La república de Corea ha querido demostrar que es de hecho la cuarta potencia espacial de Asía y ocupa un lugar inmediatamente detrás de China, Japón e India en la vertiente de las ambiciones y el desarrollo espacial.
Con el lanzamiento de su primera sonda con destino a la Luna ha dejado patente que aunque está considerada como la décima economía mundial, es una de las siete naciones a escala global con mayores intereses en el espacio ultraterrestre. La astronave científica surcoreana tiene de nombre Danuri, ‒que en español significa “disfrutar de la Luna‒, pesa 678 kilos, tiene forma de cubo, unas dimensiones 3,18 x 6,3 x 2,67 metros y, según el gobierno de Seúl, ha costado 182 millones de dólares.
En cierto modo, Corea ha seguido los pasos de Emiratos Árabes Unidos, que se apoyó en Japón y su cohete H-IIA para enviar a Marte su primer sonda interplanetaria, la astronave marciana Al Amal. En el caso coreano, ha elegido a su gran aliado, Estados Unidos, y el despegue de Danuri ha tenido lugar a últimas horas del 4 de agosto desde el complejo de lanzamiento de Cabo Cañaveral, en Florida. Un vector Falcón 9 de la empresa SpaceX del magnate norteamericano Elon Musk ha sido el encargado de situarla en ruta.
El ingenio espacial ha levantado el vuelo en la misma fecha que la presidenta del Congreso de Estados Unidos, Nancy Pelosi, llegaba a Seúl para apoyar al país asiático a mantener una sólida disuasión frente a Corea del Norte e intentar su desnuclearización. El presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, que tomó posesión el 10 de mayo, ha tenido ocasión de hablar por teléfono con Pelusi, agradecerle su gesto y aprovechar para explicarle que Danuri va a servir “para impulsar la economía espacial y las competencias científicas de Corea”.
Si la sonda consigue alcanzar la órbita lunar, la república de Corea se convertirá en la séptima nación en explorar la Luna in situ, como ya lo ha hecho Rusia, Estados Unidos, China, India, la Agencia Espacial Europea y Japón. Pero la misión surcoreana no es una iniciativa aislada. “El primer paso de nuestro programa nacional de exploración espacial es la Luna”, asegura el ministro de Ciencia, Lee Jong-ho.
El presidente del Instituto de Investigación Aeroespacial de Corea (KARI), el profesor Lee Sang-ryool, ha confirmado que “hay tecnologías que tenemos que mejorar, pero podemos viajar y posarnos en la Luna con nuestras propias capacidades”. Y es que en el horizonte de 2031, Seúl pretende lanzar un módulo lunar de superficie junto con un pequeño vehículo de exploración.
Y ya están en ello. El 27 de julio pasado, los fabricantes de automóviles Hyundai y Kia suscribieron un acuerdo con seis institutos coreanos de investigación para desarrollar tecnologías robóticas con las que equipar al futuro rover espacial del país. Al proyecto se suma el amplio tejido empresarial espacial de Corea que fabrica satélites e incluso el lanzador KSLV-II Nuri, que el 21 de octubre pasado consiguió el éxito en su segundo vuelo al espacio desde el centro espacial de Naro, al sur del país.
Respecto a la sonda Danuri ‒también conocida como Korea Pathfinder Lunar Orbiter o KPLO‒ el ministerio de Ciencia y Telecomunicaciones de Corea ya ha verificado su correcto estado de funcionamiento en órbita y ha confirmado que “los paneles solares generan energía suficiente y todos los dispositivos a bordo funcionan correctamente”.
Su seguimiento durante toda la misión corre a cargo de las tres estaciones de comunicaciones de la Red de Espacio Profundo de la NASA: la norteamericana de Goldstone, en California; la australiana situada en las proximidades de Canberra; y la española ubicada en el término municipal de Robledo de Chavela, cerca de Madrid. Corea también mantiene contacto parcial con la sonda mediante la gran antena parabólica que ha construido en Yeoju, en la provincia de Gyeonggi.
Danuri alcanzará su ansiada meta a finales de año y no en unos seis días, lo que tardó en 1969 la misión Apolo 11 en recorrer cerca de 400.000 kilómetros. El motivo es que la astronave surcoreana no sigue una trayectoria directa, que exige consumir mucha energía. En su lugar, vuela camino del Sol. Describe una trayectoria llamada “de transferencia balística lunar” de bajo consumo de energía y combustible, hasta llegar al llamado Punto 1 de Lagrange (L1), situado a 1,56 millones de kilómetros de nuestro Planeta Azul, donde la atracción del Sol se equilibra con la de la Tierra. Allí frenará y será reencaminada hacia la Luna.
Es un camino semejante al que sigue la pequeña sonda norteamericana Capstone. De 25 kilos y puesta en órbita por la NASA el pasado 28 de junio desde Nueva Zelanda, su llegada a la Luna está prevista para el próximo 13 de noviembre, es decir, se prolongará a lo largo de 136 días.
Si la misión Danuri evoluciona de acuerdo con los cálculos de los ingenieros del KARI, la sonda será capturada el 16 de diciembre por la Luna tras 135 días, es decir, cuatro meses y medio de iniciar su vuelo. El 31 de diciembre la situarán en una órbita circular a una altura de un centenar de kilómetros del suelo lunar. Una vez estabilizada y efectuadas las comprobaciones de los seis instrumentos científicos que viajan a bordo, ya será a principios de enero cuando la astronave comenzará su labor de observación y captura de datos.
Uno de los instrumentos ha sido proporcionado por la NASA. Es la cámara ShadowCam, una evolución de la que embarca la sonda norteamericana Lunar Reconnaissance Orbiter, lanzada el 18 de junio de 2009, pero unas 200 veces más sensible. Su labor es cartografiar con una resolución de hasta 1,7 metros por píxel el suelo de las regiones lunares de ambos polos que están siempre en sombra. Con la ShadowCam se quiere localizar depósitos de hielo de agua y otros recursos que permitan planificar futuras misiones tripuladas y construir bases sostenibles.
La cámara ShadowCam y las comunicaciones no son la única contribución de la NASA. La Agencia brinda asistencia técnica, tecnologías de navegación y en colaboración con el Instituto de Investigación de Electrónica y Telecomunicaciones de Corea aporta una especie de Internet interplanetario para impedir que se interrumpan las transmisiones con Tierra.
Los otros cuatro instrumentos son un magnetómetro (KMAG) para rastrear el campo magnético entre la Tierra y la Luna; un espectrómetro de rayos gamma (KGRS) para buscar estallidos espontáneos de rayos gamma producido por estrellas masivas moribundas; una cámara polarimétrica de gran angular (PolCam) para analizar las propiedades de los granos depositados sobre la superficie lunar. Para la misión de descenso prevista para 2031, incorpora una cámara de alta resolución (LUTI), que aportará imágenes para que los técnicos del KARI puedan determinar las zonas más idóneas para posarse.