Un avión Hércules de las Fuerzas Armadas estadounidenses sobrevuela a 400 metros de altitud. Se trata de una pasada de reconocimiento, pero regresa al cabo de unos minutos. Esta vez, va dejando a su paso una estela de lo que parecen figuritas de soldados paracaidistas, de aquellas con las que jugaban los niños de los años setenta, y que se desplegaban al lanzarlas por los aires. Uno, dos, tres… una veintena de minúsculas siluetas parecen flotar en el cielo mientras el avión se aleja en el horizonte.
Estamos en un campo de maniobras militar al sur de Madrid y, aunque el avión y sus tripulantes son americanos, los paracaidistas que han saltado de él son del Ejército español. Y están realizando un ejercicio conjunto que se conoce como “cambio de alas”.
Después de varios años sin intercambiar sus alas, España y Estados Unidos retoman así una tradición que tiene más de medio siglo de antigüedad, y que se vio interrumpida por la pandemia.
El coronavirus ha causado estragos en las actividades militares. En el caso de la Brigada Paracaidistas (BRIPAC), sus saltos se redujeron a la mitad, porque el Ejército del Aire redujo el aforo de los aviones también al 50%. Y los contactos internacionales prácticamente desaparecieron.
Por eso, la importancia de este salto conjunto, más allá de suponer una vuelta a la normalidad, radica en retomar el contacto con un ejército aliado. Y también con su material y con su forma de trabajar. Con ellos se coincide luego en misiones OTAN o de Naciones Unidas, y estar familiarizados aumenta la seguridad.
Los americanos van un paso por delante de las Fuerzas Armadas españolas en cuanto al equipo que usan sus paracaidistas. Mientras aquí se sigue utilizando el modelo T-10 de paracaídas, con la clásica campana redonda en forma de cúpula y de color verde, los estadounidenses utilizan en la actualidad un curioso paracaídas de color gris cuya campana es cuadrada y presenta cuatro ventanas en las esquinas.
Precisamente estas aberturas (que los paracaídas redondos no tienen) fueron las causantes de la anécdota del día, cuando una de las paracaidistas que saltaba “se coló” por la ventana del paracaídas de un compañero. A pesar de que orbitaron enredados (y captando la atención de todos los presentes) tomaron tierra sin ningún percance.
Junto a ellos, un total de 120 miembros de la BRIPAC saltaron de dos aviones tipo Hécules y otros dos convertiplanos Osprey Y-22, que vinieron desde la base norteamericana de Morón de la Frontera para la ocasión.
Los intercambios de alas constituyen una tradición que tiene casi tantos años como el propio cuerpo de paracaidistas, y que realizan los ejércitos de todo el mundo como una seña de hermanamiento.
La primera vez que España y EEUU intercambiaron sus alas fue en 1967. Pero desde los años 90, estos ejercicios se realizan con menos frecuencia debido a los despliegues en misiones internacionales. Los paracaidistas se caracterizan por ser unidades de muy alta disponibilidad y de primera respuesta, por lo que despliegan en misiones con mucha frecuencia. Eso complica que se “cuadren agendas” entre varios países.
Además de intercambiar sus alas con Estados Unidos, la BRIPAC realizaba ejercicios anuales con Francia y Portugal. Y existía tradición también con Reino Unido. Todo suspendido en estos momentos.
Por cierto, para los que aún se pregunten qué son las “alas”, no son otra cosa que la insignia metálica que los paracaidistas llevan en la solapa del uniforme. Una insignia que, en este tipo de maniobras, se intercambian los participantes de los dos países al acabar.
Desde la Brigada Paracaidista confiesan que la insignia española es objeto de deseo entre los ejércitos extranjeros. Y cuando se realizan intercambios de alas, se pelean por ella.
Esta insignia es conocida como “Rokiski”. Se bautizó así por el grabador español de origen polaco Luis Rokiski, quien se dedicó desde 1939 hasta 1965 a fabricar en Madrid cada una de las insignias y distintivos que los aviadores portaban sobre el pecho. El artesano firmaba el anverso de las piezas con su propio apellido, y así pasó a conocerse popularmente con este nombre.
Sin embargo, Luis Rokiski no fue quién la diseñó. El boceto original lo dibujó en 1913 la Infanta Beatriz de Sajonia, esposa del Infante Alfonso de Orleans y Borbón, y muy aficionada a la cultura egipcia. Parece ser que la infanta Beatriz quiso plasmar símbolos de protección en su diseño, que finalmente quedó configurado con dos alas de plata sobre un círculo rojo y con una corona encima. Según esa teoría, el círculo rojo sobre el que reposan las dos alas representa el ojo del dios Ra, mientras que las alas son las del dios Horus.
