Gavilán gana hasta ¢75.000 al día por vender campos a choferes que llegan por placas al Cosevi
Su trabajo, desde hace 26 años, es vender cupos a usuarios de servicios públicos saturados, como licencias y, ahora, la entrega de placas de carro.
La Nación de Costa Rica | www.nacion.com
«¿Usted es el que guarda campos?», le preguntó un hombre que llegó demasiado tarde a retirar las placas que le decomisó la Policía de Tránsito por estacionar mal el carro.
«Sí, pero hoy ya no están dando fichas. Tiene que regresar el lunes», le contestó con la propiedad de una ‘fuente oficial’ uno de los gavilanes más buscados frente a las instalaciones del Consejo de Seguridad Vial (Cosevi), en La Uruca, San José.
El potencial cliente se retiró cabizbajo. El reloj pasaba del mediodía, este viernes. Sí, le agarró tarde porque los primeros conductores empezaron a hacer fila en la madrugada. Incluidos varios gavilanes. Y este.
Dos horas antes, el guarda del Consejo avisó a la larga fila de personas en las afueras de las instalaciones que ya no repartirían fichas por ese día. Solo atenderían a 200 choferes. El resto, debía volver el lunes
Las extensas filas de conductores sancionados por estacionar en sitios prohibidos es ahora su nueva mina de oro. Literalmente, está haciendo su agosto.
Llegan a La Uruca por docenas, de todas partes del país, y se pelean por una de las 200 fichas diarias que el Consejo distribuye para hacer el trámite de retiro de placas.
«El lunes es el mejor día. Yo llego desde las 10 de la noche del domingo. Pongo una silla a la entrada y empiezo a guardar lugares.
«Hay gente que tiene mi número y me llama. Cobro ¢15.000 por campo», relató este hombre de 46 años, vecino de Goicoechea, en San José.
Él no quiso revelar su identidad. Tampoco, que se le tomaran fotografías o videos.
Unos cuantos campos, bien repartidos
Su trabajo no lo considera ni ilegal ni inmoral.
Con él ha dado alimentación, casa, vestido y estudio a dos hijos. También viajó a Jamaica acompañando a la Selección Nacional de Fútbol, y planea conocer Cuba pronto.
«¿No sería peor que me tirara a las calles a robar o a matar gente?», replicó en un intento por adelantarse a la pregunta.
«Yo no hago nada malo. Ni busco a la gente. La gente me busca», enfatizó.
A los 20 años, descubrió que esta era una buena forma de ganarse la vida luego de perder varios trabajos en plantaciones y fábricas.
«Mala suerte. Cualquier sitio adonde entraba a trabajar, terminaba cerrado. Así empecé con esto».
Los días buenos, como los lunes, llega a redondearse un ingreso de hasta ¢75.000.
Por supuesto, hay días malos, cuando se va con los bolsillos vacíos; pero estos son los menos.
«La gente llega desesperada. Sacan días de trabajo por estar aquí y quieren perder el menor tiempo posible. A mí me ven como una salida», asegura.
Casi siempre está entre los primeros. Ahí pone una silla varias horas antes de que se abra el portón.
Llega protegido contra el frío y la lluvia y siempre aprovecha cuando otra persona se suma a la fila para pedirle que le cuide el espacio mientras va a uno de los consultorios cercanos donde hacen exámenes para la licencia, para dormir un rato
Es el mismo modus operandi que aprendió varios años atrás, cuando se formaban las extensas filas para sacar licencias, en las oficinas del Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT), en Plaza Víquez, San José.
Al acabarse ese problema, su punto de trabajo se trasladó a La Uruca, donde por estos días está logrando reunir el suficiente dinero para poder realizar su viaje a Cuba.
«Algunas veces, me pongo de acuerdo con varios para repartirnos a lo largo de la fila y guardar los campos. No es bueno quedar muy juntos porque después la gente reclama.
Tiene razón. Uno de los principales reclamos entre los usuarios de este servicio es la venta de campos.
Carlos Rivas, director jurídico del Cosevi, aseguró que la institución no puede hacer nada contra esto.
«Varias personas ya tienen mi número y me llaman. Yo les digo que si no llegan antes de las siete de la mañana a pagarme, pierden el campo. No me preocupo por esos ausentes porque siempre sobra quién lo compre».
Trabajará en esto hasta el final
Muy tostado por el sol y bien vestido. Asegura que no hay trato entre quienes trabajan ‘adentro’ y los que trabajan ‘afuera’.
«La gente siempre habla y dice que nosotros tenemos arreglos con los de las oficinas. Lo dicen quienes van al Registro de la Propiedad, a Migración, y frente a los hospitales y clínicas. Eso no es cierto».
La forma de negociar varía.
A veces, dice, hay gente que, aun teniendo ficha, se cansa de esperar y sale, le ‘regalan’ la ficha y él, ni lerdo ni perezoso, se traslada al final de la cola que siempre se forma fuera del portón, y pregunta: «¿Hay alguien urgido de ficha? Tengo una disponible».
Tira la carnada y se retira
No falta quien lo siga y le lance la pregunta: «¿Cuánto es?». Ahí cierra el negocio.
«Cuando veo que llega gente acompañada, me arrimo, hago amistad con ellos y cuando ya hemos entrado en confianza les propongo que, cuando entren, no pidan una sola ficha, que pidan dos, y vamos a medias. La mayoría acepta la propuesta».
«El mundo es de los astutos», afirma.
No paga seguro de salud, tampoco cotiza para una pensión.
En diciembre, se quebró su muñeca derecha y fue atendido en un hospital de la Caja.
«Cuando me iban a cobrar, les dije que no tenía con qué pagarles y que si tenían que dejarme ahí encerrado, me dejaran. Me operaron, me enyesaron y aquí estoy».
«¿Pensión? ¡De todas formas cuando llegue a esa edad no van a existir las pensiones! Seguiré trabajando en esto hasta el final».
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