Roberto Figuereido, en São Paulo GUI GOMES
Fuente: https://elpais.com / Tom C. Avendaño
Roberto Figuereido, de 43 años, lo deja todo. Este ingeniero de formación con maña para las inversiones se lleva a su mujer, su trabajo y, sobre todo, su dinero, lejos de su São Paulo natal para vivir en Miami. “El panorama para invertir aquí está pésimo”, protesta, frunciendo el ceño bajo un sol de justicia en la terraza de un centro comercial de Itaim Bibi, una zona adinerada del centro paulistano. Hace poco completó el papeleo para pedir el permiso de residencia indefinido en Estados Unidos. Ahora es cuestión de esperar e irse. En parte, está cumpliendo su sueño desde que, de adolescente, hizo un intercambio en Nuevo México. Y en parte sigue un gran revulsivo: “La situación de este país ha contribuido a mi decisión”, explica.
La salida de capitales de un país es el primer síntoma de que algo no va bien y Brasil está perdiendo grandes fortunas como la de Figuereido a un ritmo cada vez más desenfrenado. En 2017, 2.000 millonarios dejaron atrás sus fronteras según un estudio de flujo de riqueza de New World Wealth: es la tercera vez que Brasil figura entre los 10 países que más millonarios pierden en el mundo.
La sangría suma ya 12.000 propietarios de más de un millón de dólares desde 2015, año en el que empezó a consumarse el fracaso brasileño y lo que parecía un paraíso se reveló como todo lo contrario. La economía del país quedó enterrada en la peor recesión en décadas, la política se reveló incapaz de mejorar la situación y, con las tensiones a flor de piel, la violencia callejera empezó a ser mayor y más insoportable cada año (el récord histórico de 2017 fueron 64.000 muertos). Brasil empezaba a parecer un Titanic en pleno hundimiento y las clases altas se subían a los botes salvavidas.
“Cuando empezó la fuga, los coches blindados ya no daban la sensación de seguridad porque en Rio de Janeiro los robos empezaban a ocurrir con fusiles”, explica Daniel Toledo, abogado y ejecutivo de Loyalty, una firma estadounidense que resuelve las gestiones legales de los emigrantes de la llamada clase-A brasileña. En 2015 empezaron a notar que tenían más trabajo. Ahora, cada año facturan el doble que el anterior.
No le cuesta mucho imaginar por qué. “Los empresarios no aguantan más los impuestos, ni las leyes laborales, ni la falta de colaboración de las instituciones financieras”, recuerda. “Fue también cuando llegó la primera gran depresión brasileña, el comienzo del caos en Venezuela, los problemas económicos de Argentina y la crisis política de Bolivia. Los empresarios centrados en Mercosurhan pasado a buscar otros mercados”.
Quien asuma la presidencia tras las elecciones de este domingo, más probablemente el autoritario ultraderechista Jair Bolsonaro que el profesor universitario Fernando Haddad, asumirá también esta sangría de fortunas, y el reto imposible de frenarla. De los brasileños más ricos, los que ingresan más de 2.500 dólares al mes, un 52% quiere dejar su país, según la última encuesta en la que el instituto Datafolha cubrió esta cuestión, en junio de este año. Y los ricos se van porque son los únicos que pueden, pero no los únicos que dejarían gustosamente de vivir en el principal país de América Latina: un 56% de los universitarios y el 62% de aquellos entre 16 y 24 años también vivirían en cualquier otro lugar.
En octubre, el mismo instituto midió con qué palabras los brasileños veían su país. Las respuestas: con rabia (un 68%), desánimo (78%), tristeza (79%) e inseguridad (88%). El año pasado, el ministerio de Hacienda recibió 21.700 avisos de emigración, el triple que en 2011.
Para vivir en Estados Unidos, Figuereido ha pedido un visado EB-5, que generalmente se asocia a las grandes fortunas. Se otorga a quienes inviertan medio millón de dólares en un negocio que cree 10 empleos. “Cada trimestre de los últimos años, el número de brasileños que pide el EB-5 se duplica”, explica Ariel Yaari, ejecutivo de Driftwood, una firma estadounidense que se dedica exclusivamente a pedir este tipo de visados para adinerados brasileños. “Siempre es por lo mismo: la falta de fe en el futuro de Brasil y la percepción de inseguridad. Luego la inmensa mayoría se queda en el extranjero. Creo que solo he visto un caso de una persona que se ha vuelto a Brasil y fue por una cuestión familiar”.
La otra opción favorita es Portugal y la vida de parsimonia que ofrece Europa. Ese país tiene ya 85.000 residentes brasileños y todo apunta que va a recibir más. A semana y media de las elecciones, su consulado portugués en São Paulo tuvo que cerrar la ventanilla porque la Administración ya no podía gestionar más peticiones de nacionalidad de brasileños.
Figuereido también dice que la idea de irse es popular en su entorno. Tanto, que él mismo ha montado una pequeña consultora para ayudar a brasileños a asentarse e invertir en Estados Unidos y Portugal. La ha llamado High Figs: “Es un giro sobre mi apellido, Figuereido”, sonríe. “Yo me voy a vivir a Miami, porque soy brasileño”, explica: el Miami Herald contó el año pasado unos 300.000 brasileños en Florida, atraídos por el clima y la cultura latina. “Pero incluso a mis amigos que se van a Portugal les digo lo mismo. ‘Tío, te tienes que dolarizar’. Porque hay quien quiere dejar su dinero en Brasil, por motivos sentimentales, o porque tiene inversiones viejas. Pero los intereses brasileños están muy bajos y los estadounidenses dan unos beneficios que asustan de lo altos que son. Hay que invertir en EE UU incluso cuando vives en Portugal. No puedes tener el dinero en Brasil”.