Después de años de encontronazos entre América Latina y la Administración del exmandatario estadounidense Donald Trump, la celebración de la IX Cumbre de las Américas sobre suelo yanki parecía convertirse para Washington en la mejor de las oportunidades para el impulso de una nueva hoja de ruta regional. Aunque, lejos de la realidad, esta edición – celebrada entre el miércoles 8 y el viernes 10 de junio en la ciudad californiana de Los Ángeles y marcada por una extensa agenda de problemas a abordar –, se ha visto eclipsada por una importante lista de ausencias de alto nivel.
Con todo, el encuentro fue oficialmente inaugurado por las palabras del presidente Joe Biden en el Microsoft Theater, tras una actuación musical organizada por el productor cubano-estadounidense Emilio Estefan, y las alocuciones del alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti; el gobernador de California, Gavin Newson; y la vicepresidenta de la Administración Biden, Kamala Harris. Así como el presidente de Perú, Pedro Castillo, que acudió al encuentro sin su habitual sombrero en máxima representación del país anfitrión de la anterior edición de la cumbre, en 2018.
La democracia “es un sello distintivo” del continente americano, eran las palabras de un Joe Biden que evitó hacer referencia directa a la polémica ausencia de Cuba, Nicaragua y Venezuela. No invitados por ser considerados países “no democráticos” que “vulneran los derechos humanos”. La democracia “está bajo asalto en todo el mundo”, y todos los países latinoamericanos que comparten este sistema de gobierno deben “aumentar su cooperación” y “comprometerse a su promoción y defensa”, apuntó el líder de la Casa Blanca durante su discurso inaugural, brevemente interrumpido por los gritos de una activista “contra el cambio climático”.
La IX edición de la Cumbre de las Américas se enfrenta a una agenda repleta de muchos y muy diversos “desafíos regionales”. Una agenda que no deja de crecer: crisis climática, inseguridad energética y alimentaria, fuertes oleadas migratorias, inflación, corrupción, etc., y que cuenta, tan solo, con tres sesiones plenarias de los jefes de Gobierno para abordarlas. “Esta plataforma representa una valiosa herramienta de gestión para pasar de las palabras a los hechos”, afirmó Pedro Castillo, poniendo en valor la importancia del “patrimonio común” encuentro, celebrado desde hace casi tres décadas.
En materia económica, las principales propuestas de Joe Biden fueron claras: una reforma del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) que impulse el papel del sector privado en el desarrollo latinoamericano, y una Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas, basada en los tratados comerciales ya existentes. Unas iniciativas que pretender servir para contrarrestar el creciente poder económico y comercial de China y Rusia en la región.
“Biden busca una articulación regional en temas de cooperación que vinculan tanto los intereses pragmáticos de EE. UU., como el control de la emigración, con detener la influencia china en la región y recuperar la influencia económica estadounidense. Estos son los intereses de su realpolitik” explicaba Armando Chaguaceda, historiador, para el diario El Mundo.
Sin embargo, los propósitos originales de las cumbres de las Américas –que evidenciaban el liderazgo estadounidense en su “patio trasero”, y que permitían a Washington influir y reactivar la economía latinoamericana y controlar las olas migratorias– podrían balancearse tras la celebración de una de las cumbres de las Américas con menos “Américas” hasta la fecha.
Y es que la negativa de Washington a invitar a Cuba, Nicaragua y Venezuela despertó un gran descontento entre algunos líderes latinoamericanos, como el mexicano Andrés Manuel López Obrador, el boliviano Luis Arce y la hondureña Xiomara Castro, que optaron por enviar a sus respectivos cancilleres en su lugar. Para más inri, las malas relaciones entre los Gobiernos de El Salvador y Guatemala provocaron también las ausencias de Nyib Bukele y Alejandro Giammattei, respectivamente.
“Debemos trabajar todos, pero debemos estar todos”, denunciaba el canciller de Honduras, Eduardo Enrique Reina, mientras su homólogo mexicano arremetía contra la Organización de los Estados Americanos (OEA), a la que calificaba de «agotada», proponiendo una «refundación» de las relaciones entre los países americanos.
Por otra parte, la idea de invitar a Juan Guaidó como representante de Venezuela, a quien EE. UU. reconoce como presidente interino del país, fue descartada tras conocer la opinión “de otros Gobiernos con miradas diferentes”, explicó hace unos días Juan González, principal asesor de la Administración Biden sobre América Latina. Algo que no evitó que el mandatario estadounidense hablase con él horas antes del comienzo de la cumbre.
La crisis migratoria interamericana, punto central del encuentro
Pese a la ausencia de los líderes de muchos de los países de origen de los principales flujos migratorios hacia Estados Unidos (como son Guatemala, El Salvador, Cuba o Venezuela), se espera que la Cumbre de las Américas dé lugar, este viernes, a la “Declaración de Los Ángeles sobre migración”, en la que se prevén compromisos concretos para gestionar los flujos migratorios, y que podría implicar a España y a Canadá, según ha afirmado la Casa Blanca.
La migración, uno de los problemas más acuciantes que enfrenta el continente, ha venido empeorado a lo largo de los últimos meses. El pasado fin de semana México, que comparte más de 3 200 kilómetros de frontera con EE. UU., reportaba un crecimiento interanual migratorio del 89%, mientras que, el pasado lunes, una caravana migrante de más de 15 000 personas procedentes de 20 países diferentes –que huyen de la violencia pandillera, la inseguridad, y el narcotráfico– trataba de abandonar el estado mexicano de Chiapas hacia EE. UU.
Esta declaración, basada en “un nuevo enfoque” en que todas las naciones del continente “asuman su responsabilidad”, “representará un compromiso de todos para encontrar una solución razonable y mejorar la estabilidad”, sentenció Joe Biden.
Coordinador de América: José Antonio Sierra.
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