La salida de las fuerzas estadounidenses y de la coalición internacional de Afganistán deja en manos de las fuerzas afganas el control del 100 por ciento de las operaciones contra los talibanes y otros grupos armados, lo que marca el fin de una era y el principio de un incierto futuro.
Afganistán, que fue invadido por las tropas estadounidenses en 2001 para dar caza a líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, y que continuaron en el país hasta ahora para luchar contra los talibanes, vive la salida de las fuerzas internacionales en un momento de extrema violencia.
Estas son las claves que marcan el fin de la presencia estadounidense en Afganistán, tras casi 20 años de guerra:
El pasado 1 de mayo, las fuerzas estadounidenses iniciaron su proceso de retirada de Afganistán, tras veinte años combatiendo en la que es hasta ahora la guerra más larga de la historia de EE.UU.
El proceso que prevé concluir a finales de agosto precederá la conmemoración del veinte aniversario los atentados del 11-S que provocaron la invasión del territorio afgano.
La decisión de abandonar Afganistán fue pactada en el histórico acuerdo entre los talibanes y EE. UU., que se firmó el 29 de febrero de 2019 en Doha, con el objetivo de hallar un camino para poner fin a la guerra en el país asiático.
Afganistán llegó a tener más de 100.000 tropas extranjeras en 2012 para luchar contra los talibanes y otros grupos terroristas. Aunque los insurgentes lograron fortalecerse día a día en numerosos territorios, el apoyo de las tropas internacionales ayudó al Gobierno de Kabul a mantener el control en gran parte del país.
El poder aéreo de las fuerzas estadounidenses fue en algunos casos esencial para hacer retroceder las ofensivas insurgentes.
Las fuerzas afganas no se encuentran en el mejor momento para afrontar los ataques talibanes. La corrupción, el débil liderazgo, la ineficiente evacuación de los soldados muertos o heridos, así como la demora de pagos y suministros de alimentos y municiones, han socavado la moral de los soldados, explicaron a Efe fuentes gubernamentales, en condición de anonimato.
Esto además ha provocado que las fuerzas de seguridad afganas perdiesen vastas partes del territorio del país ante los talibanes.
Los talibanes han aprovechado la retirada de tropas internacionales para incrementar sus ataques. En los últimos dos meses tomaron el poder cerca de 100 de los 400 distritos del país.
A día de hoy, los insurgentes controlan más del 35 % de los distritos y han logrado llegar a las puertas de 13 de las 34 capitales provinciales del país.
Según los talibanes, unos 1.500 soldados afganos se rindieron y cientos entregaron los puestos de control sin oponer resistencia.
El rápido avance de los talibanes ha suscitado serias preocupaciones entre los afganos con respecto a su intención por poner fin a la guerra por la vía pacífica, y una eventual restauración del régimen talibán.
Pese a que el Gobierno de Kabul todavía cuenta con el apoyo militar y financiero internacional para mantener la lucha contra los talibanes, decenas de miles de civiles y excombatientes yihadíes se han mostrados dispuestos a luchar contra los insurgentes.
Así, las autoridades de Kabul comenzaron a distribuir armas a sus partidarios en varias partes del país para apoyar a las desgastadas fuerzas afganas.
La mayoría de los civiles armados se encuentran reunidos en territorios bajo el mando de exlíderes yihadíes o «señores de la guerra», como se conoce a los líderes que pelearon en contra la invasión de las fuerzas soviéticas en 1980.
Afganistán y los talibanes comenzaron un proceso de negociación intraafgano en septiembre del año pasado, que quedó en suspenso producto de las continuas exigencias de las partes para avanzar, especialmente de los insurgentes.
A pesar de las enormes expectativas del proceso de paz, no ha habido avance tangible en los últimos seis meses de conversaciones y, en lugar de reducir la violencia, los talibanes han aumentado significativamente sus ataques en todo el país.
El avance de los talibanes sobre los territorios ha aumentado la confianza de los insurgentes y sus intereses en la victoria militar en comparación con un acuerdo negociado.
En un artículo publicado por la oficina de prensa de los talibanes, el grupo aseguró que la captura de cada vez más territorio intenta traer paz real.
Pese a que «no hay señales de paz» por parte de los talibanes, el Gobierno afgano todavía espera que los talibanes regresen a la mesa de paz en algún momento para que la guerra en curso pueda terminar mediante negociaciones.
La continuación de los talibanes en su intento por ganar terreno por la vía armada, abandonando las negociaciones, pone a Afganistán al frente de otra guerra peleada incluso por los civiles.