Texas es sinónimo de petróleo. Si ese estado de EEUU se independizara, sería el décimoquinto productor de petróleo del mundo. Con un bombeo diario de 1,54 millones de barriles, Texas extrae casi tanto crudo como Noruega y un tercio más que Venezuela, pese a que este último país es el número uno en reservas a nivel mundial.
Complejo eólico Peñascal de Iberdrola en el Estado de Texas. EM
Fuente: https://www.elmundo.es / Pablo Pardo
Y, sin embargo, la electricidad del ayuntamiento y de todos los servicios municipales de San Antonio -la segunda ciudad más grande del estado, y la séptima mayor de EEUU- no viene del petróleo ni del gas natural. Llega del viento. Y, además, de una empresa española: Avangrid. La filial estadounidense de energías renovables de Iberdrola suministra esa energía a San Antonio desde su parque de Baffin, a 250 kilómetros de la ciudad.
El parque eólico de Baffin ejemplifica el avance de las renovables en el estado más petrolero de EEUU. Con 101 turbinas, el parque, junto al Golfo de México, está prácticamente al lado de otros dos de la empresa: Peñascales I y II. Cuando se toman los tres parques juntos, el complejo se convierte en la mayor instalación de energía renovable de Iberdrola en el mundo, con una capacidad de producción de 655 megavatios.
A pesar de su petróleo y de su gas natural, el 19% de la electricidad que se consume en Texas procede de la generación eólica, y el 80% del aumento de la producción eléctrica en ese estado se debe a las renovables. La expansión se debe a la política de incentivos y subvenciones, aunque en materia de energía solar el estado apenas ha avanzado, dado que esa fuente energética apenas cubre el 1% de la demanda.
SUBVENCIONES
Es una política de subvenciones que también se aplica a las energías fósiles, aunque de éstas se habla menos. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el carbón, el petróleo y el gas natural reciben cada año en EEUU más de 300.000 millones de dólares (270.000 millones de euros) en subsidios, a los que hay que sumar otros 300.000 millones más en externalidades, es decir, costes de esas energías -como contaminación y enfermedades- que no se reflejan en su precio pero que otros -a menudo, el contribuyente- deben pagar. Ese «Estado del Bienestar fósil», como lo ha calificado la revista The Atlantic permanece oculto a la mayor parte de la opinión pública, pese a que es mucho más grande que el de las renovables. Como también permanece ignorado el hecho de que las empresas de fracking, que son las que han provocado el último boom petrolero texano, viven del crédito fácil de Wall Street. En la última década, ese sector no ha generado cash flow positivo ni un solo año.
Y ahí es donde ha estallado la controversia. La Fundación para las Políticas Públicas de Texas (TPPF, por sus siglas en inglés) ha lanzado una campaña en favor de la eliminación en 2019 y 2022 de dos programas de subvenciones a nuevos proyectos de energía. Lo llamativo es que la TPPF -que niega la existencia del cambio climático- sólo propone que los subsidios desaparezcan para la energía eólica, no para el gas y el petróleo. El caso es todavía más sorprendente su se tiene en cuenta que la Fundación no divulga sus fuentes de financiación, aunque en 2012 la revista Texas Observer desveló que sus principales donantes son petroleras. Aparentemente, las renovables están empezando a amenazar uno de los mayores bastiones de las petroleras en el mundo: Texas.