El primer día de 2022 entró en vigor el mayor tratado de libre comercio del mundo, la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés). Este tratado, que busca una integración económica entre 15 países de la región Asia-Pacífico, ya ha comenzado a funcionar en China, Australia, Brunei, Camboya, Japón, Laos, Nueva Zelanda, Tailandia, Vietnam y Singapur. En Corea del Sur está previsto que lo haga el 1 de febrero. Por otra parte, Indonesia, Malasia, y Filipinas aún no han ratificado, aunque se espera que Yakarta lo haga a principios de año, tal y como ha informado el ministro indonesio de Economía, Airlangga Hartarto. Otro país que todavía no forma parte del RCEP es Myanmar. A pesar de que las autoridades del país lo hayan aceptado, el resto de los miembros deben dar el visto bueno a la entrada del país, cuyo Gobierno legítimo fue derrocado por un golpe de Estado en febrero del año pasado.
Este acuerdo, que comenzó a negociarse en 2012, estimulará aún más el desarrollo económico del área Asia-Pacífico. La región, además de experimentar el mayor crecimiento económico del mundo y contar con la segunda potencia económica global (China), representa el 25% del comercio mundial y su mercado abarca unos 2.300 millones de personas, casi el 30% de la población. Por otra parte, el producto interior bruto (PIB) de los países firmantes en conjunto alcanza unos 26,2 billones de dólares (22,14 billones de euros), lo que equivale al 30% del PIB mundial. Con todos estos datos favorables, el RCEP tiene como objetivo incrementar en 42.000 millones de dólares el intercambio comercial en la zona. Asimismo, de acuerdo con el Banco Asiático de Desarrollo, las ganancias de este tratado alcanzarán unos 174.000 millones de dólares (153.000 millones de euros) en 2030.
La alianza comercial contempla una reducción aranceles en aquellos bienes manufacturados con al menos el 40% de las partes procedentes de la región del RCEP, una medida que busca proteger los productos regionales ante los procedentes de otras partes del mundo. El acuerdo también agilizará procedimientos comerciales, además de abordar normas sobre propiedad intelectual y aspectos de economía digital y comercio electrónico. Esta asociación económica regional es el primer acuerdo de libre comercio en el que están asociados Japón, China y Corea del Sur; y también el primer megatratado del que forma parte Pekín.
No obstante, el RCEP también cuenta con detractores. Activistas y sindicatos regionales advierten que la liberación del comercio y la economía supondrá un empeoramiento de los servicios públicos. Asimismo, señalan que el acuerdo no ha tenido en cuenta a la sociedad civil y apenas contempla medidas que protejan el medio ambiente y los derechos laborales. Este acuerdo también podría intensificar las diferencias entre los países de la zona, tal y como explicaron expertos de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD). La UNCTAD predijo que el RCEP beneficiará a las economías de los países más desarrollados como Japón en detrimento de otros más desfavorecidos, como Tailandia, Indonesia o Camboya. Además, existen críticas sobre el protagonismo que tendrán los productos chinos frente al resto, por este motivo, la India decidió abandonar el tratado en 2019.
En este sentido, cabe destacar que el RCEP se puede considerar una amenaza por otras potencias económicas mundiales. El intercambio comercial actual de los países del tratado es mayor entre ellos que con Europa y Estados Unidos juntos. Además, teniendo en cuenta que China es la principal potencia de este megacuerdo, la entrada en vigor del RCEP puede crear recelos en Washington y Bruselas en un momento en el que las relaciones de ambos con Pekín no pasan por su mejor momento. Occidente acusa a las autoridades chinas de vulnerar los derechos humanos de la etnia uigur en la región de Xinjiang y de los ciudadanos del Tíbet, además de reprimir las protestas de Hong Kong. Por otra parte, cabe destacar la guerra económica entre China y Estados Unidos, iniciada por el expresidente estadounidense, Donald Trump. El mandatario actual, Joe Biden, ha mantenido la línea marcada por el republicado y ha aumentado las medidas contra empresas chinas, incluido el gigante tecnológico Huawei.
El RCEP beneficiará notablemente a todos los países de la región, sobre todo a China, que podría utilizarlo para aumentar su influencia en la zona, y más ahora que Estados Unidos también busca posicionarse en Asia-Pacífico para hacer frente a su principal competidor. Washington formaba parte de un megatratado comercial similar en la región, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), pero lo abandonó en 2017 por orden de Trump con el objetivo de proteger a la economía y a los trabajadores estadounidense en la línea del proteccionismo llevado a cabo por el expresidente. Ahora, con la entrada en vigor del RCEP, numerosos sectores comerciales estadounidenses han instado a Biden a volver al TPP para hacer frente a la presencia económica de China en la zona.
Por otra parte, dentro de este acuerdo comercial es relevante destacar la participación de Australia y Nueva Zelanda, dos aliados clave de Estados Unidos en la zona. Por este motivo, la decisión de Canberra y Wellington podría considerarse como una traición desde Washington al posicionarse económicamente próximos a China. No obstante, en el campo militar y de defensa, Australia continúa siendo fiel a Estados Unidos. En septiembre del año pasado, Estados Unidos y Australia, junto con Reino Unido, firmaron la alianza militar AUKUS, para «defender los intereses compartidos en el Indopacífico». A través de tratado, Estados Unidos acordó proporcionar submarinos de propulsión nuclear a la flota australiana.
La entrada en vigor de este acuerdo intensifica la carrera comercial entre China y Estados Unidos y su pugna por expandir su influencia en el área Pacífico. Con el RCEP, Pekín reforzará su hegemonía en la zona, aunque Washington también trabajará por mantener su presencia. Biden ya mostró su compromiso con la región el pasado octubre, cuando anunció un fondo de 100 millones de dólares para reforzar sus lazos con los miembros de La Asociación de las Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN).
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