El Parlamento Europeo ha dado luz verde a la calificación del gas natural y la energía nuclear como sostenibles. La Eurocámara ha desestimado este miércoles la propuesta de excluir estas dos fuentes de la llamada “taxonomía europea”, avalando la propuesta de la Comisión. La taxonomía tiene como objetivo clasificar las actividades económicas según su sostenibilidad, guiando a través de incentivos y beneficios a la inversión privada hacia los sectores más necesarios para la transición energética. Y ahora, salvo una votación en contra por mayoría calificada en el Consejo de la UE, el gas y la energía nuclear pasarán a beneficiarse de este esquema a partir del 1 de enero de 2023, siendo susceptibles de recibir inversiones millonarias.
La votación fue muy ajustada, despertando pasiones en uno y otro bando, pero finalmente 328 diputados, particularmente de los sectores conservadores, liberales y de la extrema derecha, decantaron la balanza, frente a 278 diputados socialdemócratas e izquierdistas opuestos a esta denominación.
La comisaria encargada de asuntos financieros, Mairead McGuinness, celebró este resultado, considerando el proyecto legislativo de la Comisión, el llamado Acto Delegado Complementario, “una propuesta pragmática” que asegurará que la inversión privada en estas dos fuentes energéticas cumpla con “criterios estrictos”. “Nuestra propuesta garantiza la transparencia para que los inversores sepan en qué están invirtiendo”, afirmó la política irlandesa.
La presidenta de la Eurocámara, Roberta Metsola, por su parte, incidió en la necesidad de mantener la ambición en cuanto a los objetivos climáticos. “Este Parlamento se mantendrá firme en pedirnos que sigamos siendo ambiciosos y, al mismo tiempo, realistas para asegurarnos que las medidas inmediatas a corto plazo no se conviertan en la nueva normalidad a medio plazo”, afirmó la maltesa.
De salir adelante en el Consejo, estas dos fuentes figurarán como transitorias, en la medida que no existe una alternativa tecnológica o económicamente viable de bajas emisiones de carbono, obteniendo menos ventajas que las energías etiquetadas como verdes. La idea de la Comisión es que estas dos fuentes puedan ayudar a los esfuerzos de lograr la transición energética. “Las actividades de gas y energía nuclear nos permitirán abandonar más rápidamente actividades más contaminantes —como la generación de energía a partir del carbón— en favor de un futuro climáticamente neutro y basado de forma preponderante en fuentes renovables”, explicó la Comisión en la nota de prensa en la que presentó el proyecto.
De acuerdo con el Pacto Verde Europeo, para 2030 la UE pretende reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 55% con respecto a los niveles de 1990, y alcanzar la neutralidad de carbono en 2050, y Bruselas espera que el gas y la energía nuclear contribuyan a esta ambiciosa meta temporalmente, y cumpliendo una serie de requisitos.
El gas tendrá como objetivo ayudar a remplazar el carbón, y solo se avalarán las inversiones de este mecanismo en proyectos de bajas emisiones o hasta 2030. Por su parte, la energía nuclear tendrá que cumplir unos exigentes requisitos de seguridad y medioambientales, y se reconocerán las inversiones dentro de la taxonomía hasta 2045 para nuevas plantas y hasta 2040 para modificaciones y extensiones de plantas ya existentes.
Un reactor nuclear, en general, tarda en construirse entre 5 y 20 años, dependiendo de retrasos, y tiene una vida útil de unos 40 años, que puede ser alargada con un mantenimiento adecuado, por lo que el futuro energético europeo podría seguir ligado a esta fuente más allá del cambio de siglo. Si bien su coste económico es muy alto, la atracción de nuevas inversiones verdes puede suponer un espaldarazo al sector.
Los detractores del proyecto han acusado a la Comisión de abandonar el camino a la transición climática, y de permitir un “blanqueo verde” (greenwashing) para las empresas. “De ahora en adelante, la Comisión tendrá que dejar de afirmar que la UE es un líder en la acción climática global. ¿Cómo diablos podemos exigir que otros dejen de utilizar combustibles fósiles cuando nosotros mismos decidimos que el gas natural es una inversión verde?”, clamó Silvia Modig, parlamentaria finlandesa de la izquierda europea.
La oficina de Greenpeace ante la UE también condenó energéticamente esta votación, que calificó como “Un resultado indignante para etiquetar el gas y la energía nuclear como verdes […] y seguir llenando las arcas de guerra de Putin”. La ONG, además, prometió llevar la cuestión ante la justicia europea.
Tampoco ha sentado bien la medida en algunas capitales. Luxemburgo y Austria han anunciado su oposición al acuerdo, y también acudirán al Tribunal de Justicia de la Unión Europea. “No es creíble, ni ambicioso ni basado en el conocimiento, pone en peligro nuestro futuro y es más que irresponsable”, lamentó la ministra austríaca de Medio Ambiente, Leonore Gewessler.
Pero, salvo sorpresa, la ley saldrá adelante. Ahora, la propuesta de excluir el gas y la energía nuclear pasará a las manos del Consejo, la institución colegisladora en la que están representados los Veintisiete, que actúa como una suerte de Cámara Alta. Para salir adelante, este proyecto tendría que superar una complicada métrica, teniendo que contar con el voto a favor de al menos 20 de los 27 países que representen a un 65% de la población total de la UE, algo sumamente improbable.
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