Día del Profesor Universitario: Entre el Honorable Desgaste y el encarcelamiento Por: Eduardo Fernandez

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Día del Profesor Universitario: Entre el Honorable Desgaste y el encarcelamiento

 

El 5 de diciembre en Venezuela debería ser una fecha de celebración, un homenaje a los hombres y mujeres que forjan el pensamiento crítico y el futuro profesional de la nación. En cambio, se ha convertido en un amargo recordatorio de una tragedia nacional: la destrucción sistemática de la educación superior y la persecución de sus pilares fundamentales, los profesores.

La conmemoración del Día del Profesor Universitario encuentra a este gremio no en las aulas llenas de orgullo, sino en una lucha diaria por la supervivencia. Con los salarios más bajos del mundo, un sueldo mensual que no supera los escasos 13 dólares, el docente venezolano es una víctima directa de la hiperinflación más prolongada del hemisferio. Su realidad es contar monedas para el pasaje, mendigar medicinas o abandonar la profesión para conducir un taxi o emigrar. La eliminación histórica de beneficios como el bono de profesionalización o la previsión social no es un simple recorte presupuestario; es una estrategia de desvalorización. Se busca transformar al profesor, figura de respeto y autoridad intelectual, en un indigente académico, dependiente de la caridad o del clientelismo político para comer.

Pero la agresión va más allá de la asfixia económica, que ya es un potente mecanismo de control. La asfixia presupuestaria crónica a las universidades autónomas es un atentado directo contra la autonomía universitaria, consagrada en la Constitución. Sin recursos para investigar, para mantener bibliotecas o laboratorios, la institución se ve forzada a una parálisis. Esta es la antesala para justificar intervenciones y someterla al poder central. Donde la autonomía se debilita, la libertad de cátedra, el derecho a enseñar con independencia y el espíritu crítico se convierte en un lujo peligroso.

La lista de profesores perseguidos, encarcelados o exiliados por sus ideas es la prueba más cruda. Nombres como Enrique Márquez, profesor de la universidad del Zulia, detenido el 7 de Enero de 2025 bajo acusaciones cuestionadas; Juan Pablo Guanipa, profesor universitario y político opositor, arrestado el 25 de mayo de 2025; el caso de Eduardo Labrador profesor de la universidad de la universidad del Zulia, detenido el 18 de octubre de 2025 y cuya salud se quebrantó en prisión; o Jesús Armas, también víctima de detencion arbitraria, pintan un panorama escalofriante. No son delincuentes; son intelectuales cuyas voces resultaron incómodas. Su «delito» fue ejercer el pensamiento disidente desde la tribuna que mejor lo promueve: la universidad.

Celebrar el 5 de diciembre en Venezuela, por tanto, no es conmemorar una condición, sino resistir un atropello. Es honrar a aquellos profesores que, a pesar de todo, siguen en sus aulas, inventando formas de enseñar sin tiza, investigando sin internet, y formando profesionales en un país que los expulsa. Son la última trinchera de la razón frente a la barbarie.

El mundo debe mirar más allá de las cifras macroeconómicas. La tragedia venezolana se mide también en aulas vacías de recursos pero llenas de dignidad, y en celdas que encierran a maestros. Defender al profesor universitario venezolano hoy no es un acto de solidaridad gremial; es defender el último reducto de libertad que le queda a una sociedad: el derecho a pensar, a cuestionar y a enseñar. Mientras haya un profesor resistiendo, habrá una esperanza de que el conocimiento, finalmente, venza al miedo.

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