El sonido de las alarmas antiaéreas volvió a escucharse el domingo, pero en esta ocasión reverberó a más de 1.100 kilómetros de Kiev. Una nueva modificación legal impulsada por el Gobierno de Kosovo caldeó el ambiente en el enclave de Mitrovica, una de las ciudades kosovares étnicamente divididas en la que reside una importante minoría serbia. Allí se produjeron fuertes enfrentamientos entre los manifestantes y la Policía, y se establecieron barricadas en los pasos fronterizos. Las tensiones volvieron a recrudecerse en el avispero de los Balcanes y pusieron sobre aviso a la comunidad internacional, en especial a la OTAN, que se declaró preparada para intervenir.
A partir de este lunes, las autoridades de Kosovo habían decidido expedir documentos de identidad válidos por un período de 30 días para todos los ciudadanos serbios que cruzasen la frontera. A cambio, estos debían entregar su documentación serbia, incluyendo a los 50.000 serbios residentes en Kosovo que carecen de documentos de identidad locales porque no reconocen su soberanía. También tenían previsto exigir la sustitución de las matrículas serbias por las emitidas desde Pristina. Pero estas medidas, adoptadas en reciprocidad a las establecidas por Belgrado, generaron una respuesta airada por parte de la población serbia, que forzó a Kosovo a dar marcha atrás en cuestión de horas.
En virtud de un acuerdo bilateral rubricado entre Pristina y Belgrado en 2011, el Gobierno kosovar emitió matrículas con las iniciales ‘RKS’, en referencia a la República de Kosovo, y ‘KS’, en una clara concesión a las exigencias de Serbia, que hacen alusión únicamente a Kosovo, el nombre de su antigua provincia bajo soberanía serbia. La intencionalidad de esta cesión respondía a los intentos de Pristina por fomentar la utilización de matrículas kosovares entre la minoría serbia instalada en Kosovo, una cesión prorrogada por Pristina en 2016 para los siguientes cinco años. Sin embargo, el acuerdo nunca llegó a cumplirse hasta su expiración definitiva en 2021.
Esta disputa “vial” viene de lejos. En septiembre, el Ejecutivo kosovar del nacionalista Albin Kurti optó por no renovar una medida a todas luces ineficaz y ordenó la incautación de las matrículas emitidas por Serbia. En estos 10 meses sin marco legal vinculante, los conductores que han cruzado la frontera por uno y otro lado han cubierto con pegatinas los símbolos nacionales. El director de investigación del Centro de Asuntos Internacionales y de Seguridad (ISAC, por sus siglas en inglés), Igor Novakovic, explicó al ‘Balkan Insight’ que “se trata de reconocer los símbolos de Kosovo”. “Serbia ha aceptado la interpretación de que el reconocimiento de las placas [de Kosovo], es decir, tolerarlas, es un paso más hacia el reconocimiento de Kosovo, mientras que Pristina cree que como Estado independiente, desde su perspectiva, tiene todo el derecho a la reciprocidad [de Belgrado]”, concluyó.
En esta ocasión, con un escenario inflamado por la invasión rusa de Ucrania y aún más por las declaraciones del presidente de Serbia, Aleksandar Vučić, quien denunció la presunta persecución contra la minoría serbia en Kosovo, las tensiones en la región son más preocupantes de lo habitual. El presidente kosovar, Vjosa Osmani, denunció la intención de desestabilizar Kosovo por parte de Vučić y llamó a los serbios que residen en el país a no caer en la propaganda de Belgrado porque la decisión “no va dirigida contra nadie, sino a favor de la ciudadanía, sin tener en cuenta su filiación [étnica]”.
En la noche del domingo, decenas de manifestantes bloquearon con camiones cisterna y maquinaria pesada los pasos fronterizos de Brnjak y Jarinje, y Merdare, en la provincia norteña de Mitrovica, en forma de represalia contra las medidas anunciadas por el primer ministro Albin Kurti. Según las autoridades, no hubo heridos, aunque pudieron escucharse disparos contra las Fuerzas de Seguridad y revueltas hasta altas horas de la madrugada. Las cancillerías europeas y las instituciones occidentales engrasaron entonces la máquina para rebajar las tensiones. El embajador de Estados Unidos en Pristina, Jeffrey Hovenier, mantuvo un encuentro con Kurti y Osmani para persuadirles de prorrogar la decisión.
Ante la presión diplomática de Washington y Bruselas, alarmados por los acontecimientos en Mitrovica, el Ejecutivo de Kurti se vio obligado a aplazar las medidas hasta el próximo 1 de septiembre, así como a otorgar un plazo de 60 días a los ciudadanos serbios para obtener matrículas kosovares. La decisión, celebrada por el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, se anunció en un comunicado en el que también se condenaban los “actos agresivos”, “la obstrucción de las carreteras en el norte de Kosovo y los disparos”, que habían sido “instigados y planificados por las autoridades de Belgrado”.
La misión de la OTAN en Kosovo, denominada KFOR, que mantiene un despliegue de 3.770 soldados en la zona, advirtió de que estaba “preparada para intervenir si la estabilidad está en riesgo”. Los helicópteros de la Alianza Atlántica sobrevolaron minutos antes las regiones del norte de Kosovo y las fuerzas de paz italianas se desplazaron hasta Mitrovica, donde se registraron los disturbios. Una de las tareas de la organización transatlántica pasa precisamente por proteger a las minorías, por lo que tiene concentrado un contingente en este enclave.
Los altos mandos de la KFOR mantuvieron una conversación con Vučić desde la sede del Estado Mayor serbio. Al término del encuentro, el presidente serbio spero que la situación se calme mañana, y que podamos llegar a una solución en los próximos días», dijo Vucic, añadiendo que el comandante de la KFOR mantendrá conversaciones sobre el desmantelamiento de las barricadas con las autoridades locales de Kosovska Mitrovica.
El 90% de los 1,8 millones de personas que residen en Kosovo es de etnia albanesa. En 2008, esta región declaró su independencia de Serbia casi 9 años después de la intervención de la OTAN, que actuó para detener la ofensiva serbia contra los albanokosovares que combatían por su autonomía y que le hizo perder ‘de facto’ el control del enclave. Durante ese período, sin embargo, Belgrado mantuvo una administración paralela en Kosovo para la minoría serbia establecida en el norte. Desde 2011, uno y otro negocian a instancias de Bruselas para normalizar las relaciones bilaterales con el objetivo, en última instancia, de ingresar en la Unión Europea. Su adhesión quedó supeditada a la resolución de la disputa, pero apenas se han producido avances significativos.
El senador Vladímir Dzhábarov, miembro de Rusia Unida, la formación del presidente Vladímir Putin, ha verbalizado que Rusia asistiría a Serbia en caso de conflicto. Horas antes, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, María Zajárova, acusaba a Kosovo de forzar la escalada de las tensiones como parte de una estrategia de la OTAN para atacar a Serbia. El relato del Kremlin es similar al utilizado en Ucrania: una minoría favorable que está siendo perseguida. En Ucrania, la minoría rusa; en Kosovo, la serbia. La culpa, de la OTAN.