ENTORNO LAS CUENTAS NO CUADRAN Por: Domingo Carrasquero R. (*)
ENTORNO
LAS CUENTAS NO CUADRAN
Domingo Carrasquero R. (*)
La deuda pública venezolana incluida la de PDVSA supera los 180 mil millones de dólares. Según datos de la CEPAL, representa el 22% del PIB, cifra alta cuando se compara con el 16% de Colombia, 18% de México, 8% de Argentina, 7,8 de Brasil y es muy similar a la de Perú.
Sin embargo, la caída tanto en el precio como en la cantidad de las exportaciones petroleras -96% del ingreso de divisas- tiene al gobierno venezolano sin liquidez. Debe hacer frente a sus obligaciones con los tenedores de deuda que se vencen: estimándose en este 2017 1.600 millones de $ en pago de intereses; y las que se vencen el año próximo, en 8.000 millones de $; con unas reservas internacionales que llegan a los 9.703 millones de $, es claro que las cuentas no cuadran. La estrategia del gobierno privilegia el pago de deuda, sobre las importaciones de alimentos y medicinas que la población necesita urgentemente.
Ante el peligro inminente de caer en default (impago), las autoridades venezolanas, están buscando desesperadamente un salvavidas que le permita sobrevivir. En un impreciso lenguaje acuñaron la frase de “decretar la reestructuración de la deuda” para definir el camino financiero a seguir. Por supuesto esto ha traído cola, porque se estima que no refleja exactamente las opciones disponibles, ¿Es reestructuración? ¿O es refinanciamiento? ¿Se puede decretar? Consideremos el criterio del académico Dr. Douglas Jatem que considera la reestructuración envuelve una negociación con los acreedores, donde se acuerdan cambios en las condiciones de la deuda: nuevos plazos de pagos, periodos de gracia, tasas de interés, rebajas o condonación en el monto a pagar. En cambio el refinanciamiento, implica la emisión de nueva deuda, con nuevos bonos soberanos que van a sustituir los anteriores insolventes. En ambos casos reestructuración y refinanciamiento, conllevan a arduas negociaciones de los deudores con los acreedores sobre las nuevas condiciones de contratación, de manera que no es una imposición unilateral sino de acuerdos entre las partes.
Aunque ya ha anunciado algunos acuerdos con países acreedores como Rusia, no la tiene fácil el gobierno, lo repetimos las cuentas no cuadran. El país con las mayores de reservas de petróleo del mundo, 300 mil millones de barriles, tiene un entorno macroeconómico bien adverso, – una caída de PIB de 35% en los últimos tres años, la inflación más alta del mundo se estima que a finales de este año llegará al 1000%, una disminución en la producción petrolera del 23%- junto con mucha conflictividad e inestabilidad social y política. Además están presentes en este escenario, las duras sanciones financieras aplicadas por el gobierno americano, que le cierran el acceso a los mercados financieros globales, una de las cuales prohíben a sus empresas y ciudadanos negociar nueva deuda venezolana, lo cual es bien complicado, en un portafolio en donde el 70% de los tenedores son americanos y canadienses.
El escenario consideramos, no luce propicio para una eficaz negociación. Una de los aspectos que van a exigir los acreedores es garantías ciertas de pago para sus bonos. Considerando que la economía venezolana está muy mal manejada, para poder superar sus problemas necesita: un plan creíble de estabilización macroeconómica, reformas para recuperar su productividad, retomar el uso eficiente de sus recursos, así como de una restauración institucional. Para recuperar el acceso a los mercados financieros internacionales, el país necesita resetearse, cambiar el modelo, sino se corre el riesgo de que la situación de impago, aun cuando a corto plazo pueda ser solventada, se siga repitiendo.
(*)Economista @dojcarr
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