Las protestas tras el tiroteo de El Paso preocupan a los republicanos. Las grandes ciudades se mueven a la izquierda a marchas forzadas

 

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Donald Trump. Foto: Reuters

 

Fuente: https://www.eleconomista.es / Víctor Ventura


Vaqueros, armas, grandes carreteras, vastos terrenos ocupados por granjas y millones de votantes conservadores. La imagen tradicional de Texas, nacida en los años de la conquista del Oeste, se ha mantenido inalterada durante más de un siglo.

 

 

 

 

Pero el crecimiento imparable de las grandes ciudades, el desarrollo del sector servicios -ayudado por el sector petrolífero-, el creciente número de hispanos y la emigración de titulados desde otras zonas de EEUU están transformando el estado. Y el cambio no es solo social: políticamente, un estado que ha sido un bastión conservador de forma casi ininterrumpida se acerca cada vez más hacia el centro. Una transformación que puede sacudir el sistema político estadounidense a largo plazo y que, a corto, amenaza a la reelección presidencial de Donald Trump en 2020.

Las alarmas han empezado a sonar con fuerza en las últimas semanas, con el anuncio de cuatro diputados republicanos de que no se presentarían a la reelección en 2020. Tres de ellos ya sufrieron de lo lindo para ganar por la mínima en 2018, y temen que sus esfuerzos no vayan a ser suficientes el próximo año. El proceso ya tiene nombre propio: es el «Téxodo».

el atentado de El Paso del pasado 3 de agosto, en el que un supremacista blanco asesinó a 22 personas para «detener la invasión hispana de Texas» no ha hecho sino aumentar la tensión política en la zona. El presidente Trump fue recibido en la zona con protestas y acusaciones de racismo por parte de numerosas figuras demócratas locales, como el precandidato presidencial Beto O’Rourke, exdiputado al Congreso. Los familiares de las víctimas pidieron que Trump no fuera a verlos durante su breve visita al hospital en el que están internados los supervivientes. Una bienvenida muy distinta a la que recibieron otros presidentes republicanos, como los texanos George Bush padre e hijo, durante otros momentos de crisis.

Un manifestante protesta contra Trump en Texas. Foto: Reuters.

Las causas de esta transformación han sido múltiples. Por un lado, la población se ha disparado en el estado de la «estrella solitaria»: sumó más de 3,5 millones de habitantes nuevos entre 2010 y 2018. En los últimos 30 años, su población se ha duplicado: de 15 millones a 29 en la estimación más reciente. Y la mayoría de ese crecimiento viene de la mano de los hispanos, que ya son el 40% de la población y están a punto de superar a los blancos anglosajones.

Pero el cambio más importante es el enorme rechazo que Trump levanta sobre los votantes blancos con estudios, especialmente las mujeres, en las crecientes áreas metropolitanas del estado. Pese a la imagen tradicional de los texanos de las películas y la mitología estadounidense, el territorio está dominado por un puñado de grandes ciudades y sus pueblos dormitorio de alrededor. Austin, San Antonio, Dallas, Houston y Fort Worth acumulan casi la mitad de la población texana. Y Trump está perdiendo terreno entre ellos a marchas forzadas.

El senador republicano John Cornyn, que tendrá que defender su escaño compartiendo papeleta con Trump en 2020, lleva tiempo ya lanzando advertencias: «El año pasado nos machacaron no solo en las ciudades, sino también en los suburbios de clase media», antiguo territorio conservador en el que Trump está haciendo estragos.

Sin ir más lejos, en Dallas y su corona metropolitana, los votantes echaron en 2018 a todos los diputados republicanos al parlamento estatal menos uno y los reemplazaron por demócratas, pese a que los propios republicanos diseñaron las circunscripciones para que les favorecieran a ellos. Y el año que viene es doblemente clave, porque toca rediseñar el mapa electoral. Si los demócratas ganan 8 escaños más en el parlamento estatal, volverán a tener la mayoría por primera vez en dos décadas y los republicanos ya no podrán dibujar las circunscripciones para inclinar la balanza a su favor en las siguientes 5 elecciones.

La presidencia, en juego

Pero el problema para Trump es aún más inmediato. Si el magnate hubiera perdido el gigantesco estado sureño en 2016, Hillary Clinton estaría hoy en la Casa Blanca por un solo escaño de diferencia. ¿Podría pasar? Por el momento, las encuestas muestran los niveles de aprobación y rechazo de los texanos al presidente prácticamente igualados. Los primeros sondeos sobre unas hipotéticas elecciones presidenciales también son preocupantes para el magnate: Trump perdería contra el favorito demócrata, el exvicepresidente Joe Biden, y ganaría por la mínima a los otros aspirantes con posibilidades. Cifras desconocidas en un estado en el que los republicanos estaban acostumbrados a arrasar por más de 10 puntos hasta en sus años malos.

En 2012, Barack Obama perdió Texas por 16 puntos en la noche en la que salió reelegido presidente por 4 puntos a nivel nacional. Nadie esperaba que el segundo mayor estado de EEUU fuera a estar en juego apenas 8 años después. La herencia de Trump puede ser muy pesada de digerir para su partido si les acaba costando la joya de su corona.

https://www.eleconomista.es/internacional/noticias/10043092/08/19/La-deriva-de-Texas-hacia-el-centro-amenaza-la-reeleccion-de-Trump-y-el-futuro-de-los-republicanos-en-EEUU.html