La relación de México con Estados Unidos en el comienzo del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha estado marcada por el tema de la migración irregular desde Centroamérica, dijeron a Xinhua expertos.
Fuente: http://spanish.people.com.cn / Luis Brito
López Obrador comenzó su administración el 1 de diciembre pasado en medio de una oleada de centroamericanos recorriendo México en caravanas rumbo a Estados Unidos, fenómeno al que Washington respondió con medidas sin precedentes en la relación bilateral.
Desde finales de enero anterior, el gobierno del presidente Donald Trump, un férreo opositor de la migración irregular, optó por empezar a devolver a México a centroamericanos que entran por la frontera común y piden asilo, para que aguarden en territorio mexicano sus audiencias.
México declaró que Estados Unidos actuaba de manera unilateral con esa medida, nueva en el complejo tema migratorio que ambos países comparten hace décadas, pero aceptó recibir a los migrantes durante el proceso de asilo en aras de proteger sus derechos humanos.
Para el analista Adolfo Laborde, la reacción del gobierno mexicano se explicaría en que López Obrador busca evitar una confrontación con Trump para sacar adelante el terreno comercial de la relación bilateral, dado que Estados Unidos es el principal socio de México.
Laborde, profesor investigador de la privada Universidad Anáhuac, recordó que el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) que reemplazará al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), vigente desde 1994, falta por ser ratificado en los congresos.
«Es una posición muy pragmática. Deja a un lado el protagonismo, los grandes enfrentamientos y se va por el tema de apostar a una relación de largo plazo, donde hay otros temas más importantes», planteó.
«Todos son importantes, pero en este momento dentro de una perspectiva pragmática, lo más importante es el T-MEC», planteó Laborde.
La devolución de migrantes ha sido la última acción de Washington en la frontera común ante la oleada de caravanas iniciada en octubre pasado.
Envió además tropas como policías para cerrar por lapsos transitados pasos fronterizos y ensayar acciones de contención a posibles irrupciones en masa.
En estos meses, Trump elevó el tono de su insistencia por conseguir el muro que prometió en campaña a lo largo de la frontera.
En febrero anterior, declaró incluso una emergencia nacional en Estados Unidos en busca de reunir los fondos que el Congreso rechaza autorizar para la construcción del muro fronterizo.
«Es una relación de altas y bajas, compleja sobre todo por la personalidad y perfil de Trump, y del presidente López Obrador. Afortunadamente no ha habido un choque directo y no sé si eso sea una estrategia mediática de ambos», planteó Laborde.
El nuevo gobierno mexicano ha reiterado que actúa de manera soberana ante la política migratoria de la Casa Blanca; sin embargo, el historiador y politólogo Mario Ojeda Revah subrayó que existe un límite y que el protocolo de devolución lo supera.
El investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) recordó que la administración pasada estuvo en constantes tensiones con Trump por la renegociación del acuerdo comercial y la migración, además de que rechazó la propuesta de recibir de vuelta a centroamericanos.
«No conozco un solo antecedente histórico en que México haya hecho ese trabajo sucio, erigiéndose en la estación migratoria de Estados Unidos», dijo Ojeda Revah.
«Ni siquiera está dando ningún beneficio, porque el gobierno de Trump ha seguido con sus amenazas de construir el muro y se ha referido a nuestro país en los términos más hostiles», agregó.
López Obrador propuso desde su primer día en Palacio Nacional un Plan Integral de Desarrollo para impulsar la economía en Honduras, El Salvador y Guatemala en busca de desalentar la migración, mediante inversiones estadounidenses y mexicanas.
A la par, el gobierno mexicano ha lidiado con la entrada de miles de centroamericanos que huyen de la pobreza o la violencia, además de expedir una visa humanitaria a quienes lo piden para que accedan a empleos.
Ojeda Revah comentó que la iniciativa del plan de desarrollo es digna de reconocimiento, pero lamentó que tres meses después no se observa que Estados Unidos destine recursos o cambie su enfoque contra la migración.
«Hay una política de apaciguamiento, pero es darle de comer a un cocodrilo esperando que no te devore. No digo que tengamos que ir a una política de confrontación, pero sí poner límites», expuso el académico.
En tanto, el profesor investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) México, Rodrigo Salazar, coincidió en que el nuevo gobierno mexicano ha dirigido su atención diplomática a mantener bajo control a Trump ante su volátil personalidad.
Consideró que frente al resto del mundo, López Obrador ha sido consistente con la política exterior que delineó en su campaña de no involucrarse en problemas de otros países bajo la Doctrina Estrada, guiada por la autodeterminación de los pueblos y la no injerencia en asuntos internos.
Un caso en el que puso en práctica la doctrina que abanderó la diplomacia mexicana en el pasado, es el conflicto en Venezuela, ante el que México se declaró neutral e impulsó el Mecanismo de Montevideo para llamar a las partes al diálogo, sin que la iniciativa haya tenido éxito.
«López Obrador no está interesado en hacer de México un actor relevante en la escena internacional, no está en sus prioridades. Desea hacer una política interior y su política exterior es consistente con esto», apuntó el académico de Flacso México.