA, acaba de confirmar que el lanzamiento de la primera misión que inicia el camino del retorno norteamericano a la Luna despegará el 29 de agosto desde el Centro Espacial Kennedy, en la costa del estado norteamericano de Florida.
Lo ha anunciado el propio administrador de la Agencia, Bill Nelson, en una sesión informativa celebrada el 3 de agosto. Denominada Artemis I, la misión debe recorrer un total de 2,1 millones de kilómetros, alcanzar la órbita lunar y volar a una altura mínima de 97 kilómetros sobre su superficie. Pero sin llevar astronautas. Será un ensayo real y completo sin tripulación.
Al tratarse de la primera prueba integral de los nuevos sistemas de exploración del espacio profundo de la NASA, la Agencia va a efectuar un exhaustivo examen de todos los equipamientos que ha desarrollado para la ocasión, incluidos los sistemas terrestres que ha levantado en el Centro Espacial Kennedy.
En primer lugar, y antes de arriesgar la vida de cualquiera de sus astronautas, va a comprobar que el nuevo lanzador de nombre Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS) es un medio de transporte espacial seguro y fiable. De 100 metros de altura y calificado por la NASA como “el cohete más poderoso del mundo”, el SLS es en la década de 2020 el equivalente al cohete Saturno V del programa Apolo de los años 60, que llevó a los primeros seres humanos a la Luna.
Artemis I también va a evaluar todas las capacidades que ofrece la nueva cápsula Orión, que en futuras misiones embarcará a los astronautas que van a viajar a nuestro satélite natural, los traerá de regreso tras un viaje de ida y vuelta de 43 días ‒salvo emergencias‒ y amerizará en el océano Pacífico, frente a las costas de San Diego, California. En la misión Artemis I, Orión se desprenderá del cohete SLS 2 horas y 5 minutos después del despegue y su regreso a la Tierra está previsto para el 10 de octubre, siempre que el lanzamiento tenga lugar el 29 de agosto.
Orión debe volar más lejos que jamás lo haya hecho ninguna otra astronave. Viajará 450.000 kilómetros desde la Tierra y otros 64.000 más allá del lado oscuro de la Luna, lo que supone superar en 48.000 kilómetros el récord establecido por el Apolo 13 en abril de 1970. Significa que permanecerá en el espacio sin acoplarse a ningún complejo orbital más tiempo que cualquier otra nave espacial.
El administrador de la NASA resume el proyecto diciendo que “estábamos en la generación Apolo y ahora estamos en la nueva generación Artemis”. Y ha querido dejar claro que regresar a la Luna es el gran trampolín para llegar el Planeta Rojo: “Vamos a ir a Marte y vamos a volver a la Luna, para trabajar, vivir, sobrevivir y aprender cómo usar los recursos lunares para poder construir cosas en el futuro”.
Aunque en la primera misión de retorno a la Luna del siglo XXI no viajan astronautas, sí lo hacen tres pasajeros no humanos, que vestirán el llamado sistema de supervivencia de la tripulación Orión. Su función consiste en probar las condiciones de habitabilidad de la cápsula Orión y, mediante sus sensores, recopilar datos de utilidad para futuras misiones con astronautas.
En el asiento del jefe de la misión ocupará plaza el jefe de los maniquíes, el bautizado como comandante Moonikin Campos en un concurso publico organizado por la NASA. Cuenta con sensores en el reposacabezas y detrás del asiento para registrar las aceleraciones y vibraciones, cinco acelerómetros y dos sensores de radiación.
Al comandante Campos le acompañarán Helga y Zohar, dos torsos de maniquíes, fabricados con materiales que imitan huesos humanos, tejidos blandos y órganos de una mujer adulta. Experimento de la NASA, el Centro Aeroespacial Alemán y la Agencia Espacial de Israel, van equipados con más de 5.600 sensores pasivos y 34 detectores activos para medir su exposición a las radiaciones solares.
Zohar vestirá un chaleco de protección contra la radiación (AstroRad), que no portará Helga. El estudio pretende obtener datos valiosos sobre los niveles de radiación que sufren los astronautas en misiones lunares y los beneficios de utilizar chalecos protectores para trabajar en actividades críticas a pesar de sufrir una tormenta solar. Junto a los tres maniquíes viajan diferentes ensayos. Entre los de carácter biológico destaca uno para analizar el impacto de las radiaciones en el valor nutricional de las semillas.
¿Cuáles son los objetivos principales que debe superar Artemis I? En primer lugar, acreditar las capacidades del lanzador SLS. Pero igual de importante es demostrar que la cápsula Orión es capaz de regresar a la Tierra, entrar en la atmósfera y frenar desde los 40.000 km/h a los 480 km/h.
Pero sobre todo, se tiene que validar que el escudo térmico de Orión puede resistir temperaturas del orden de los 2.800º centígrados, requisitos imprescindibles para recuperar la nave espacial y salvar la vida de los astronautas que en posteriores misiones viajarán en su interior. Es una temperatura que ninguna instalación de prueba aerodinámica o aerotérmica ha podido recrear en la Tierra.
Artemis I aprovechará para desplegar 13 diminutos satélites científicos y tecnológicos del tamaño de una amplia caja de zapatos y unos 11 kilos de peso cada uno. Siete pertenecen a universidades, institutos y grandes empresas de Estados Unidos, dos a universidades de Japón y uno a la agencia espacial de Italia.
En el programa Artemis hay confirmadas seis misiones y su coste total ronda los 10.000 millones de dólares. Tras Artemis I volará Artemis II, cuyo despegue está programado por el momento para mayo de 2024. Será la primera misión tripulada, aunque los cuatro astronautas que viajen a bordo no llegarán a posarse sobre la Luna. Le seguirá en 2025 Artemis III, que también contará con cuatro astronautas, de los que dos alcanzarán la superficie de la Luna, uno de ellos la primera mujer en poner los pies en nuestro satélite natural.
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