El orgullo nacional japonés que reverencia el trabajo bien hecho ha quedado malherido ante el clamoroso fracaso del vuelo inaugural de su potente y nuevo vector espacial, el H3.
El Gobierno del primer ministro Fumio Kishida pretendía entrar ya a competir por la puerta grande con el H3 en el restringido mercado comercial internacional de los servicios de lanzamiento. Pero no le será posible hasta que se identifiquen y resuelvan las causas del desastre que se ha llevado por delante al nuevo lanzador, lo que supone acumular retrasos del orden de 6 a 24 meses.
De 574 toneladas, 63 metros de altura ‒casi el doble de la longitud de un avión de pasajeros Boeing 737-400, más de 5 metros de diámetro y repleto de avanzada tecnología, los restos del esbelto y flamante primer ejemplar del cohete japonés H3 se encuentran en el fondo del océano Pacifico, a centenares de kilómetros al este de Filipinas.
Están sumergidos junto con los escombros del importante y costoso satélite de observación electro-óptico nipón Daichi-3 o ALOS-3 (Advanced Land Observing Satellite-3) de 3 toneladas que transportaba. Una lástima porque, si los motores de propulsión hubieran funcionado según lo programado, el 7 de marzo habría sido emplazado a 675 kilómetros de altura y ahora no estaría hecho pedazos en el fondo de las aguas del Pacifico.
A la pérdida de un ingenio de 0,8 metros de resolución como el ALOS-3 ‒valorado en unos 280 millones de dólares‒ hay que añadir los más de 50 millones de coste del disparo del H3. Pero la frustración tiene otras aristas. La tecnología espacial de Tokio ha quedado en entredicho y la fiabilidad del H3 ha sufrido un impacto negativo a escala global, cuya restitución exige que salga a flote la disciplina y el buen hacer de los meticulosos ingenieros japoneses.
La tragedia no ha impedido que, momentos después del desastre, el presidente de la Agencia de Exploración Espacial de Japón (JAXA), el profesor Hiroshi Yamakawa, de 58 años, al frente de la organización desde abril de 2018, haya dado la cara para disculparse ante sus compatriotas por el fallido lanzamiento del H3.
Yamakawa también ha anunciado la constitución de una Comisión de Investigación “para determinar la causa del fallo y restaurar la credibilidad del cohete”, ha explicado en rueda de prensa posterior al accidente. La ministra de Ciencia, Keiko Nagaoka, valoraba el infortunio como “extremadamente lamentable” y se disculpaba “por no cumplir con las expectativas del público y las partes implicadas”.
Concebido para abaratar costes y competir con los futuros Ariane 6 europeo y Vulcan de Estados Unidos, el H3 debe convertirse en el gigante tecnológico espacial japonés del siglo XXI. Lanzador no recuperable integrado por dos etapas de propulsión, es el resultado de la cooperación durante más de una década entre la JAXA y el gigante Mitsubishi Heavy Industries, una de las mayores unidades de negocio de la gran corporación industrial Mitsubishi, que actúa como contratista principal del proyecto.
El H3 está equipado con dos nuevos y potentes motores-cohete criogénicos de nombre LE-9 y LE-5B-3 alimentados por hidrógeno y oxígeno líquidos. Su puesta a punto ha llevado de cabeza a los ingenieros nipones, ha supuesto varios años de retrasos y sobrecostes para, al final, uno de ellos ser el que ha provocado el desastre del que “debe ser el buque insignia de Japón en el espacio”, ha reiterado Yamakawa.
La cuenta regresiva para el lanzamiento del H3 el 7 de marzo transcurrió sin incidencias y el despegue desde el Centro Espacial de Tanegashima tuvo lugar a las 10:37:55, hora local, las 02:37:55 de la madrugaba del mismo día en horario peninsular español. Los dos motores-cohete LE-9 de la primera etapa funcionaron el tiempo que estaba programado, al igual que los dos aceleradores de combustible sólido adosados en los laterales inferiores, que se desprendieron cuando el cohete se encontraba a 45 kilómetros de altura y desarrollaba una velocidad de 6.800 km/h.
Sin embargo, el único motor LE-5B-3 de la segunda etapa, el encargado de tomar el relevo de los dos LE-9 y continuar impulsando lo que quedaba del cohete H3, no se encendió cuando le correspondía, a los 5 minutos del vuelo. En el Centro de Control de Takesaki situado en la propia base de Tanegashima, desde donde se efectúa el seguimiento de la misión y se garantiza la seguridad del vuelo, sonaron todas las alarmas.
Los técnicos enviaron reiterados telecomandos para activar el motor. Sus intentos fueron infructuosos y observaron como la telemetría indicaba que el H3 alcanzaba los 640 kilómetros de altura y describía una trayectoria descendente. Ante la imposibilidad de solventar el problema y reencaminar el lanzador con el satélite todavía fijado hacia su órbita final, el director de lanzamiento, a los 14 minutos del despegue, decretó la orden de autodestrucción del H3. Y… ¡plufff, lanzador y satélite hechos añicos!
Uno de los directivos de la JAXA más afectados por las consecuencias del desastre, sino el que más, es el director del proyecto y padre del H3, el ingeniero Masashi Okada, cuyo lema es “date prisa lentamente”. Okada y su equipo han hecho todo lo posible por asegurar el éxito del primer vuelo, pero no lo han conseguido por causas que están siendo objeto de investigación.
Un factor lamentable añadido es transportar un costoso satélite en un despegue inaugural. Consultados varios directivos del sector espacial español, lo consideran “una temeridad, un pecado mortal”. Lo razonable en los primeros vuelos es incluir una o varias cargas experimentales o simuladas que, en caso de accidente, no suponen una gran pérdida.
La catástrofe del H3 se produce cinco meses después del fallido sexto vuelo del pequeño lanzador japonés Épsilon, ocurrido el 12 de octubre del año pasado. De cuatro etapas, transportaba 9 satélites de un peso total de 110 kilos. Pero el encendido de la tercera etapa falló y también hubo que activar el sistema de autodestrucción.
El H3 ha sido diseñado y desarrollado para ser el relevo de los veteranos cohetes nipones H-IIA y H-IIB, el primero con un coste por lanzamiento de unos 90 millones de dólares y el segundo de alrededor de 113 millones. El H-IIA es el veterano lanzador de Japón. Su primer vuelo data de agosto de 2001, ha sido disparado en 46 ocasiones y solo uno, en 2003, se ha saldado con fracaso. Puede situar en órbita baja hasta 15 toneladas y quedan cuatro misiones programadas antes de ser retirado de servicio, dos en 2023 y otros dos en 2024.
El H-IIB voló por vez primera vez en septiembre de 2009 y solo ha realizado nueve despegues, el último en mayo de 2020. Fue puesto a punto para embarcar 16,5 toneladas y situar en órbita las astronaves automáticas japonesas de reabastecimiento HTV con destino a la Estación Espacial Internacional.