Se cumplen 11 días desde el inicio de la invasión rusa sobre Ucrania. 11 días de guerra en Europa. Los infructuosos primeros compases de la ofensiva, en los que las tropas rusas apenas avanzaron, hicieron aumentar la agresividad del Kremlin. El Ejército ruso comenzó entonces a asediar las ciudades principales del país y a bombardear contra objetivos civiles. Una fase de la operación que no hizo sino galvanizar a la resistencia ucraniana, que, liderada por el presidente Volodímir Zelenski, aún no ha dicho la última palabra.
Las labores de evacuación se han retomado este domingo en la ciudad portuaria de Mariúpol después de que las fuerzas rusas violaran el alto el fuego temporal acordado durante las negociaciones en la ciudad bielorrusa de Brest. Próximo a la frontera con Polonia, el municipio albergó la segunda toma de contacto entre las delegaciones rusa y ucraniana desde la invasión, donde se fijó el establecimiento de corredores humanitarios para la evacuación de la población civil.
Pero Rusia no cumplió su parte del trato y, durante las primeras operaciones de rescate, continuó lanzando ataques aéreos sobre las rutas de evacuación. Y también sobre Mariúpol, bloqueada desde el jueves. Una flagrante violación del alto el fuego que obligó a las autoridades ucranianas a paralizar la evacuación y renegociar un nuevo régimen de silencio que permitiera a los residentes abandonar la ciudad después de varios días sin calefacción, electricidad o agua.
Desde las 12.00 hora local hasta las 21.00 horas se ha decretado un nuevo alto el fuego en Mariúpol a la espera de saber si también se reanudará en Volnovaja, el otro municipio, este de menor tamaño, donde se pusieron en marcha las primeras evacuaciones. En principio, la ruta finalizará 200 kilómetros de trayecto en Zaporiyia, la ciudad donde se encuentra la mayor central nuclear de Europa, objeto de disputa entre las fuerzas rusa y ucraniana.
Unas nueve horas de alto el fuego. Ese es plazo que tienen las autoridades para evacuar a la población, a mujeres y a niños, porque los mayores de 18 están obligados a empuñar las armas. Excepto si se repite el escenario de nuevos ataques, donde la operación volvería a quedar pospuesta. “Pedimos a todos los conductores que salen de la ciudad que faciliten la evacuación de civiles tanto como sea posible”, trasladó el ayuntamiento de Mariúpol a sus vecinos.
Ubicada en el óblast de Donetsk y bañada por el mar de Azov, la urbe de 446.000 habitantes constituye un enclave estratégico determinante para las aspiraciones rusas porque permitiría a sus fuerzas el establecimiento de un corredor entre el Donbass y la península de Crimea, enclaves controlados por Moscú. Hacerse con el control de esta zona dejaría a Ucrania sin una de sus salidas al mar y envolvería a las fuerzas ucranianas para acometer el avance hacia el norte.
La ciudad está arrasada. Los bombardeos han sido indiscriminados y han afectado a zonas residenciales y demás objetivos civiles. En los próximos días podría caer en manos rusas, pero Mariúpol no es la única en atravesar sus horas más bajas. A la toma de Jersón –la primera capital de óblast fuera del control territorial ucraniano– y Melitópol por el sur no se han unido nuevas ciudades a pesar del asedio constante contra Járkov, Chernígov, Volnovaja o Mykolaiv.
La ofensiva de Rusia avanza y se recrudece, con la mirada puesta en Odesa, ante la tenacidad demostrada por el Ejército ucraniano. Una capacidad de resistencia que el presidente Volodímir Zelenski volvió a elogiar en un nuevo discurso a la nación pronunciado este domingo. El líder ucraniano, que no ha abandonado la capital a pesar de los rumores que le situaban fuera del país, está demostrando que no le pesa la etiqueta de ‘wartime president’, y continúa desplegando un manual de comunicación política en tiempos de guerra, arrasando en la batalla del relato.
Zelenski insiste en el establecimiento de una zona de exclusión aérea sobre Ucrania, una orden que impediría los movimientos de los aviones militares y que podría implicar el uso de la fuerza. Esta medida ha sido decretada, además, en otros conflictos como los de Irak, Bosnia y Herzegovina o Libia. Por eso la OTAN mantiene su negativa ante las amenazas de Vladímir Putin, que dijo incluir en el conflicto a todo aquel que emprenda acciones en este sentido, elevando el enfrentamiento a escala continental.
El sonido de las sirenas y el de las bombas rompe el silencio en Kiev. El control del centro neurálgico del país se antoja crucial para controlar el resto del Estado, pero las fuerzas rusas no lo van a tener fácil. En los últimos días han proliferado los levantamientos pacíficos de la población local en contra de los ocupantes. El pueblo ucraniano no parece dispuesto a ser sometido. La potente reacción, unida a la cascada de consecuencias económicas para Rusia, puede suponer en el corto medio plazo un callejón sin salida para el Kremlin.
“El Kremlin no quiere aceptar y reconocer su fiasco todavía. Pero este momento está cerca. Crece el descontento y la desmoralización entre las fuerzas de ocupación. La iluminación les llega, así como a algunos oligarcas rusos”, aseguró Zelenski. Las movilizaciones en Rusia se han multiplicado en las últimas horas pese a las advertencias de la Fiscalía General de Rusia como el Ministerio del Interior, que amenazan con hasta ocho años de prisión por participar en “disturbios masivos”.
Mientras, las consecuencias humanitarias van adquiriendo un cariz histórico. La agresión rusa contra Ucrania ha provocado el éxodo más rápido en Europa desde la II Guerra Mundial, y es que al menos un millón y medio de personas han abandonado el país en tiempo récord, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Un alud de refugiados que se ha concentrado principalmente en Polonia y Moldavia.
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