La ciudad suiza de Ginebra ha acogido este lunes la primera ronda de diálogo entre Estados Unidos y Rusia con el objetivo de encontrar una salida a la crisis en Ucrania, país sobre el que pesa desde hace varias semanas una nueva amenaza de invasión por parte de Moscú. El Kremlin aumentó la tensión en la región con el envío de 100.000 soldados a la frontera. Una acción destinada a recuperar el control de su zona de influencia ante el avance de las organizaciones occidentales como la OTAN y la Unión Europea.
La vicesecretaria de Estado estadounidense, Wendy Sherman, y el número dos del Ministerio de Exteriores ruso, Sergei Ryabkov, han encabezado las delegaciones en una semana determinante para la diplomacia. Una sensación de déjà vu inunda el ambiente, y las reminiscencias de la Guerra Fría han sido inevitables en lo que es ya el peor momento de las relaciones bilaterales entre Washington y Moscú en tres décadas. Unas fricciones que se proyectan sobre Ucrania.
En lo que ha supuesto la primera toma de contacto desde diciembre, cuando Biden y Putin mantuvieron la última conversación telefónica, la delegación rusa ha asegurado “no tener intención de atacar Ucrania”. Así lo ha revelado el propio Ryabkov en una comparecencia de prensa al término del encuentro. Aunque el diplomático ha catalogado de “grave error” la negativa momentánea de la OTAN a conceder sus exigencias. Unas declaraciones que alimentan la hipótesis de que la demostración de fuerza en la frontera con Ucrania buscaba sentar a Washington en la mesa de negociación.
Rusia lanzó la amenaza de un ataque sobre Ucrania para mantener un diálogo directo con Estados Unidos y transmitirle sus exigencias. Un diálogo que acaba de comenzar. En este sentido, Putin quiere garantías de que Ucrania no accederá a la alianza atlántica y, sobre todo, de que su vecino no construya instalaciones militares de la OTAN en su territorio, una acción que podría producirse a pesar de que Kiev no forme parte de la organización. De lo contrario, Moscú tomaría represalias.
La respuesta de Sherman ha sido tajante: “Un país no puede cambiar la frontera de otro por la fuerza, dictar los términos de terceros países o prohibirles tener alianzas”. Un mensaje que defiende la independencia y la acción exterior de Ucrania al tiempo que denuncia la injerencia rusa sobre el país, cuyos vínculos históricos con Rusia se remontan antes incluso de que este fuera una de las principales repúblicas soviéticas.
Casi una década después del estallido de la revolución del Maidán, las movilizaciones masivas de carácter europeísta que derrocaron al presidente prorruso Víktor Yanukóvich, Kiev ha seguido en los últimos años una senda de acercamiento con las instituciones occidentales a pesar de las múltiples represalias de Moscú, que respondió al distanciamiento de su antiguo aliado con la anexión de la península de Crimea y el respaldo a las regiones separatistas del este de Ucrania. Dando pie a un enfrentamiento bélico aún latente.
Los acuerdos de Minsk, sellados por Rusia, Ucrania, Francia y Alemania, detallaban una hoja de ruta para acabar con el conflicto. El pacto contemplaba, entre otros puntos, la reabsorción de las provincias separatistas de Donetsk y Lugansk en el seno del Estado ucraniano bajo un régimen de autonomía especial. Unas condiciones que, según Ucrania, comprometerían su propia soberanía. El estancamiento definitivo de las conversaciones, protagonizadas por el presidente ucraniano Volodímir Zelenski y su homólogo ruso, Vladímir Putin, desató de nuevo la crisis.
La creciente proximidad entre la OTAN y Ucrania, reforzada en junio de 2020 con la concesión a Kiev del estatus de Socio de Oportunidades Mejoradas, inquietó al Kremlin, cuyo objetivo principal pasa por poner coto a la influencia occidental en el espacio postsoviético, región que considera propia y donde pretende implantar un nuevo Pacto de Varsovia, así como preservar su espacio estratégico de seguridad. Objetivos en seria amenaza por las demandas mayoritarias de la sociedad ucraniana, que apuesta por adherirse a la alianza atlántica y formar parte de la UE.
Las conversaciones en Ginebra darán paso a una cumbre entre Rusia y el Consejo de la OTAN, que tendrá lugar el miércoles en Bruselas. Y un día después, Viena acogerá la reunión de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Dos citas clave para conocer la evolución de las tensiones. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha mostrado su disposición para alcanzar acuerdos con Rusia e iniciar un nuevo proceso que evite el estallido de un nuevo conflicto armado. Aunque también exigió voluntad a Moscú para encontrar soluciones.
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