Cayó Lupín, uno de los ciberdelincuentes más perseguidos por la justicia española. El pasado mes de enero la Policía Nacional de este país detenía de madrugada en una célebre discoteca madrileña a Jordi Arias Fernández, de 25 años de edad y popularmente conocido como Lupín, después de permanecer durante meses requerido por diferentes juzgados de la geografía nacional.
Acusado en múltiples ocasiones por llevar a cabo estafas de gran envergadura a través de internet, Lupín fue reconocido esa misma noche por un cliente del local nocturno, que se encargó de llamar rápidamente a la Policía. Esta apareció en el lugar indicado para cerciorarse de la identidad del ciberestafador y proceder a su arresto tras confirmar que mantenía en su contra varias búsquedas judiciales en vigor por gestionar numerosas tiendas online fraudu-lentas.
Justo al ser arrestado, el acusado solicitó el denominado ‘habeas corpus’, un derecho consti-tucional diseñado para que los detenidos puedan declarar ante el juez de manera inmediata y evitar así que la detención se prolongue en el tiempo. Tras esto, Lupín fue puesto a disposi-ción de la jueza del Juzgado de Instrucción Número Tres de la capital, donde se comprobó que el ciberestafador mantenía abiertas hasta nueve causas judiciales repartidas en distintas ciudades del país e incluso una orden de ingreso en prisión. El delincuente permanece en el Centro Penitenciario de Madrid VI a la espera de una resolución que determine su futuro a corto plazo.
El historial delictivo de Lupín alcanza cotas nunca vistas en España en materia de ciberestafa. No en vano, acumula hasta 400 denuncias por ventas falsas en la red, una circunstancia que lo había llevado hasta la prisión preventiva en dos ocasiones: en 2017 y en 2019. En esta última fecha llegó a estar preso un año y medio, pero fue puesto en libertad a la espera de juicio. Por el momento, se conoce que el número de víctimas podría superar las 2.400, una cifra que le habría permitido en los últimos años obtener unos ingresos mensuales de hasta 300.000 euros.
El ‘modus operandi’ desplegado por Lupín consistía en crear páginas web de apariencia muy similar a tiendas online oficiales de artículos de tecnología. Desde ahí se encargaba de poner a la venta productos que ni tenía ni se enviaban nunca al domicilio de los compradores. El catálogo era extenso (videoconsolas, telefonía móvil, climatizadores) y se exponía bajo el gancho tentador de las grandes ofertas. Lamentablemente, en la cara oculta de todo esto sólo estaba la estafa.
Se trata de un método que viene proliferando en los últimos años y que los usuarios pueden prevenir conociendo algunos trucos indispensables a la hora de realizar compras en el comer-cio electrónico. En primer lugar, resulta conveniente cerciorarse de que el sitio en cuestión muestra de manera pública el nombre, la dirección y el CIF de la empresa. Asimismo, es ne-cesario comprobar que la url de la web comienza por “https” y no por “http”, ya que esto garantiza que la pasarela de pagos dispone del protocolo SSL de seguridad de 128 bits, un recurso que se encarga de cifrar los datos personales para que nadie tenga acceso a ellos. Los bancos y las plataformas de juego online son los dos grandes referentes para los ecommer-ces en este campo, y es que emplean la tecnología más avanzada que existe a fin de proteger los números de cuenta y las contraseñas de los clientes. No en vano, los casinos de España más seguros y las entidades bancarias más fiables son aquellos que integran este protocolo en su sistema. El funcionamiento es sencillo: un algoritmo genera claves aleatorias que sirven para escudar los datos personales, consiguiendo así que terceras personas no puedan llegar a ellos. Confirmar que una tienda en internet incorpora estas características puede librarnos de caer en estafas tan agresivas como las de Lupín.
La detención de este delincuente se produjo justo antes de dar su último golpe, mediante el que pretendía hacerse con un millón de euros en época de rebajas. Al parecer, el objetivo era conseguir esa cantidad de dinero para luego retirarse de la escena durante un tiempo. A pesar de no tener formación sobre informática ni entender demasiado al respecto, Lupín sí es inteligente, persuasivo y conspirador, tres características que indudablemente le sirvieron de ayuda para cometer robos de este calibre.
Lo tenía todo bien atado para no dejar rastro en sus operaciones: empleaba identidades ficti-cias; pagaba cifras ridículas de dinero a personas necesitadas para que se hicieran cuentas bancarias que luego él mismo utilizaba; se alojaba continuamente en hoteles y llevaba una vida discreta en la que el derroche no tenía cabida.
Como es lógico, en su banda criminal ocupaba un lugar destacado el trabajador informático que construía las webs ilegales. Esta figura llegó a perfeccionar la estafa creando una app que supuestamente facilitaba a los clientes llevar a cabo el seguimiento de sus pedidos. Detrás de esto se escondía otro anzuelo para que estas víctimas enviaran sin saberlo sus datos banca-rios vía SMS. Lupín llegó así a dejar a cero más de una cuenta corriente, alcanzando incluso los 20.000 euros en una de las transacciones. Con este escenario de por medio, a Jordi Arias Fer-nández no le bastó con ser minucioso en cada uno de sus movimientos.
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