La Espada de Damocles: Expectativa de Intervención y el Estrés Colectivo en Venezuela Por: Eduardo Fernandez
NOTI-AMERICA.COM | VENEZUELA
La Espada de Damocles: Expectativa de Intervención y el Estrés Colectivo en Venezuela
La posibilidad de una intervención militar extranjera, específicamente de los Estados Unidos, se cierne sobre Venezuela como una espada de Damocles, esta no es una mera especulación geopolítica, sino una realidad psicológica y social que permea la vida diaria de millones de venezolanos, generando un estado de estrés colectivo único y multifacético. Analizar este fenómeno desde la sociología y la psicologia nos obliga a navegar por la delgada y controvertida línea entre la esperanza de liberación y la defensa de la soberanía nacional.
Desde un punto de vista, la expectativa de una intervención es una fuente de ansiedad constante, la incertidumbre es el caldo de cultivo perfecto para el miedo, la población, ya agotada por una crisis humanitaria compleja, se ve obligada a lidiar con el fantasma de un conflicto armado. ¿Qué pasará con mis hijos? ¿Será mi ciudad un objetivo? ¿Desembocará esto en una guerra civil? Estas preguntas, repetidas en hogares y redes sociales, crean un trauma anticipatorio que paraliza y desgasta, esta “normalización de lo anormal” distorsiona la percepción de la realidad, donde la violencia potencial se integra como un elemento más del paisaje de crisis. La sociedad vive en un estado de alerta perpetua, un síndrome de estrés pre-traumático que erosiona los lazos comunitarios y focaliza toda energía en la mera supervivencia, imposibilitando cualquier proyecto de vida a largo plazo.
Sin embargo, existe otra perspectiva, igualmente poderosa, que ve en esta presión externa la única luz al final de un túnel que se ha vuelto infinito. Para un sector importante de la población, la salida forzada del régimen de Nicolás Maduro no se ve como una invasión, sino como una intervención humanitaria necesaria, se argumenta que la soberanía, concepto sagrado en el derecho internacional, ya ha sido violada repetidamente por un gobierno que ha quebrado el contrato social: al permitir la entrada de potencias extranjeras (Cuba, Rusia , China e Irán), en garantizar la seguridad, la alimentación, la salud y la libertad de su pueblo, habría perdido su legitimidad para reclamar dicha soberanía.
Desde este ángulo, el beneficio de un cambio de régimen es incalculable. Implicaría el fin de una estructura que ha institucionalizado la corrupción, la represión y la miseria, la restauración de la democracia, el flujo libre de ayuda humanitaria, la recuperación de la industria petrolera y la reintegración del país a la comunidad internacional son vistas como resultados tangibles que justificarían una acción drástica. La expectativa deja de ser una fuente de puro terror para convertirse en una frágil balsa de esperanza, un mal necesario para alcanzar un bien mayor: la libertad.
Esta dicótoma define la esquizofrenia social venezolana actual, un mismo evento potencial es interpretado de maneras diametralmente opuestas: como una catástrofe o como una liberación. Esta división no es meramente política; es profundamente sociológica, pues revela cómo experiencias vitales radicalmente diferentes (la de quien sufre la represión directa y la de quien aún confía en el discurso nacionalista) generan narrativas antagónicas sobre un mismo hecho.
La comunidad internacional debe comprender esta complejidad. Reducir el debate a un simple binomio de “intervención vs. soberanía” es un error. La verdadera pregunta es: ¿Puede un pueblo, sometido a una tiranía que lo asfixia, desear legítimamente una ayuda externa, incluso militar, para recuperar su autodeterminación? La respuesta yace en la angustiosa y desgarrada psique colectiva de Venezuela, un país atrapado entre el miedo a la violencia y el anhelo de libertad, esperando que la espada de Damocles no caiga, o que, si lo hace, corte las cadenas correctas.


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