Como curiosidad, el primer Rokiski se fabricó en la joyería Ansorera de Madrid, y fue regalado al Rey Alfonso XIII. Hoy en día, esta insignia también la portan los efectivos del Ejército de Tierra, de la Armada y de la Guardia Civil que han superado el curso de paracaidismo.
En cuanto a los paracaídas, los modelos que se utilizan en la actualidad y que permiten la caída controlada, tienen su origen en las invenciones del andalusí Abbás Ibn Firnás ‒nacido en Ronda, Málaga, en torno al año 810 d.C.‒ y en los bocetos del artista florentino Leonardo da Vinci.
Pero los primeros prototipos no se fabricaron hasta unos años antes de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), donde se utilizaron como recurso de salvación de los pilotos en caso de que sus aviones fueran alcanzados. No obstante, pronto surgieron visionarios que anticiparon nuevas aplicaciones militares del paracaídas y tropas especializadas en su uso, cuya edad de oro tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
En el caso de España, la Brigada Paracaidista se crea en 1954 de la mano del entonces comandante Tomás Pallás Sierra, que funda la Primera Bandera (la Roger de Flor). Se presentaron en la localidad murciana de Alcantarilla, donde sigue ubicada a día de hoy la Escuela Militar de Paracaidismo. En aquel momento, 153 soldados de tropa (procedentes en su mayoría de La Legión) junto a los oficiales y suboficiales saltaron de unos viejos aviones Junkers JU-52 y Savoia S-81. En aquel salto, orbitaron con paracaídas T-6, que poco tienen que ver con los equipos que se usan en la actualidad.
La Brigada Paracaidista hoy está formada por unos dos mil efectivos repartidos entre el Cuartel General, el Regimiento Nápoles IV (que agrupa a la I y II Banderas de Infantería Paracaidista), el Batallón del Cuartel General (donde se encuadra la Compañía NBQ), el Regimiento de Infantería Zaragoza 5 (III Bandera), el Regimiento de Caballería Lusitania 8, el Batallón de Zapadores, el Grupo de Artillería y el Grupo Logístico.
Los paracaidistas pertenecen al Ejército de Tierra, y se consideran unidades ligeras polivalentes de alta disponibilidad. Cuando despliegan disponen de los medios necesarios para trabajar de forma autónoma, aunque para realizar los saltos trabajan siempre con el Ejército del Aire (con sus pilotos y con sus aeronaves).
Junto con el Mando de Operaciones Especiales y la Brigada de La Legión, forman la élite de las unidades del Ejército de Tierra español.
Otra curiosidad: por la Brigada Paracaidista han pasado personajes tan inesperados como el fotógrafo Alberto García-Alix, que pasó 18 meses como Caballero Legionario Paracaidista en el curso del 1978, antes de hacerse famoso por retratar La Movida. También el político Alberto Ruiz Gallardón, ex alcalde de Madrid; o el ensayista Íñigo Moré, que ejerció como profesor de Derecho Constitucional en la Academia de Suboficiales durante su servicio, en el año 1989.
La presencia de paracaidistas en las misiones internacionales en las que participa España es una constante. La BRIPAC ha desplegado en los Balcanes, Mozambique, Kosovo, Afganistán, Pakistán, Líbano, Irak y Mali. En la actualidad, hay una Unidad de Protección de la Fuerza desplegada en Irak, y el Regimiento Zaragoza de la III Bandera volvió de la misión del Líbano hace aproximadamente un año.
Su presencia en el exterior se remonta a 1975, durante la campaña del Sáhara (que desemboca en la Marcha Verde). En el año 1991 la I Bandera, junto a otras unidades del Ejército, participó en la operación PROVIDE COMFORT en ayuda al pueblo kurdo. Y dos años después, la BRIPAC desplegó en Bosnia y Herzegovina, donde permanecieron siete meses en la misión de Naciones Unidas.
Todas las misiones posteriores a 1991 en las que han participado paracaidistas han estado bajo el paraguas OTAN, Unión Europea o Naciones Unidas. Aunque su labor en territorio nacional también ha sido muy destacada.
En 2005, tras los atentados de Londres, se encargaron de reforzar la seguridad de estaciones de metro y tren. Y más recientemente, durante el confinamiento por la COVID-19 fueron uno de los cuerpos más activos dentro de la Operación Balmis.