Los genes de la maldad Por: Miguel Yilales
Llueve… pero escampa
Los genes de la maldad
Por Miguel Yilales
@yilales
La genética es una disciplina científica seria. Desde que Mendel iniciase su estudio, sabemos que hay rasgos que se transmiten de los padres a los hijos, de los abuelos a los nietos y de generación en generación. Es tan así que en el refranero popular hay muchas menciones a las condiciones heredadas: de tal palo, tal astilla; hijo de gato, caza ratón; lo que se hereda no se hurta; la cabra siempre tira pa’l monte…
Lo cierto es que la herencia da para mucho. Incluso el humorista, caricaturista y periodista Leoncio Martínez escribió un sainete en un acto donde trataba el tema. En su obra teatral “El salto atrás”, llena de situaciones hilarantes, hablaba del horror de una familia venezolana de la época colonial, que se cree con abolengo pero ¡Oh, desgracia!… el bebé de la niña de la casa nació negrito a pesar “de que el padre es alemán y la mamá tan blanca como la nieve”. Desde esa época se comenzó a hablar del salto atrás para referirse, de forma despectiva, a las rasgos no esperados y para contrarrestar a las suegras que torturaban a las nueras con aquello de los hijos de mis hijas mis nietos son, los de mis hijos no sé si son. Es que el legado es el legado.
Incluso hay una disciplina que estudia las influencias ambientales y del comportamiento para explicar la herencia de rasgos y desórdenes del comportamiento en los humanos. Es que así como se hereda lo bueno, de seguro también se puede heredar lo malo.
Delincuentes con poder
Fíjense que hace algunos años tuvimos entre nosotros un pésimo personaje que se jactaba de ser descendiente directo de un cuatrero desalmado (Maisanta) y en consecuencia, en su actuar político y quizás por genética, desfalcó al país como un forajido de siete suelas y es posible que esa sea la causa por la que Jorge y Delcy se hayan dedicado a la misma práctica de su padre para obtener una prebenda porque desde los diferentes cargos ocupados han convalidado y justificado los raptos de Estado.
Antes de estos 20 años sabíamos que los secuestros, como el de Niehous, lo realizaban grupos irregulares y facinerosos con fines políticos o económicos pero ahora es una práctica que ejecutan los propios organismos policiales del Estado en franca violación a las más elementales normas de los derechos humanos. Cuando el régimen detiene sin orden judicial a un concejal, no lo presenta en tribunales en el lapso que corresponde, estando en custodia, por supuestamente ser más peligroso que Osama Bin Laden, supuestamente se les “suicida” lanzándose de un décimo piso y el certificado de fallecimiento lo rubrica uno de esos que por la cadena de eventos de la defunción de seguro puede ser un buen camillero pero nunca un galeno, se sabe que estamos ante una desaparición forzosa de las que tanto se quejaban los que hoy están en el poder.
O si nos percatamos que un joven venezolano lo confinan 4 años, le difieren más de 56 veces la audiencia de presentación, no le permiten las visitas familiares, lo usan como mercancía de negociación y, cuando las cosas se les ponen color de hormiga, lo liberan de su cautiverio y lo expatrían como una medida de gracia sabemos que vivimos otro episodio de denegación de justicia, de ausencia de independencia de Poderes y de abuso del poder por parte de una tiranía que poco o nada le importa guardar las más mínimas apariencias.
Código genético putrefacto
Es que desde que Hugo Chávez llegó al poder y, ahora que su hijo putativo Nicolás Maduro lleva más de 5 años usufructuándolo, la delincuencia con poder ha estado a la orden del día y se han convertido en prácticas de Estado las desapariciones forzosas, los secuestros políticos, los allanamientos extrajudiciales, la violación a las derechos, la encarcelación sin juicio justo, el ruleteo judicial, las sentencias plagadas de vicios en los que la jurisprudencia del derecho, el Código Penal y la Constitución han terminado enrolladas para ser usadas como papel higiénico. Además ahora debemos sumar el destierro.
Los casos de Lorent Saleh y Fernando Albán son las últimas evidencias de que lamentablemente en Venezuela estamos en manos de secuestradores, delincuentes, mafiosos, contrabandistas, narcotraficantes, violadores de derechos humanos, déspotas, autócratas, asesinos y desalmados que no piensan entregar el poder porque para Nicolás, Jorge, Diosdado, Delcy y pare usted de contar, la maldad está impresa en su código genético desde que irrumpieron en la política venezolana.
Llueve… pero escampa
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