Las imágenes desde el sitio mostraban los restos de una gran explosión que dejó ennegrecida la calle; los edificios aledaños tenían pedazos de metralla e incluso los árboles cercanos se quedaron sin hojas. Los policías estaban revisando el área en busca de sobrevivientes.
Iván Duque, el presidente de Colombia, tuiteó que el bombardeo a la Escuela General Santander fue un “miserable acto terrorista” e informó que se dirigía hacia Bogotá para la investigación del hecho. “Todos los colombianos rechazamos el terrorismo y estamos unidos para enfrentarlo”, añadió.
El carro bomba causó conmoción en Bogotá no solo por el saldo, sino por la implicación histórica: por mucho tiempo tales ataques fueron comunes en la capital como parte del conflicto entre paramilitares, guerrillas y narcotraficantes.
Sin embargo, desde hace años no se había registrado un ataque de este tipo en la ciudad.
“Dios bendiga nuestro país y no permita que las épocas oscuras en donde reinaba la violencia regresen a nuestra amada Colombia”, tuiteó el congresista César Pachón.
Hasta el momento ningún grupo había reivindicado el ataque, pero algunos medios locales reportaron que se sospecha del Ejército de Liberación Nacional (ELN), en la actualidad la mayor guerrilla colombiana y la que ya se ha declarado responsable de recientes ataques contra las fuerzas de seguridad del país.
En enero de 2018, el grupo mató a cinco policías e hirió a más de cuarenta personas en la ciudad de Barranquilla después de bombardear una estación policial ahí. El ELN también secuestró a cuatro soldados, tres policías y dos contratistas del ejército el año pasado en un intento de ejercer presión hacia el gobierno de Duque para retomar las negociaciones de paz. Las personas fueron liberadas, pero el gobierno rechazó retomar el diálogo.