Democracia contra Dictadura Douglas Játem Villa Por: Domingo Carrasquero
Democracia contra Dictadura
Douglas Játem Villa
Al analizar la evolución de la democracia y de la dictadura en el mundo contemporáneo, por un lado, se constata que la existencia de un régimen dictatorial se explica en gran parte como consecuencia de la mala distribución interna del poder, lo cual se traduce en un gobierno poderoso opresor del pueblo, y por otro lado, también se aprecia cómo una especie de efecto demostrativo y contagioso de la democracia, ha influido significativamente en su poderoso crecimiento cuantitativo en el mundo. Se puede destacar el elevado número de países que han alcanzado la democracia en todo el mundo, que son naciones democráticas, lo que se refuerza por el hecho mostrado por Zachariah de que entre 1980 y 2000, 81 países dieron pasos hacia regímenes democráticos. Por su parte, Gene Sharp, en el libro De la Dictadura a la Democracia, muestra que mientras en 1983 solo 55 países se consideraban en libertad y 64 no eran libres, para 2009 esas cifras fueron 89 y 42 respectivamente. Se han producido incluso en la actualidad, algunas iniciativas de presión de orden internacional para restablecer el sistema democrático cuando es interrumpido irregularmente, las cuales respetando los principios de soberanía y autodeterminación de los pueblos, reconocen y aplican la obligación de la sociedad mundial de velar por el respeto a los derechos humanos; en otras palabras, la intervención formal e institucional de la colectividad internacional en defensa de los derechos humanos de ciudadanos oprimidos por dictaduras, o regímenes ilegítimos similares, no se puede negar o invalidar con argumentos falsos de violación de soberanía nacional. Se debe tener presente que los casos de asistencia internacional o multilateral en la recuperación de la democracia han dado resultados positivos, cuando esa asistencia es un complemento de una resistencia interna poderosa, pero siempre debe cuidarse que la participación internacional no posibilite que la democracia y la libertad cedan ante intereses foráneos. La historia revela muchos casos de dictaduras bestiales, y se puede citar a Panamá con Noriega; Lituania, Estonia, Latvia y Lituania, Polonia, Alemania Oriental, Checoslovaquia y Eslovenia, todas formando parte del llamado Bloque Soviético; Bolivia, Chile, Uruguay, Argentina, Perú, El Salvador, Guatemala, Tiananmen en Beijing y otros. En 1991, el intento de golpe de estado de línea dura en la URSS fue bloqueado en unos días por el desafío popular. Todos estos casos de valentía y heroísmo por parte del pueblo oprimido han generado la esperanza de que es posible vencer a dictaduras sin provocar una carnicería masiva. En esta dirección se debe recordar que en ninguna parte las dictaduras han durado mucho tiempo, especialmente en pueblos que conocen la democracia. A la hora de contemplar caminos para procurar o recuperar la democracia, se debe reconocer que no es una ley el que los métodos violentos obran rápidamente, y que los pacíficos exigen mucho tiempo, y también que se han dado intentos frustrados en procura de democracia. Al revisar experiencias violentas se encuentra, como es de esperar, que el poder militar ha probado ser fuerte, incluso contra golpes de estado y contra guerrillas, pero también se encuentran desenlaces adversos al poder militar, como el del 23 de enero de 1958 en Venezuela. Otro registro consiste en que en situaciones de dictaduras extremas las elecciones no son instrumento de cambio significativo para la recuperación de la democracia, como lo prueban las experiencias de la Unión Soviética y Cuba. Expertos en la creación de una resistencia interna poderosa han recomendado cumplir tres fases, las cuales son 1)Fortalecer la población oprimida. 2)Fortalecer los grupos sociales e instituciones, lo cual se traduce en no creer en la capacidad del gobierno para ejercer sus atribuciones y funciones, confiar en la determinación propia, apoyarse unos a otros, fortalecer a los más débiles y otros. 3)Finalmente, concretar la fuerza de resistencia interna poderosa. Dentro de estas situaciones de gobiernos irregulares en las cuales se proponen negociaciones como vía para buscar la superación y solución del grave problema confrontado, se debe reconocer que eso solo es posible cuando la situación es una en la cual no existe un desequilibrio de fuerza, de poder, de gran magnitud. Cuando los dictadores se sienten muy poderosos, procuran la negociación como vía para calmar o apaciguar el conflicto, pero sin disposición a ceder en sus intereses esenciales, a respetar y acatar la voluntad popular legítima. La negociación cuando la dictadura quiere “hacer la paz”, sabiéndose que no todos quieren la paz con libertad y justicia, es peligrosa. Por otro lado, en el caso de un conflicto vital, como en el caso de la discrepancia entre democracia y comunismo, entre libertad y opresión, la negociación no puede dar resultado positivo porque ninguna de las partes puede transigir, y es necesario un cambio en la correlación de fuerzas que quizás solo se logra con la lucha. Desde otro punto de vista, se agrega que la negociación no debe generarle algún grado de legitimidad al régimen opresor que le agregue fuerza para conservar el poder. Por otro lado, se pueden vislumbrar varios escenarios que pueden contribuir a incrementarla fuerza de la resistencia interna, tales como el que muchas personas necesarias para el gobierno pueden negar su cooperación, el que políticas anteriores del régimen le pueden limitar la realización de cambios en ellas, y también para poder adaptarse a situaciones nuevas; el que la jerarquía del poder pierda estabilidad, el que sectores militares o policiales pueden actuar en procura de sus intereses sectoriales, el que las pugnas internas pueden interrumpir las operaciones del gobierno, el que la ineficiencia de la burocracia haga ineficaces las políticas, el que subordinados temerosos de castigo pueden falsear la realidad y así desinformar al gobierno, el que la ideología exagerada cause desatención de la realidad y también que puede perder solidez; el que los intelectuales y los estudiantes, y el público en general, pueden volverse hostiles
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