Ahora, a los 62 años de edad ese esfuerzo le ha llevado a hacer historia como la primera parlamentaria bereber de Egipto, cuenta orgullosa.
Criada en el seno de una familia bereber, una minoría étnica que en Egipto solo se encuentra en ese oasis, Fathia sabe de primera mano cuáles son los retos de un lugar que se encuentra en medio del desierto y a más de 300 kilómetros de la ciudad más cercana, sobre todo para las mujeres.
Todas las historias de Fathia, una de las primeras maestras de Siwa, tienen que ver con la lucha por la educación de las chicas bereberes, una etnia procedente del norte de África con una cultura muy conservadora en la que las mujeres quedan recluidas en el hogar.
Su empeño a lo largo de décadas no solo ha convertido a Fathia en un ejemplo para todas las demás mujeres de Siwa, sino que le ha llevado a conseguir un escaño en el Parlamento egipcio en los comicios que se celebraron a finales de octubre.
«Me jubilé hace un año, pero el pueblo sabe que sigo dispuesta a trabajar y me dijeron que me necesitaban para algo grande», dice Fathia a Efe, recordando el camino que ha tenido que recorrer para llegar a la escena política y representar a Siwa en El Cairo.
Cuando era niña, la parlamentaria tenía que cruzar el desierto en camión o en asno durante más de 18 horas para llegar a la ciudad mediterránea de Marsa Matruh, donde completó su educación secundaria y superior, ya que en Siwa sólo había escuelas primarias.
Cuenta a Efe que tuvo que insistir para que sus padres le permitieran ir a la escuela de maestras, pero logró su sueño y desde 1978 hasta 1980 ejerció como profesora de ciencias antes de convertirse en una de las coordinadoras del Ministerio de Educación en toda la provincia de Matruh, fronteriza con Libia.
«Durante toda mi carrera he estado hablando con chicas para animarles a que completen sus estudios, he estado discutiendo con sus padres, hay madres que incluso sacan a sus hijas de la escuela», lamenta Fathia.
«Nuestras costumbres siguen vivas dentro de nuestro pueblo, por lo que es necesario que el desarrollo siga una vía paralela a la conservación de nuestras tradiciones», asegura, al tiempo que afirma que en Parlamento abogará por «más oportunidades» para las mujeres del oasis.
Aparte de su aislamiento geográfico, el sistema centralizado de gobierno egipcio no ofrece muchas oportunidades ni representación a las comunidades periféricas.
Desde la construcción de la carretera que une Siwa con Marsa Matruh en 1984, el camino a la educación se ha recortado a cinco horas, algo que la nueva parlamentaria considera insuficiente por el pésimo estado de ese trayecto.
Ahora, las mujeres de Siwa ya tienen acceso a las universidades de la costa norte de Egipto, a las que acuden normalmente solo para realizar los exámenes presenciales, mientras que el resto de su formación la completan a distancia.
Fathia dice que cada vez más se hacen valer por sí mismas y tienen «grandes sueños», y no quiere que el hecho de vivir en un lugar tan aislado del resto de Egipto represente un impedimento para su desarrollo y sus ambiciones.
«Todas tienen una ambición, pero necesitan que alguien las anime y les muestre el camino», dice la parlamentaria con una sonrisa.
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