Un vistazo a la economía mundial y latinoamericana. Por: Dr. Ronny González, Ph.D.
Un vistazo a la economía mundial y latinoamericana.
Dr. Ronny González, Ph.D.
Agosto 2019
Para el año 2016 la economía mundial se expandió en un 2.2%, fue la menor tasa de crecimiento desde la Gran Recesión de 2009. Los años 2017 y 2018 mantuvieron la misma tasa de crecimiento del producto bruto mundial en 2,2%, la cual se contrapone con lo pronosticado de 2,7% y 2,9% para los mismos años.
A pesar de que se había proyectado para esos años una economía con signos de recuperación robusta y sostenida, se mantuvo con un crecimiento estable. Este crecimiento hizo que esas tasas en muchos países se aproximarán a su potencial, mientras que las tasas de desempleo han descendido a niveles nunca antes registrados.
El crecimiento de la inversión desde el 2017 viene siendo estable gracias a que la aceleración que se produjo con los cambios de las políticas fiscales en los Estados Unidos contrarrestó la disminución del ritmo de crecimiento de otras economías importantes.
Debido a las sólidas interconexiones entre la demanda, la inversión, el comercio y la productividad, el largo periodo de débil crecimiento global corre el riesgo de perdurar
, especialmente ante la ausencia de esfuerzos de política concertados para reactivar la inversión y estimular una recuperación en la productividad. Esto impediría el progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, sobre todo los objetivos de erradicar la pobreza extrema y la creación de trabajo decente para todos.
Un período prolongado de crecimiento moderado del comercio también causaría problemas en el crecimiento de la productividad a mediano plazo y las perspectivas de crecimiento a más largo plazo. El comercio sustenta el crecimiento de la productividad por medio de las economías de escala, el acceso a los insumos y la adquisición de conocimientos y tecnología a partir de los contactos internacionales.
El comercio de servicios contribuye a la inclusión, la resiliencia y la diversificación. Estos canales comerciales están estrechamente entrelazados con las decisiones en materia de inversiones, los aumentos de productividad, el crecimiento económico y el desarrollo sostenible.
Muchas economías continúan teniendo una excesiva dependencia en la política monetaria para alcanzar sus objetivos. Para posicionar nuevamente a la economía global en una trayectoria de crecimiento más saludable en el mediano plazo, así como también para avanzar en las dimensiones sociales y medio ambientales del desarrollo sostenible, se requiere de una combinación de políticas más balanceada.
Además de un uso más efectivo de la política fiscal, el logro equilibrado de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles requiere avanzar más allá del manejo de la demanda, para asegurar así que las medidas de política macroeconómica se integren plenamente con las reformas estructurales y políticas con el foco, por ejemplo, en la pobreza, la desigualdad y el cambio climático.
La riqueza de los recursos naturales puede crear enormes oportunidades de desarrollo para una economía cuando se combina con una gestión eficaz y con estrategias de políticas con visión de futuro. Los beneficios del sector de los productos básicos pueden proporcionar ingresos vitales para apoyar un acceso más amplio a la educación y la atención de la salud, la inversión en infraestructura crítica, la prestación de servicios cruciales de protección social y la promoción de la diversificación económica.
La diversificación reforzará la resiliencia y, en muchos casos, es también una necesidad ambiental. Para lograrla, es necesario adoptar un enfoque global en la gestión de los productos básicos que esté integrado dentro de una estrategia amplia de desarrollo sostenible. Los elementos clave incluyen el fortalecimiento de las instituciones, el aumento de la transparencia y la inversión específica en capital humano.
Los altos niveles de desigualdad son un obstáculo importante para el logro de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Ampliar el acceso a la educación y mejorar su calidad son cruciales para superar este obstáculo. También ha quedado demostrado que las políticas de empleo, como el aumento de los salarios mínimos y la ampliación de la protección social, mejoran el nivel de vida de las personas con ingresos más bajos. Dar prioridad al desarrollo de la infraestructura rural, mediante la inversión pública en transporte, agricultura y energía, también puede contribuir a mitigar la pobreza y reducir la brecha entre las zonas rurales y urbanas.