En esta foto del 15 de marzo de 2018, el expresidente peruano Alberto Fujimori, escucha una pregunta durante su testimonio en una base militar en Callao, Perú. (AP Foto/Martín Mejia, Archivo)
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Un debilitado expresidente Alberto Fujimori lanzó el jueves un dramático llamado por su vida desde la cama de un hospital de Lima, Perú, después de que le fue anulado un indulto humanitario que lo obliga a regresar a la cárcel para cumplir una larga condena por abusos contra los derechos humanos.
El otrora hombre fuerte peruano de 80 años aparece en un vídeo implorando al presidente Martín Vizcarra y al Poder Judicial que no lo lleven nuevamente a prisión porque, según él, sería como condenarlo a muerte.
“Quiero decirle a las autoridades y a los políticos, por favor no me usen como arma política porque ya no tengo fuerzas para resistirlo… por favor no me maten, si regreso a prisión, mi corazón no lo va a soportar, está demasiado débil para volver a pasar por lo mismo”, afirma en el breve vídeo difundido por el Canal N, local.
“No me condenen a muerte ya no doy más… ya no tengo fuerzas para resistirlo, quiero pedirle al presidente (Vizcarra), a los miembros del Poder Judicial, una sola cosa, no me maten”, insiste.
Fujimori seguía internado en una clínica de la capital peruana, custodiada por la policía, al día siguiente de que la Corte Suprema de Justicia revocara el perdón que se le concedió en diciembre pasado durante el gobierno del presidente Pedro Pablo Kuczinsky y que llevó a su excarcelación en medio del rechazo de las familias de las víctimas y de organizaciones defensoras de los derechos humanos.
«Ya está en condición de detenido», dijo el ministro del Interior, Mauro Medina, sobre la situación legal de Fujimori.
«Sólo se espera su alta de la clínica para ser conducido al establecimiento que disponga el Instituto Nacional Penitenciario», agregó.
Lucha por el capital político
La lucha fratricida entre los hijos del acosado expresidente: Kenji (38 años) y Keiko Fujimori (43) parece una versión andina de «El rey Lear», la tragedia de William Shakespeare sobre el legado de un monarca a sus herederos.
En este caso la herencia es el capital político del fujimorismo, primera fuerza electoral de Perú.
El cisma en el fujimorismo se selló en junio cuando el partido que lidera Keiko -que domina el Congreso- consiguió quitarle el escaño parlamentario a Kenji, quien se opuso a la cruzada de su hermana para destituir al entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, que renunció en marzo pasado.
Ambos hermanos, que podrían enfrentarse en las presidenciales de 2021, derramaron lágrimas tras la anulación del polémico indulto que Kuczynski le concedió a su padre en la víspera de la última Navidad.
Pero un antiguo abogado del expresidente de ancestro japonés declaró que las lágrimas de Keiko llegaron tarde, pues fueron las propias acciones que ella emprendió por ambición política las que condujeron a la anulación del indulto.
La misma advertencia había hecho Kenji en mayo, cuando dijo que si el indulto era anulado, sería por culpa del partido Fuerza Popular de su hermana, que él mismo ayudó a fundar en 2011 y del que se marginó en febrero pasado.
El octogenario exgobernante, que padece de lesiones pre-cancerígenas según informes médicos, gobernó entre 1990 y 2000. Fue enjuiciado y condenado a 25 años de cárcel en 2009 por el caso de la matanza de 25 peruanos en la década de 1990.
Cuando Fujimori regrese a prisión seguirá enfrentando, además, un nuevo juicio por el asesinato de seis peruanos perpetrado por un grupo de militares, el mismo que ejecutó extrajudicialmente a las 25 personas por las que había sido condenado en 2009.
Las víctimas, entre ellas un niño de 8 años, fueron asesinadas entre 1991 y 1992 en medio de la guerra sucia con la que una parte de las fuerzas de seguridad respondió a los ataques del grupo terrorista Sendero Luminoso durante el conflicto armado interno en Perú.