Donald Trump, el ex presidente de Estados Unidos, hace historia por ser el primer presidente del país que se ha enfrentado a dos juicios políticos. El pasado 13 de enero, a siete días de que Trump dejara la Casa Blanca, la Cámara de Representantes activó el procedimiento para un nuevo “impeachment” contra el líder republicano.
Trump está acusado de “incitar a la insurrección” provocando los disturbios del Capitolio, que dejaron al mundo impactado, viendo imágenes tan surrealistas como dantescas. Aunque el proceso ya no podrá acabar con la destitución de Trump, los demócratas confían que provoque su inhabilitación para ocupar futuros cargos políticos.
El juicio no parece que vaya a tener fácil resolución y es que Trump ha conseguido dividir completamente al partido Republicano. El senador Mitt Romney de Utah, el único republicano que votó a favor de condenar al ex presidente en su primer juicio político, defendió que el presidente había cometido un delito y que el esfuerzo por juzgarlo incluso después de que dejara el cargo era un deber constitucional.
A pesar de las palabras del senador, otros republicanos del Senado dejaron claro que se oponían incluso a la idea de un juicio y que tratarían de desestimar la acusación antes de que comenzara. Incluso algunos han ido más allá, el senador Marco Rubio, republicano de Florida, calificó de «estúpida» y «contraproducente» la celebración de un juicio, comparándola con «coger un montón de gasolina y echarla encima del fuego.»
Por su parte, la representante Madeleine Dean, demócrata de Pensilvania y una de las encargadas del “impeachment» contra Donald Trump, expresó que esperaba que el juicio «fuera más rápido» que el llevado a cabo en 2020, que se alargó durante 21 días.
Dean se negó a decir si los gestores del impeachment incluirían un informe facilitado por el New York Times en el que se acusa a Trump de haber intentado despedir al fiscal general en funciones mientras estaba en el cargo para ejercer el poder del Departamento de Justicia y así poder forzar a los legisladores estatales en Georgia a anular sus resultados de las elecciones presidenciales.
El senador republicano Mitt Romney, también quiso hacer referencia a este hecho: “Vamos a tener un juicio. Ojalá no fuera necesario, pero la conducta del presidente con respecto a la llamada al secretario de Estado (Brad) Raffensperger en Georgia, así como la incitación a la insurrección que llevó al ataque en el Capitolio exigen un juicio».
Aunque la Cámara de Representantes tramitará el artículo de destitución el lunes, los líderes del Senado acordaron retrasar el juicio durante dos semanas con el objetivo de ofrecer al recién estrenado presidente, Joe Biden, tiempo para instalar su gabinete y al equipo de Trump tiempo para preparar una defensa. Finalmente el segundo juicio político contra Donald Trump comenzará formalmente la semana del 8 de febrero.
Este juicio se presenta como una oportunidad para el partido Republicano de desmarcarse de la política de Trump y volver a una senda más conservadora. Pero la división dentro del partido parece insalvable, Trump ha provocado una herida, que no parece que pueda subsanarse fácilmente, y es que gran parte del partido se ha radicalizado. El ‘impeachment’ marcará el camino a seguir del partido Republicano que tendrá que decidir que postura predominará si la del radicalismo – táctica que ha seguido hasta ahora- o volver al camino de una narrativa más conservadora, y por ende menos provocativa.