@BOLÍVAR LECTOR Por: Domingo Carrasquero R. (*)
@BOLÍVAR LECTOR
Domingo Carrasquero R. (*)
Del Libertador se dice que fue un lector de una voracidad imperturbable. El ímpetu guerrero que demostró en las batallas, también lo acompañó en su pasión por la lectura. Se dice que leía a toda hora, lo mismo en la tregua de las batallas que en los reposos de sus encuentros amorosos. “No tenía orden ni método en sus lecturas, lo hacía con la luz disponible, unas veces paseándose bajo los árboles, otras a caballo bajo los soles ecuatoriales, otras en las penumbras de los coches trepidantes por pavimentos de piedra; a veces meciéndose en una hamaca mientras dictaba una carta. Lo hacía además en varios idiomas que dominaba, además del castellano: inglés, francés, italiano”.
Los libreros se sorprendían de la abundancia y la variedad de las obras que compraba. Una vez en Lima seleccionó de un catálogo general libros que iban desde filósofos griegos hasta un tratado de quiromancia. Se decía que en su juventud leyó a los románticos por influencia de su maestro Simón Rodríguez, y que siguió devorándolos como si se leyera así mismo con su temperamento idealista y exaltado. En sus 20 años recitaba de memoria y en voz alta, sus páginas favoritas del Emilio y la Nueva Eloísa de @Rousseau, que fueron sus libros de cabecera durante mucho tiempo
Fueron lecturas apasionadas que lo marcaron por el resto de su vida. Al final había leído, se dice, todo lo que cayó en sus manos, y no tuvo un autor favorito, sino muchos a lo largo de su vida. Los estantes de las diversas casas donde vivió, estuvieron siempre rebosantes de libros; los dormitorios y corredores terminaron convertidos en “ristras de libros amontonados, y montañas de documentos ambulantes, que proliferaban a su paso, y que lo seguían, buscando la paz de los archivos”.
En realidad se sabe, que nunca pudo leer todos los libros que tenía. Cuando se mudaba de ciudad, los dejaba al cuidado de amigos de confianza, aunque nunca más volviera a saber de ellos, y que su agitada vida guerrera, lo obligo a dejar “un rastro de cuatrocientas leguas de libros y papeles desde su natal @Venezuela hasta @Bolivia. En @Quito dejo más de 600 libros que nunca más trato de recuperar”.
Tenía dos joyas bibliográficas en su biblioteca y que formaban parte de su equipaje cuando viajaba, que pertenecieron a @NapoleónBonaparte: el Contrato Social de Rousseau y el Arte Militar del General italiano Raimundo Monteccuccoli, que le habían sido obsequiadas por Sir Robert Wilson, padre de su edecán inglés.
Ya casi al final de su agitada vida, cuando empezó a perder la vista, se hacía leer de sus amanuenses. Siendo un voraz lector, su interés fue disminuyendo con el tiempo, lo que atribuía a una causa ajena a su dominio: “lo que pasa es que cada vez hay menos libros buenos”, afirmaba. @GarcíaMárquez nos ilustra describiendo como en su último viaje le leyeron un libro llamado “Lección de noticias y rumores que corrieron por Lima en el año de gracia de 1826” con relatos de aventuras galantes donde él era uno de los protagonistas, que se la empezó a leer en Bogotá antes de su partida @ManuelitaSáenz, y que su sobrino @FernandoBolívar terminó de leerle durante lo que sería su último viaje a Cartagena, camino a la que sería su morada final: la quinta San Pedro Alejandrino @Colombia en diciembre del año de 1830.
(*) Economista y lector venezolano
@dojcarr
Bolívar, un ser al servicio y defensa de la humanidad. Hombre culto, honesto y guerrero; ejemplo para sus pares militares.