El gasto público y el ciclo económico
Dr. Ronny González, Ph.D.
Diciembre 02, 2019
Veamos algunos datos relacionados al gasto público y el ciclo económico entre los años 1980 y 2016 en la región latinoamericana y el mundo. Existe mucha relación del componente cíclico del producto con los componentes cíclicos y el gasto. Las economías avanzadas han aplicado en su mayoría políticas contracíclicas, y el 80% de los países ha tenido comportamientos contracíclicos. Al contrario, los países en desarrollo (incluidos los países de América Latina y el Caribe) han seguido normalmente, y por lo general, políticas fiscales procíclicas: el 74% de los países lo ha hecho para una correlación promedio y estadísticamente significativa de 0,35.
En los países en desarrollo la pregunta a realizar es ¿Por qué los gobiernos y los responsables de las políticas públicas siguen políticas fiscales procíclicas? Estas explicaciones tradicionales se fundamentan en dos argumentos principalmente. El primero va dirigido a distorsiones políticas y a instituciones débiles. La poca visibilidad de los responsables de las políticas públicas y la presión política para gastar cuando hay recursos disponibles, junto con otros motivos relacionados con la economía política, alientan el gasto público excesivo durante los períodos de auge. La consecuencia inevitable es la necesidad de recortar el gasto en los malos tiempos.
El segundo argumento subraya el efecto del acceso limitado a los mercados internacionales de crédito, sobre todo en los malos tiempos. Si bien varios países están aislados de los mercados internacionales de crédito de manera constante, con frecuencia los países pierden acceso a los mismos o sufren altos diferenciales de la deuda soberana en los malos tiempos porque han gastado de forma ineficiente y se terminan endeudando en exceso durante los buenos tiempos. Por eso, la mayor parte de la literatura sobre el tema plantea que la prociclicalidad del gasto es el resultado deliberado de los motores de la economía política y de instituciones débiles, a lo que debe sumarse la ausencia de normas aplicables para contribuir a contener el llamado efecto de voracidad durante los buenos tiempos.
Como consecuencia de las mejoras de la gestión fiscal desde mediados de los años noventa y comienzos de la década de 2000, alrededor de una tercera parte de los países en desarrollo ha podido sobrellevar las políticas de gasto procíclicas.
Un número importante de países en desarrollo cambió de la política procíclica a la contracíclica. El primer país de América Latina y el Caribe que sobrellevó de la prociclicalidad fue Chile a comienzos de los años noventa. Si bien quedó lejos de una victoria contra la trampa del modelo, este notable cambio de políticas estructurales que tuvo lugar entre un número significativo de países en desarrollo fue apoyado por:
- una mejor calidad institucional y tecnócratas que supieron ahorrar durante el auge;
- más independencia del banco central, que redujo las expectativas de monetización, provocando una mayor prudencia fiscal en los buenos tiempos y la acumulación de grandes amortiguadores de reservas de divisas;
- la implementación de reglas fiscales que, si bien no han sido una panacea, contribuyeron a articular las reglas del juego en el sector público, apoyando un marco fiscal más sostenible; y
- la creación de fondos soberanos para ayudar a ahorrar y diversificar las inversiones asociadas con ingresos masivos de la exportación de materias primas durante el último período de auge, sobre todo en los países ricos en materias primas.
El debate anterior puede sugerir que la política de gasto a lo largo del ciclo económico es en esencia resultado del gasto discrecional, es decir, los responsables de las políticas que toman decisiones de forma deliberada acerca de la aplicación de aumentos o recortes del gasto.
La mayor parte del gasto público es discrecional. De hecho, el consumo público (sueldos, salarios,bienes y servicios) y la inversión pública son, en su mayor parte, el resultado de decisiones de gasto deliberadas de los responsables de las políticas públicas cuando aprueban el presupuesto. En los países industrializados y en desarrollo, el consumo y la inversión pública abarcan entre el 75% y el 60% del gasto primario, respectivamente. Se podría argumentar, sobre todo en el caso
de los sueldos y salarios, que estas partidas de gasto pueden ser bastante rígidas o difíciles de cambiar a corto plazo por motivos de economía política. Sin embargo, desde un punto de vista intrínseco, este tipo de gasto es inherentemente discrecional por naturaleza. Los criterios específicos dependen del carácter de los programas y beneficios sociales, los que a su vez también dependen de los problemas sociales más urgentes de cada país.