La veterana política asegura la Presidencia de la Cámara Baja, desde donde dirigirá la oposición al presidente Trump
La líder de los demócratas en la Cámara Baja de EEUU, Nancy Pelosi. ERIK S. LESSEREFE
Fuente: https://www.elmundo.es / Pablo Pardo
Nancy Pelosi lleva el poder en los genes. A fin de cuentas, su padre, Thomas D’Alessandro junior, fue alcalde de la ciudad de Baltimore durante 12 años. Su hermano, Thomas D’Alessadro III, siguió la tradición familiar y fue alcalde de Baltimore durante cuatro años. Pero nadie ha manejado el arte de la política como su hija pequeña, Anunciata, conocida como ‘Nancy’, que este miércoles dio un paso, ya definitivo, para convertirse, por segunda vez en su carrera política, en la presidenta de la Cámara de Representantes, el tercer puesto institucional más alto de Estados Unidos.
Y, como las dinastías políticas son algo muy estadounidense -un país que, paradójicamente, se precia de no tener nobleza- la candidatura de Pelosi fue anunciada este miércoles a los congresistas demócratas, que debían decidir si votar por ella o por Joe Kennedy III, representante por Massachusetts, hijo de congresista (Joseph Kennedy), nieto de senador, fiscal general y candidato a la Presidencia (Bobby Kennedy), sobrino-nieto de presidente (John F. Kennedy) y de senador (Ted Kennedy), y, desde el punto de vista biológico, poseedor de unos cromosomas que han dejado su huella en el Legislativo de la primera potencia mundial desde que el 4 de marzo de 1895 el primer Kennedy se sentó en el Capitolio.
Tras la intervención de Kennedy y de otros notables del partido, los al menos 232 congresistas que componen la bancada demócrata (aunque quedan tres escaños sin adjudicar tres semanas después de las elecciones) debían votar la candidatura de Pelosi, que, a sus 78 años (indetectables gracias a la cirugía estética), ha hecho un ejercicio político de esgrima para derrotar a una cohorte de legisladores jóvenesy situados a su izquierda que habían tratado, sin éxito, de arrebatarle el liderazgo.
El estilo con el que la virtualmente segura presidenta de la Cámara pulverizó a sus rivales ha sido una guerra de desgaste en la que la veteranísima política, que lleva en el Congreso desde hace 31 años, ha jugado las bazas de la astucia y de la tenacidad de manera implacable. Pelosi ha cortejado a la oposición, hasta el punto de que algunos de sus partidarios temen que le haya dado demasiadas alas y que la veterana política haya consolidad inadvertidamente un Tea Party de izquierda dentro del Partido Demócrata. Así es como ha conseguido que nadie presente una candidatura alternativa a la suya.
Una vez logrado ese objetivo, Pelosi ha cambiado las normas de la reunión, para permitir votos en su contra. Así, la veterana congresista, que representa a uno de los distritos más de izquierdas, pero también más ricos, de EEUU -la ciudad de San Francisco-, permite a sus rivales salvar la cara. Los representantes tanto de la izquierda, que creen que está ‘vendida’ a Trump y a las empresas, como los de la derecha, que la ven demasiado escorada a la izquierda ‘caviar’, pueden votar en contra y alardear en sus circunscripciones de que no le han dado su apoyo. Pero, cuando el 3 de enero se reúna el pleno de la Cámara de Representantes para optar entre Pelosi y el candidato republicano Kevin McCarthy, no tendrán más remedio que darle su respaldo.
El nombramiento de Pelosi tiene consecuencias prácticas. Y, en cierto sentido, más básicas de lo que uno podría esperar. «Pelosi es de origen italiano, y eso pesa. Con ella en el Congreso, cabe esperar más atención al Gobierno de Salvini«, explica Tyson Baker, director del Aspen Institute en Alemania y él mismo ex asesor en el Congreso. «Los demócratas van a seguir de cerca cuestiones como el etno-nacionalismo en Europa Central y Oriental, van a examinar el cierre de la Universidad Europea [financiada por el filántropo y financiero socialdemócrata George Soros] en Hungría, y a observar qué pasa en las elecciones al Parlamento Europeo de 2019″, recalca este experto. A fin de cuentas, la genética es, una vez más, muy importante: Thomas D’Alessandro junior, el fundador de la dinastía Pelosi, se enfrentó con su aliado y mentor Franklin Delano Roosevelt cuando éste se negó a favorecer la acogida de judíos que huían del Holocausto en la Segunda Guerra Mundial.
El hecho de que Pelosi navegue hacia la Presidencia de la Cámara -un cargo que la pone en segundo lugar en la línea de sucesión del presidente, solo por detrás del vicepresidente- no significa, sin embargo, que el Partido Demócrata esté unificado. La oposición estadounidense sigue moviéndose hacia la izquierda, del mismo modo que los republicanos lo hacen hacia la derecha. La propia Pelosi, que hace apenas una década era considerada una exponente del ala más izquierdista del partido, es hoy acusada de ser una representante del ‘establishment’.
A eso se suma el problema generacional. Los demócratas necesitan el voto joven para ganar. Pero sus líderes son septuagenarios. Pelosi tiene 78 años. Maxine Waters, que con toda probabilidad presidirá el Comité de Asuntos Financieros de la Cámara, con lo que tendrá responsabilidad tanto en la desregulación de Wall Street que Trump está llevando a cabo como en la investigación de las finanzas del presidente, tiene 80 años.
Eso ha provocado una fractura con el ala más joven, simbolizada en la representante de Nueva York Alexandria Ocasio-Cortez, que acaba de cumplir 29 años y que se ha convertido en una estrella política gracias a su uso de las redes sociales, donde tiene más seguidores que 60 de sus compañeros de escaño juntos. Ocasio-Cortez no ha disimulado su rechazo a Pelosi, hasta el punto de haber participado en una protesta frente a la casa de la futura presidenta de la Cámara en Washington, hace apenas dos semanas.